Por
Giovanna Faccini
Docente Medios Audiovisuales
A veces no sabemos lo cerca que podemos llegar a estar de las personas cuando estas se van y nos dejan ese acento en el espíritu de nunca haber hecho el intento de buscarlos siquiera para decirles gracias. Esto me ha sucedido con Jairo Anibal Niño, no sólo fue parte del grupo La Mancha al cual perteneció mi padre, sino que ahora sucede que muchas de las personas que conozco resultaron ser amigos y hasta jugaron con sus hijos. A mí me quedaron sus hijas las letras y el pájaro Tente.
Siempre que pienso en el Gimnasio Campestre de Ibagué, colegio donde tuve la suerte de estudiar, no puedo dejar de pensar en Teresita, mi profesora de tercero y las tardes bajo los árboles cuando nos leía las aventuras de Zoro. La lectura, junto a su acento chileno, salía con tanta gracia y desparpajo, que nos llevaba a ser parte de los personajes que acompañaron a Zoro en las peripecias para regresar a casa; casi podía sentir el frio del Águila de hielo y la fragilidad del tigre de cristal, tigre que volví a ver en los escaparates de la vitrina de la mamá de uno de mis amigos de adolescencia. Cuando llegué a tener miedo y me escondía detrás de la puerta del closet deseaba con fuerza tener un pájaro Tente que me acompañara y protegiera de todos esos monstruos que habitaban mi cabeza, envidiaba entonces a Zoro por el abuelito que tenía y el pájaro que le había regalado. Mi primer contacto con la selva fue a través del libro, Teresita describía esos paisajes con tanta claridad que cuando visité la selva por primera vez sentí un Déjà vu, ese sentimiento certero de antes haber estado ahí. De Jairo Aníbal también me quedan algunos poemas de la alegría de querer, poesías que dediqué en silencio a un niño de mi clase porque en él vi por primera vez a la persona que quise guardara mis avioncitos de papel. A mi madre y a Teresita les debo el amor por las letras y ese cariño especial que siento por los libros infantiles.
Por ese tiempo, contando fácil 5 lustros , los libros infantiles carecían de la importancia que se les da ahora, era difícil encontrar lectura para niños que no fueran los sempiternos relatos de Perrault, Anderson y los hermanos Grimm; si se contaba con suerte , suerte que tuve yo, se encontraban tomos de mitología griega, los cuales contenían bellísimas ilustraciones, ilustraciones que pasaba sin detallar cuando se acercaban las historias de Pan y Dionisio pues sus ilustraciones me daban mucho miedo. En alguna ocasión alcancé a ver las ilustraciones de Doré en un libro de la Divina comedia que me daba horror abrir, no fuera a salirse el mismísimo Belcebú. Mi hermana y yo también tuvimos acceso al libro del milagro de la vida y nunca supimos en que momento aprendimos tantas cosas que los demás niños ni por equivocación se podían llegar a imaginar, sabíamos cómo entraban y por donde salían y nunca fue para nosotras ningún misterio, la vida tal cual es al alcance del estante más alto. Esos fueron mis libros de la niñez. Unos años más tarde, mi hermana recibió una colección de libros con nombres muy sugestivos, historias de terror para niños latinos, mitos y leyendas de Latinoamérica, cuentos de animales asombrosos para niños de Latinoamérica, no recuerdo cuantos más pero eran bastantes y variados, además ilustrados! Leía con avidez todas esas historias recreándolas una y otra vez con la ayuda de sus dibujos intermitentes. Luego llegaron a mis manos, las historias de Ami, el milagro más grande del mundo y un largo etcétera del cual he perdido la cuenta.
Pero son los libros de mi más tierna infancia los que recuerdo con más cariño. Los mundos a los cuales me trasporté no he vuelto a visitarlos nunca más. Pareciera que con la llegada de los diez años hubiera tenido que entregar las llaves de esos universos y el acceso ahora no es tan fácil ni claro. El pájaro Tente, aquella ave rutilante de colores, guión de aventuras y desventuras se perdió en el horizonte de la memoria. Sólo con la partida de Jairo Aníbal ha sido avistada una vez más, como una forma de despedirse, para recordarme que siempre estará ahí, que en el estante descansa Zoro presto a salir y ser parte de la memoria literaria de mi hijo.
