Fotografía parcial de la instalación La Maqueta del Dante de José Alejandro Restrepo
de Andrés Romero Baltodano
de Andrés Romero Baltodano
Por
Andrés Romero Baltodano.
Delfines sin escuela, cepillos
que se mueven como si fueran a una fiesta de disfraces sin permiso, lunas de
papel (sin los ojos de Tatum O’neal) humanos con tres brazos que se debaten
entre un poema y una cuerda floja alrededor de sus cuellos, imágenes que solo
se materializan en la mente de algunos y algunas que creen en el teatro como un
espacio donde lo imposible es lo real y lo real lo imposible. Trece versiones
atrás los espectadores del Festival Iberoamericano de Teatro hemos deambulado
por mil espacios y palabras, gestos y barcos ebrios o blancanieves en tránsito
hacia la antropología, cada vez que vemos venir como un Godzila trashumante el
festival,alistamos nuestros ojos como nuestras almas para volver a enfrentar la
creatividad humana convertida en una puesta en escena en salas pequeñas o
claras o callejones de la memoria que nos traen a la mente las calles de Naguib
Mahfuz…
La versión número catorce comenzó
con una decepción al enterarnos que las obras tenían una clasificación absurda
(nos gustaría saber quién determina esta velada “censura”) entre obras
denominadas “familiares” a las cuales
podrían acceder niños (de un abanico pírrico y lánguido) cuando muchas de las
obras podrían perfectamente ser vistas por ojos infantiles y si lo
reflexionamos mas es un gran error que los niños no puedan acceder a las obras
porque si no formamos públicos entonces en el futuro quien será su público? (es
una pregunta suelta para que quede como reflexión inicial).
Pero arranca el viaje.
Y son muy variadas las opciones
para quienes amamos el teatro y se nos antojan
como diferentes cangrejos en un hábitat del mar caspio.
La que inaugura nuestra avanzada
es La Consagración de la Primavera montada por la compañía de Shen
Wei dance Arts y es increíble como la
permanencia de la música hace que solo nos acordemos que la pieza fue compuesta
por el joven Igor cuando fue llamado por los maravillosos ballets de Serge
Diaghilev a principio de siglo justo antes de que comenzara la gran
guerra y para que el inmenso Nijinsky hiciera su coreografía. Esta versión de
Stravinski en manos de la compañía americana se caracterizó por su apuesta
minimalista, su interesante puesta geométrica y una forma de enfrentar la
“primavera” , desde las inflexiones y las insolencias de cuerpos que se
movían como en un naufragio de lágrimas.
Precisión, matemática y una limpieza total en los movimientos hicieron de esta
función un interesante abrebocas para lo que se vendría como una serpiente sin
ojos.
Continuamos este largo y
placentero viaje (que no es como el de Fernando Fernán Gómez a “ninguna parte”)
en la búsqueda de un azul imposible como los de Yves Klein y cuando el
escenario se apaga y aparece una mujer en escena y los tonos son de línea de
mar de horizontes de colores, la sombra de Susan Sontag nos cobija desde el más
allá con la adaptación del texto de Henri Ibsen: La Dama del Mar con el
grupo SESC-Bob Wilson de Brasil. Hablar de
Wilson es infinito ya que es un artista multipropósito que ha transitado por
las artes plásticas, la fotografía y por supuesto el teatro con una propuesta
en general poética y minimalista.
Chile esta vez trajo al festival
una propuesta muy interesante a partir de la novela del escritor francés
contemporáneo Regis Jaufrette Historia de Amor (1998) y sobre ese
trepidante texto aparecen dos actores que hablan del amor y el desamor que se
estaciona uno de ellos en el asesinato cobarde y cruel, en un puesta en escena
poética y que nos lleva al interior de un comic gigante donde los actores son
parte de las viñetas y el recurso se
extiende de manera magistral acompañado de las palabras que van cruzando el
cielo y que se van atornillando en los oídos de los espectadores. La adaptación
de la novela tiene la dramaturgia de Monserrat
Quezada y Juan Carlos Zagal (quien dirige el grupo). Algunos se
preguntan cine-teatro? Comic-teatro-cine?? simplemente otra vía para llevar a escena
palabras, gestos e ilusionismo maravilloso.
En La Veritá una historia
dirigida por el ya viejo amigo del festival Danielle Finzi (de quien en números
pasados publicamos apartes de sus apreciaciones en las charlas con los
directores que nos ofrece amablemente el festival) que toma como punto de partida un telón encontrado que
fue pintado por Dalí, anécdota que hubiera
dado para que tal vez Jane Teller convirtiera el telón en un pensamiento azul o
que Ítalo Calvino lo doblara en pedazos para ser consumido por pequeños
carnívoros… aquí el telón parecía más un “gancho publicitario” que atraía con
la fama y el marketing de Gala a muchos y entonces llega la pregunta era el
telón o la obra, la obra tapaba al telón? El telón a la obra? Y al final vemos
un montaje estéticamente bonito con los aislados números de circo a que nos
tiene acostumbrados el Circo de Eloize
pero sin mayor fondo o tesis.
