EDICIÓN 95
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OCTUBRE 
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EL DÍA QUE CONOCÍ A CARILDA.





                                      Fotografía de Carilda Oliver de estudio tomada de internet


 Por: 
Marley Cruz Fajardo
La Habana (Cuba) 
Especial para La Moviola 



 “Se me ha perdido un hombre. Y lo busco por cifras y guitarras, por rostros y entrepisos, en el cielo, en la tierra, dentro de mí”


De la misma manera en que el autor no sabe hasta que lontananzas sus palabras pueden llegar a sembrar sentimientos e ilusiones, quienes leemos no sabemos qué viajes planea nuestra alma para ir en búsqueda de quienes han sembrado en nosotros la dulce esperanza. Ese fue mi caso: cuando una amiga cubana me habló de Carilda Oliver Labra, no sabía yo que por su poesía picara habría de enamorarme más de una vez. Mucho menos me imaginaría, que un día planearía un viaje con la firme intención de conocer en persona a la mujer aquella a la que se le perdió un hombre entre cifras y guitarras. Esa noche llegué a aquella ciudad y hacía frío. La estación de transporte de Matanzas se parecía más a una casa antigua que a una estación de buses. La entrada al pueblo se asemeja mucho a alguno de los pueblitos del Sur del Huila, Gigante, Timaná, quizás. Cuando bajé del “Viazul” con dirección en mano para el hospedaje que días antes había contratado desde Colombia, un cubano hizo alarde de toda la amabilidad que esta gente está acostumbrada a brindar, me ayudó con mi pesada maleta y me llevó hasta donde Víctor, el dueño de la casa donde me hospedaría. Matanzas es una pequeña ciudad de la provincia del mismo nombre, se llama así porque en los tiempos de la colonia española algunos indios dieron muerte a los recién llegados, forjando un antecedente de rebelión en aquella tierra que recién empezaba a ser conquistada. Pero en la pequeña ciudad aquella noche reinaba una tranquilidad fría, con poca iluminación en las calles, (como casi en toda Cuba), en la cual se respiraba una paz embriagadora. 

Desde mi arribo Matanzas le comuniqué a Víctor mi interés en visitar a Carilda, ese era el motivo principal de mi viaje. Él me manifestó que creía que no habría ningún problema, puesto que Carilda siempre había sido una mujer a quien le gustaba recibir visitas. La noche empezó a trascurrir desde la solitaria casa en la que me hospedé; salí a caminar un rato por el pueblo y me hallé en una larga calle oscura, y al fondo un enorme puente que debido a lo tarde de la noche no me atreví a cruzar. Al día siguiente desde muy temprano salí a recorrer la ciudad. Más allá del puente se encontraba el centro: lleno de grandes y coloridas casas coloniales, un parque con la estatua de Martí y adornado con árboles repletos de flores. Comencé por las librerías, unas cuantas librerías de viejo en donde no hallé un solo libro de la autora de aquel pueblo. Y tras horas de caminar por las calles hablé con distintos libreros, me enteré de historias de béisbol, o de la enorme construcción de la estación de bomberos de la ciudad. Mientras caminaba por una de las calles principales me llamó la atención una casa con un jardín interior; en una de las salas principales había una exposición de pinturas, así que me adentré en ellas. Con tan buena suerte que esta casa resultó ser la casa de la Asociación de Artistas Matanceros, allí un grupo de 5 artistas plásticos y músicos me recibieron, hablaban todos al tiempo, era difícil seguirles el hilo a cada uno, pero resultó ser una reunión muy amena.