Giovanna Faccini
Docente Medios Audiovisuales
A veces no sabemos lo cerca que podemos llegar a estar de las personas cuando estas se van y nos dejan ese acento en el espíritu de nunca haber hecho el intento de buscarlos siquiera para decirles gracias. Esto me ha sucedido con Jairo Anibal Niño, no sólo fue parte del grupo La Mancha al cual perteneció mi padre, sino que ahora sucede que muchas de las personas que conozco resultaron ser amigos y hasta jugaron con sus hijos. A mí me quedaron sus hijas las letras y el pájaro Tente.
Siempre que pienso en el Gimnasio Campestre de Ibagué, colegio donde tuve la suerte de estudiar, no puedo dejar de pensar en Teresita, mi profesora de tercero y las tardes bajo los árboles cuando nos leía las aventuras de Zoro. La lectura, junto a su acento chileno, salía con tanta gracia y desparpajo, que nos llevaba a ser parte de los personajes que acompañaron a Zoro en las peripecias para regresar a casa; casi podía sentir el frio del Águila de hielo y la fragilidad del tigre de cristal, tigre que volví a ver en los escaparates de la vitrina de la mamá de uno de mis amigos de adolescencia. Cuando llegué a tener miedo y me escondía detrás de la puerta del closet deseaba con fuerza tener un pájaro Tente que me acompañara y protegiera de todos esos monstruos que habitaban mi cabeza, envidiaba entonces a Zoro por el abuelito que tenía y el pájaro que le había regalado. Mi primer contacto con la selva fue a través del libro, Teresita describía esos paisajes con tanta claridad que cuando visité la selva por primera vez sentí un Déjà vu, ese sentimiento certero de antes haber estado ahí. De Jairo Aníbal también me quedan algunos poemas de la alegría de querer, poesías que dediqué en silencio a un niño de mi clase porque en él vi por primera vez a la persona que quise guardara mis avioncitos de papel. A mi madre y a Teresita les debo el amor por las letras y ese cariño especial que siento por los libros infantiles.
Por ese tiempo, contando fácil 5 lustros , los libros infantiles carecían de la importancia que se les da ahora, era difícil encontrar lectura para niños que no fueran los sempiternos relatos de Perrault, Anderson y los hermanos Grimm; si se contaba con suerte , suerte que tuve yo, se encontraban tomos de mitología griega, los cuales contenían bellísimas ilustraciones, ilustraciones que pasaba sin detallar cuando se acercaban las historias de Pan y Dionisio pues sus ilustraciones me daban mucho miedo. En alguna ocasión alcancé a ver las ilustraciones de Doré en un libro de la Divina comedia que me daba horror abrir, no fuera a salirse el mismísimo Belcebú. Mi hermana y yo también tuvimos acceso al libro del milagro de la vida y nunca supimos en que momento aprendimos tantas cosas que los demás niños ni por equivocación se podían llegar a imaginar, sabíamos cómo entraban y por donde salían y nunca fue para nosotras ningún misterio, la vida tal cual es al alcance del estante más alto. Esos fueron mis libros de la niñez. Unos años más tarde, mi hermana recibió una colección de libros con nombres muy sugestivos, historias de terror para niños latinos, mitos y leyendas de Latinoamérica, cuentos de animales asombrosos para niños de Latinoamérica, no recuerdo cuantos más pero eran bastantes y variados, además ilustrados! Leía con avidez todas esas historias recreándolas una y otra vez con la ayuda de sus dibujos intermitentes. Luego llegaron a mis manos, las historias de Ami, el milagro más grande del mundo y un largo etcétera del cual he perdido la cuenta.
Pero son los libros de mi más tierna infancia los que recuerdo con más cariño. Los mundos a los cuales me trasporté no he vuelto a visitarlos nunca más. Pareciera que con la llegada de los diez años hubiera tenido que entregar las llaves de esos universos y el acceso ahora no es tan fácil ni claro. El pájaro Tente, aquella ave rutilante de colores, guión de aventuras y desventuras se perdió en el horizonte de la memoria. Sólo con la partida de Jairo Aníbal ha sido avistada una vez más, como una forma de despedirse, para recordarme que siempre estará ahí, que en el estante descansa Zoro presto a salir y ser parte de la memoria literaria de mi hijo.
2 comentarios:
La historia de Giovanna la viví al leer sus letras, simplemente excepcional.
excelente gracias por el artículo
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