Camilo, el más reciente montaje del Teatro La Candelaria: de la teología a la agonía.


                                                         

                                       Fragmento del afiche callejero  promocional  de la obra.
                                                    Fotografia Andres Romero Baltodano

Por
Andres Romero Baltodano


Daniel santos estaba parado debajo de una sombrilla a lo lejos Puerto Rico se despertaba como una damisela en peligro pero el “ inquieto  anacobero” entrecerraba los ojos como alas de mariposa moribunda.
Santos componía y cantaba. Llenaba estadios y su música  se esparcía como la mantequilla en un pan con cebollas. Una de sus letras más  “secreta ” la acaba de encontrar en una caja el periodista Josean  Ramos y la publico en su libro “Vengo a decirle Adiós a los muchachos”  esa letra es sorprendentemente una canción que le compuso a Camilo Torres el mítico hombre justiciero que partiendo de la teología llego a la agonía. La canción se llamó “La Muerte de Camilo” y parte de su letra decía:
…” Murió cual mueren los héroes que quieren a su patria de verdad dan el todo por nada , contra toda adversidad. Hombre de honor y coraje, roca de la lealtad, sufriendo sin inmutarse, la injuria, la calumnia y la maldad…”

Camilo (así a secas) como se le fue nombrando en vida y en su eterna muerte que permanece intacta en el corazón de tantos colombianos que lo veían como un adalid de aquellas causas que años atrás eran la razón de ser de vida de tantos y que entre la globalización, la caída  del muro de Berlín el desprestigio (calculado muy calculado) de las ideas de izquierda se fueron diluyendo y cambiando de nombre y de posición dentro de este país adolorido y desmemoriado.
Camilo salto de la realidad, de su estancia en el seminario desde los once años, de los cuentos de tantos en  los pasillos de la Universidad Nacional, de la memoria de aquellos que tal vez ya partieron a estar escrita su vida en la muy cuidadosa e interesante biografía  Camilo Torres Restrepo (1975) escrita por un inmigrante que había nacido en Australia pero había vivido en Irlanda: Joe Broderick.
Camilo también salto de sus fantasmas al cine en el muy interesante documental Camilo el cura guerrillero de Francisco Norden  (1974) y que de una u otra manera posibilito otras vertientes documentales en nuestro país que comenzaba a despertar en el cine de autor a partir de los batazos  que ya habían llegado de la Nouvelle Vague y el Free Cinema.
Y ahora tantos años después y cunado el país ha sido transformado por realidades surreales por tangram de sangre, por miradas de niños asombrados de conocer la geografía de este país a punto de masacres, por las inequidades, por las nuevas generaciones mudas y blandas ante su entorno que uno de los grupos de teatro más combativo y que no hace concesiones se embarca en el montaje de un Camilo que provenga del recuerdo y se instale en las tablas.
Un Camilo que pueda ser hombre-cura, revolucionario-hijo, amante-extraño. El  Teatro de La Candelaria inicio este montaje recientemente y en este año estreno su versión de los hechos. Acudió a los testimonios, a una puesta en escena que proviene del carnaval , del intimismo , de la gracia coral , del aprovechamiento de los símbolos de estos ritos juedocristianos que se prestan en sí mismos a una puesta en escena intrínseca, a los amigos, la madre , los amores.
La puesta en escena retorna al esquema casi permanente de la Candelaria donde con una escenografía no volumétrica y unos pocos elementos (salvo el maravilloso pasaje del desfile que nos recuerda a Oruro y a que huele a lo lejos a Roma [1]) los actores realizan este desfile surreal carnavalesco que llena el escenario de momentos delirantes.

Como siempre también la presencia de la música y los fragmentos corales llenan el escenario retrayendo muiscas autóctonas y dándole a la pieza un “color” sonoro que nos sume en aquellas nostalgias no tanto por el hombre sino por su mundo y sus escritos e ideas.
Lo biográfico se hace presente en desarrollo de lo dramatúrgico como buen biopic teatral que además de estos siempre se derivan obras que llegan a abismos universales como El Perfecto Americano  la opera de Philp Glass sobre  Walt Disney.
Camilo dirigido por Patricia Ariza (ante la “ausencia” eterna del maestro quien flota entre sus mares y tormentas) traslada el momento de camilo sobre un transito escénico y argumental donde la vida de este hombre nos regresa a sus momentos de duda y certeza nos empuja a una Universidad Nacional donde se instala el Museo de Arte Moderno , nos catapulta a los escritos de humanista (desaparecido precozmente) Francisco Posada, nos lleva de la mano a las acaloradas discusiones entre estudiantes que profesaban ideologías y debajo de sus pupitres se asomaba Herman Hesse y desde Francia los vigilaba Briggite Bardot que acababa de participar de un alegato sobre el desprecio en Le Mépris [2]del maestro Jean Luc  Godard.
Por las calles los ecos del Bogotazo[3] todavía se escuchaban los jóvenes de entonces habían nacido entre los cuarenta y los incipientes cincuentas  es una época que por lugar común hubiera podido llevar al grupo a la tentación de lo folclórico y fácilmente nostálgico pero el grupo opta por una nostalgia desgarrada, por un “retroceder nunca, rendirse jamás”  y va llevando de la mano al espectador a esta visita al pasado que es la causa del presente abriendo preguntas, develando situaciones de lo político y lo revolucionario en sí mismo y no como etiqueta para ser atacado.
Camilo es un montaje limpio lleno de ritmo (como si la sombra de Kulechov flotara por la casa de la fuente en la mitad) los actores de siempre (valga la oportunidad para despedir a Pachito aquel titán que contra la adversidad de su raza y su entorno llego a ser actor participante del colectivo)
Encarnado a Camilo a sus divagaciones y dudas presenciando su muerte escénica donde lo único que se logro fue el pervivir de sus ideas aunque en pequeños reductos, los personajes entran y salen como en un túnel sin fondo, la obra se estructura y va camino a un viaje por la vida y la obra de este hombre libre que encontró la muerte de la manera más absurda, ya La Candelaria había dado una vuelta sobre Quevedo[4] y sobre El Quijote y sobre Guadalupe Salcedo[5] para el grupo no es extraño el tocar la puerta de algunos hombres y mujeres que han propuesto desde sus ópticas palabras o acciones en pro de nuestra sociedad, los biopics siempre serán difíciles e individuales a esta versión tal vez le falten los datos que están en la biografía de Broderick pero lo que no le falta es el rigor y la poética de mostrar en el 2015 de manera valiente y sin tapujos a un hombre vital de nuestra historia bajo sus parámetros escénicos y su maravillosa forma escénica.
Camilo seguirá viviendo en la garganta de este personaje se paseara como siempre por muchos festivales llenara la entrañable sala de la candelaria y no pasara al olvido como acto escénico porque La candelaria sabe que es lo indeleble lo inmutable lo que queda en nuestros ojos asi los cerremos.






[1] Roma (1972) de Federico Fellini
[2] Le Mépris (El Desprecio) 1963
[3] Sobre el Bogotazo ver las muy documentadas novelas de la proyectada trilogía de Miguel Torres: El Crimen del Siglo (Bogotá, Seix Barral, 2006)  y El Incendio de Abril (Bogota, Alfaguara, 2013)
[4] Dialogo del Rebusque estrenada en 1981
[5] Guadalupe Años sin cuenta 

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