 Me contaron de cómo anda el arte abstracto en la Isla, y entre café y buena música me contaron de cuando vinieron a Colombia y su buena impresión de la cívica ciudad de Cali de los 80. Cuando la charla aparentemente llegaba a su final y yo me estaba despidiendo, me preguntaron que cual era el motivo que le llevaba a estar tan lejos de mi casa, así que les conté de mi intención de visitar a Carilda… ellos se miraron entre sí, y me preguntaron “¿Y tienes cita?” a lo que respondí: no. Me contaron entonces que el esposo de Carilda era muy celoso con las visitas, porque al ser ella una mujer de tan avanzada edad no era prudente que recibiera todas las visitas que se le presentaran. Sin embargo, el director de la Asociación llamó personalmente al esposo de la poetisa, el esposo de la autora y me lo puso al teléfono: yo le manifesté mi intención de visitarla, él se negó pero me dijo que si quería podía pasar por su casa y de paso llevar algunos libros que me podrían ser de utilidad, así que con cierta tristeza acepté. Los artistas me animaron, me dijeron que tal vez al ir a su casa pudiera verla así fuera por algunos minutos. Mientras tanto me hablaron de los amores de Carilda, especialmente del esposo aquel al que le dedicó el mítico poema se me ha perdido un hombre. Era un joven al que le gustaba jugar con cuchillos, así como los gitanos, un hombre muy apuesto, como fueron y es siempre el gusto de tan pícara mujer. Ante la imposibilidad de encontrar libros de la mencionada autora, uno de ellos me llevó a la Editorial Matanzas, tal vez allí hubiera algún libro en las bodegas que me pudiera servir. Alfredo Zaldivar es el editor, y con él también hablamos largo rato. De Carilda, por supuesto, pero también me habló de otra poetisa matancera a quien recién empiezo a conocer y de quien no he podido abandonar en mis lecturas: Digdora Alonso: “Gregorio Samsa/ repudiado por su familia/ atraviesa Wall Street/ asombrado de que nadie le huye/”. Digdora no es como Carilda, es una poesía diferente, es una poesía más cercana a la filosofía, a lo erudito; Carilda en cambio, es más cercana a lo romántico, a lo poético, a lo erótico. Dos mujeres nacidas en una misma tierra para adornar las letras cubanas de una profunda armonía. Después de leer la correspondencia entre Digdora con Dulce María Loynaz partí hacia el hospedaje en donde debía prepararme para la reunión de la noche. Reunión con Carilda Mientras entraba al gran salón de la casa, lo que primero me impresionó fue un hermoso cuadro de Martí, era de unos tonos azules como el mar de las costas Matanceras, era una sala con múltiples cuadros dedicados a la poetisa, a la novia de Cuba, a la hermosa y siempre grata Carilda Oliver Labra.

 Yo esperaba simplemente a que el esposo me atendiera, tal vez me diera la oportunidad de ver a Carilda así fuera de lejos, yo comprendía perfectamente que una mujer de su edad debe tener los mejores cuidados, así que de todas formas yo estaba feliz de estar en la casa en la que muchos de sus poemas se habían forjado. De repente apareció ella, vestida de un impecable rojo con negro, y en sus ojos azules, penetrantes, esa picardía de la que ya me había hablado en otra ocasión el poeta José Manuel Espino. Era ella, lo había conseguido, y la emoción era tan grande que las palabras se me atravesaron en la garganta y solo atiné a besar esa mano, tan frágil, tan dulce. Ella me abrazó como a una amiga, y nos sentamos en la sala de su enorme casa, rodeada por obras de arte, sobre muchas de las cuales ella me hablaría en el trascurso de la noche. Las horas se pasaron rápidas, no sé cómo se filtraron por entre la conversación, pero ya era entrada la madrugada cuando salí de la casa. Fue una noche muy feliz para mí, ¡porque con ella hablamos de tantas cosas! Y es que era como tener una fuente de información de primera mano, sus ojos vieron pasar uno de los periodos más populares de la historia de Latinoamérica; ella escribió poemas a la revolución, ella como amiga cercana de Fidel fue testigo de muchas de las respuestas políticas de tantas cosas en Cuba, ella conoció al emblemático Che y de todas esas cosas me habló en aquella noche. Me contó de la tragedia con Batista, de cómo en este oprobioso régimen su hermano fue asesinado, me habló del poema que le mandó a Fidel a la sierra, en las botas de un revolucionario. Me habló del cumpleaños de Gabo, de la celebración que le hicieron en Palacio junto con Fidel y muchos intelectuales y poetas de la isla. Me mostró cada uno de sus cuadros, me conto de sus autores, y del más impresionante, el cuadro de Martí: fue un regalo personal de Fidel, cuadro del reconocido artista Choco. Me habló de su casa, la misma que habitaron sus padres y que había visto correr sus mejores años, que son todos. Ella me preguntó por Colombia, por los paramilitares, por los falsos positivos, por la parodia guerrillera, por la falta de salud, por los paseos de la muerte. Ella como mujer sensible que es, lloró por Colombia, lloró por mí, lloró por ti que lees este texto, lloró por los miles de desaparecidos y de secuestrados, lloró por la falta de humanidad a la hora de hablar de masacres e inasistencia médica. 