Eurípides siempre será una provocación y en su Medea
, sus universos y micro mundos escritos han sido la tentación para quienes han
realizado sus puestas en escena para teatro de muñecos, danza, teatro robótico,
etc… transitar por sus escritos es hacer un peregrinaje alucinante por el amor,
el dolor o la codicia del corazón, en esta oportunidad nos llegó una versión
con “aroma” gay (un poco sin sentido) pero con una carga dramática de su
protagonista Alma Prica que traspasa los sudores y las tensiones dramáticas.
Interesante puesta en escena sobre ese fragmento de campo que podría estar
recortado de las “espigadoras” de Millet, con una soledad apabullante y un
cuerpo de ballet masculino más como un adorno homoerótico que con una verdadera
participación actoral o dramática, el montaje lo dirige Thomaz Pandur con la dramaturgia de Livija Pandur que
además es reforzada con un impresionante trabajo de video projection al fondo
del escenario realizado por Dorijan Kolundzja / Galería 12+ que asume una magia y una aparición de imágenes profundamente
sublimes que se deshacen ante los ojos
de los espectadores y se disuelven entre algunos de los actos tiernos o violentos
que aparecen en escena cabe destacar la lírica y bella escena del asesinato de
los hijos de Medea (a quien Pandur resuelve situar como dos adolescentes que
imitan los gemelos).
Jon Fosse es de aquellos
dramaturgos contemporáneos que resume lo post moderno con lo íntimo y
desarrolla no fabulas a partir de historias, sino pedazos de huellas,
murmullos, mujeres que se asoman en una ventana sobre un paisaje inexistente. Sombras
de Fosse y May-Brite Akerholt se caracteriza por la sequedad poética el grupo
De Ultvaltgte acentúa esta sequedad más desde el minimalismo que desde la
precariedad en escena estos rostros de los niños y sus textos siempre como
grandes faroles humanos que traen recuerdos envueltos en gaza, que se miran, se
oprimen mezclados con estos personajes de fantasmagoría real personificados en
estos ancianos que deambulan como zombis nórdicos, como sombras de lo que
fueron, como cascarones de cuerpos que a veces están en la niebla o en las
sombras macabras de sus propias vidas dejadas atrás hace varios lustros. Bello,
estático y contundente montaje Noruego.
Needcompany ya había estado por
estas heridas tierras y su paso por el festival había sido impecable. Sus
puestas hipermodernas, su música profunda, la dirección de Jan Lawuers como uno de los más punzantes y profundos directores contemporáneos hacían
preveer un delicioso plato para comensales que aprecian este tipo de propuestas.
Esta vez la Need le encomendó la
dirección de Esta puerta es muy pequeña (para un oso) a la coreógrafa Grace Ellen
y fue como si todos los terremotos hubieran caído sobre el escenario mostrando
una obra de una liviandad que rayaba por momentos con el mas pésimo vaudeville. Montaje de entretenimiento para tontos “muy tontos”
parecía un stand up comedy viral de estos que ahora pululan en nuestras
carteleras llenos de pelotas de letras y frases de doble sentido creadas por
publicistas hambrientos de taquilla. El desorden y sinsentido en la puesta en
escena , su vacuidad manifiesta, sus actuaciones sin fuerza y más emparentadas
con cliches de teatro extremadamente comercial que persigue no la construcción
de un personajes sino la imitación de un rol social que haga reír, fueron para este viajero del festival una
carga engorrosa y pesada un punto mas negro que el septiembre de los
secuestradores de Múnich. Error garrafal traer una obra de tan poquísima
calidad a un festival que ya tiene unas bases sólidas y unos espectadores
educados por el cincel de un Robert Lepage , Hamlet Machine, Slava Polunin o
Ushio Amagatsu.