Aquella mujer sensible, ávida de compañía, me ofreció su país para que viviera en paz, porque estaba segura de que su país podía brindarme la tranquilidad que el propio no… pero una caminante como yo no se puede anclar en ninguna parte, ella lo entendió y me brindó su abrazo, frágil, desinteresado, cálido, tierno y me dijo adiós. Así termino mi encuentro con una poetisa nonagenaria, a quien quizás la vida no me permita ver más, o quizás sí, no lo sé. De lo que sí estoy segura es que esa fue una de las experiencias más bellas de mi vida. Salí de su casa aquella madrugada armada con sus versos y sus dedicatorias; salí de su ciudad con las primeras luces del día, hacia el otro extremo de la isla en donde me esperarían otras historias, pero eso ya no hace parte de este relato. Post scríptum. Cuando la palabra es lanzada nunca podemos imaginar hasta dónde puede llegar su alcance, primero porque no sabemos quién la leerá o qué explicación se le terminen dando a nuestras letras. Creo por ejemplo, que Marx jamás imaginó que en una pequeña isla del caribe sus letras iban a causar una de las más tremendas revoluciones de la historia de este continente. Martí jamás imaginó que sus palabras se iban a convertir en la base cultural de todo un pueblo. O Carilda jamás imaginó que me enamoraría tantas veces a causa de su poesía. Cuando se hace alguna creación artística, filosófica o literaria nunca se puede saber el alcance que esta pueda llegar a tener. A veces la influencia es buena, otras no tanto, pero eso de eso ya no es responsable el autor… ¿o es que acaso Nietzsche tiene la culpa de que los nazis tomaran su filosofía como base para crear una de las máquinas de muerte más terribles que hayan pasado por este planeta? No, después de publicada la obra el autor ya no puede responsabilizarse de la repercusión de su creación. 


Pero también hay que hablar de lo que las palabras causan dentro del mismo autor, porque si las palabras son capaces de cambiar el entorno hacia afuera, en personas que nada tienen que ver con quien escribe, mucho más, éstas palabras pueden cambiar a quien las escribe. Con esto voy al hecho de que uno de los primeros escritos que realicé para alguien más que no fuera yo misma o mi círculo de amigos cercanos, lo realicé para esta revista alternativa multicultural, recuerdo que era más un ejercicio de inicios de carrera sobre la película Cenizas y nieve. Era un texto tímido y del que jamás pensé terminaría marcando lo que es y será mi vida por los siguientes años. Comencé escribiendo para esta revista y desde entonces no he podido parar, quizás porque este espacio me abrió las puertas de las letras para expresar pensamiento, para adentrarme en el mundo de la discusión con sentido y de la manifestación de ideas por medio de la palabra escrita. Por eso, este escrito que se presenta es también un homenaje a estos espacios, a quienes los hacen posible, a quienes sacan tiempo para leerlos, a quienes son capaces de darle alas a los sueños y a la construcción de pensamiento por medio de la palabra.


 “Agradezco la participación de todos los que colaboraron con esta melodía. Se debe subrayar la importante tarea de los perseguidores de cualquier nacimiento” Silvio Rodríguez (Resumen de noticias)

Fije su sombra antes de que la sustancia se desvanezca[1]


                                                      Fotografía Postmortem anónima 

Por 
Giovanna Faccini
Docente de Medios Audiovisuales
Especial para La Moviola



“El valor cultual de la imagen tiene su último refugio en el culto al recuerdo de los seres queridos, lejanos o desaparecidos. En las primeras fotografías vibra por vez postrera el aura de la expresión fugaz de una cara humana” Walter Benjamin




Cuando somos pequeños, los adultos nos cuidan física y mentalmente, procuran ambientes de aprendizaje que muchas veces van de la mano de historias morales y familiares que ejemplifican la lección. Una forma familiar común era sentarse a ver los álbumes familiares; de ellos, uno tenía las fotografías pegadas en una cenefa negra, gracias a unos parches dorados o plateados que las sostenían de las  esquinas. Las hojas estaban empastadas en un libro duro de color oscuro y textura aterciopelada.


Ese era el álbum más viejo que guardaba con celo mi tía, al cual solo tenían acceso aquellos que ya habían cumplido los 12 años o más, mientras tanto, se convertía en un objeto de deseo y cada fin de año cuando mi mamá me enviaba de vacaciones, miraba de reojo el lugar donde se guardaba el álbum, y me preguntaba, sin cuestionar al adulto, por qué no podía verlo; qué guardaba ese libro oscuro, qué secretos terribles no podía yo saber; mi hermana y yo intercambiábamos miradas tratando de adivinar lo que la otra estaba pensando, tal vez subirse al banquito y robar el álbum para verlo a escondidas en el baño o dejarlo debajo de la almohada y esperar a que los grandes se durmieran para poderlo revisar. Menos mal nunca pasó pues de haberlo hecho mi hermana y yo hubiéramos muerto de miedo. Una vez cumplí los 12 años lo primero que pedí en esas vacaciones fue ver el álbum, y lo que encontré además de fotografías de familiares y extraños que nunca conocí, oxidadas, enmohecidas unas y sepia otras por el paso del tiempo, fueron las fotografías de memento mori[2] de la familia; entendí con los años que mi tía, guardando con cuidado el álbum, hacía lo que hacen los adultos, cuidarnos física y mentalmente.