El Hand Spring Puppet
dirigido por el artista multifacético William Kentridge y con la maravillosa
dramaturgia de Jane Taylor en esta
oportunidad nos trajo su Ubu y la comisión de la verdad un
valiente, político y bello retrato de la violencia desde los procesos
denominados actualmente de restitución, recuperación de memoria,
reconciliación, etc. que mezclaba el proceso real político del odioso Apartheid (instaurado desde 1948) y que
según Kentridge aún subsiste en
Suráfrica con el luminoso texto de Alfred Jarry que precisamente ahonda sobre
el poder y sus colmillos sucios, sobre el gobernar y los gobernados, sobre las
familias que se perpetúan. El texto de Alfred
Jarry fue estrenado en el Teatro de L´Ouvre en París en 1896 recibiendo protestas y vítores de la
opinión dividida en el teatro (ellos mismos no sabían que pronto iluminaría el
horizonte el teatro de la crueldad) la puesta asume la historia desde la
dualidad de los actores que recrean una escenografía modular y muy puntual con
el trabajo de unas grandiosas marionetas que toman vida como cuchillos sin
tregua que se erigen desde su aparente forma inerte en magníficos monstruos de
hombres azules que atacan, niñas que hacen barquitos de papel y esperan besos
como pequeños hielos en sus labios.
Los testimonios del texto que
mezcla Taylor con el de Jarry son reales y proceden de una investigación
profunda que se hizo en la comisión de la verdad (por momentos nos llegaba a la
cabeza el punzante y doloroso documental “The Act of Killing” de Joshua Oppenheimer
o nuestros oscuros procesos al respecto) limpia, demoledora con la ayuda de las
hermosas animaciones en tinta de Kentridge que recoge los diseños originales
del Ubú egocéntrico dibujado por el propio Jarry, el agua de tinta, las tinas,
los animales fantásticos hacen de esta versión de Ubú politizada y documental
un eterno viaje al país y al árbol de la memoria, ese que aquí no nos podemos
quitar ya que al parecer la tragedia de la sangre se multiplica cada día mas
bajo el manto de silencio de tantos.
La última estación de estos
fragmentos de viaje alrededor de una mesa de te, fue la obra de Finlandia Partir La obra transcurre sobre cambios de
escenografía y proyecciones multimedia creando cierto universo más externo que
imperativo poético, técnicamente es impecable pero tal vez falta aquello que
hace que la reflexión nos empuje al ascensor de las palabras dichas y no
dichas, de los actos del cuerpo, de las despedidas, de los ojos que se cierran
como en el bello video del grupo Opale donde esta mujer cambia de color en su
rostro.
Partir parecía mas un
ejercicio técnico de aquellos que uno ve en los protocolos de uso de algún tipo
específico de películas, donde en el video van mostrando características de la
película misma y vemos el rostro opaco cuando se usa con cierta luz, brillante
si se usa tal filtro o sea es mas un desempeño técnico con una pavorosa falta
de ideas de fondo, que permitan que cuando
vemos el rostro de la actriz se nos caiga París entero o retomemos la
ternura.
Y para terminar este viaje vale
la pena también hablar de la inclusión esta vez en el festival de un proyecto
de instalación permanente que fue planteado en el denominado monumento a los
Héroes (vale la pena recordar que fue planeado por aquel ser infausto para
nuestra historia llamado Laureano Gómez) por el artista plástico José Alejandro
Restrepo que denominó: Maquetas para el Dante donde los espectadores subíamos por la
parte externa del monumento y entrábamos en sus entrañas donde los videos de
José Alejandro se estrellaban contra las paredes de ese “estómago” vacío de hormigón.
La alusión a la Divina Comedia y el descenso a los círculos del infierno, la
aparición de un Pablo Escobar video, una versión de Hamlet y su atmósfera
opresiva, hacen de esta instalación un trabajo que se desplaza desde la memoria
hasta los juicios y permite varias elaboraciones alrededor de ella.
Termina este pequeño recorrido
por algunas de las obras que vimos en el festival. En la generalidad es un buen
balance contradiciendo al columnista Manuel Drezner quien justo hoy que escribo
este articulo publica una especie de diatriba en el periódico El Espectador
contra lo que el denomina teatro experimental (hay que recordar que en el arte
nada es experimental sino son variables creativas) y lo culpa del alejamiento
del público de las salas (tal vez tiene razón en que el público venía muy mal
acostumbrado pensando en repetir dramaturgos y obras y que la timidez de salir
de la zona de confort como público no es la más adecuada) por el contrario creo
que los festivales entre mas propositivos cumplen mejor su papel porque no hay
que confundir el enjambre de la denominada cartelera (realizada pensando en
target específicos y donde vemos desde basura pura hasta sainetes de quinta o
“obras para niños” llenas de ositos y ternuritas propias de la infancia de los
años cincuenta) con la programación de un festival que debe tener como norte la
diversidad y no la repetición de los cinco mal llamados “clásicos” que tal vez
son interesantes pero es que el teatro no solo lo escribió Moliere sino
Vietnamitas sin ojos, hondureños con las manos vacías, colombianos amordazados,
yemeníes con sed.
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