La fotografía postmortem fue una práctica rápidamente difundida desde la aparición del daguerrotipo a mediados del siglo XIX, hasta las primeras décadas del siglo XX. El dolor de la partida de un ser irremplazable comenzó a sentirse con fuerza cuando las familias comenzaron a disminuir el número de sus miembros. Inició siendo una forma de inmortalizar a un ser querido  que no había sido fotografiado en vida, así que por esta razón las fotografías postmortem más comunes fueron de niños o bebes muertos pues en el siglo XIX era común que los menores de cinco años fallecieran a causa de enfermedades que para la fecha eran incurables. Estas fotografías significaban un costo económico alto para la familia, por lo que en primera instancia, las familias de clase alta y media eran las que podían pagar por ellas; más tarde con la masificación de la fotografía fueron las clases bajas las que hicieron de esta práctica algo común.
Con el tiempo comenzó a verse como una práctica macabra que impuso el ocultamiento, lo cual hizo que desapareciera de la escena doméstica casi en su totalidad y  se usara de manera exclusiva en registros judiciales o archivos sobre lo extraño y/o escalofriante. Se podría hablar de una situación  paradójica, pues muchos registros fotográficos de las guerras civiles y mundiales, aunado a la proliferación de imagen de violencia, dan cuenta de su uso en el ámbito informativo; sin embargo, en espacios domésticos, se volvió algo vergonzante que se prefería realizar en secreto.
Las imágenes postmortem, como uso social, son un vestigio importante de la mentalidad de una comunidad. En sociedades medievales donde todavía no se había desarrollado el individualismo, el cuerpo era parte de la comunidad; la muerte era algo que pertenecía a todos los miembros de la colectividad y los sentimientos de dolor que evocaba eran compartidos por todos sus integrantes. En el siglo XIX, la muerte, el dolor y el luto se volvieron un asunto más privado; cerrado a un grupo familiar, y esto aunado al cambio de una mentalidad colectiva a uno individualista, hizo que emergiera una comprensión diferente de los despojos mortales y el culto a los cementerios. Es por esta razón que la fotografía postmortem se hizo algo memorable, una expresión y valoración de la individualidad. Dicha individualidad es  lo que queda abrazada a la imagen (Benjamin, 1931, pág. 384), es lo que busca el observador; la fotografía lo incita a identificar el lugar en el cual, el minuto pasado nos sigue hablando hoy[3].


En el texto Benjamin dice que la cámara y el ojo son de  naturalezas diferentes, por ende, en vez de un espacio consciente creado, hay un espacio creado inconscientemente (Benjamin, 1931, pág 382); Benjamin se refería a las fotografías de Blobfeldt donde aspectos fisionómicos de los objetos salen a la luz, características que el ojo vería con dificultad o que no ve; en consecuencia, la diferencia entre la magia y la técnica es una variable histórica; sin embargo, podría afirmar que ese espacio creado por el fotógrafo de manera consiente, refleja aspectos inconscientes a los que observamos la fotografía de memento mori.


Aquí es importante señalar entonces que la identificación de la imagen fotográfica y la auténtica identidad del individuo retratado se pone en juego pues según Benjamin “El valor cultual de la imagen tiene su último refugio en el culto al recuerdo de los seres queridos, lejanos o desaparecidos. En las primeras fotografías vibra por vez postrera el aura de la expresión fugaz de una cara humana” (Benjamin 1936, pág. 21). La presencia de lo humano en relación con la percepción de la ausencia como intención principal de la fotografía postmortem, es lo que la vincula con la memoria pues son sustitutos mnemónicos del individuo fallecido que contribuyen a guardar el recuerdo, a veces de manera sublimada de aquel que ha partido. El valor de culto, según Benjamin, impulsa a mantener escondida la obra de arte; sin embargo, “con la emancipación de las diferentes prácticas artísticas del refugio en el culto, aumentan las ocasiones para la exposición de sus productos” (Benjamin, 1936, pág.20).


 Las fotografías, convertidas en productos, se puede dividir en tres categorías. En la primera se hace un intento por hacer aparecer al difunto como si estuviera vivo, acompañado de sus elementos de trabajo o los juguetes en el caso de los niños; la segunda relativa al sueño eterno, donde el difunto aparece como si estuviera dormido en su cama o en una silla de su casa; la tercera tiene que ver con la mostración obscena del cadáver, sin eufemismos, presentado en su cofre mortuorio o con señales de descomposición.  No obstante, en todas las fotografías de memento mori, se traducen los signos de la muerte, rigidez y palidez.


Se puede delatar por la posición de las manos, el cuello o los hombros, aparecen abatidos, como un peso muerto y eso no se puede esconder ; es precisamente este rigor de la muerte lo que el fotógrafo trataba de enmascarar; algunos lo lograban con maestría, el conocimiento de su oficio y de los cuerpos sin vida; daban a sus “productos” el valor mágico de perpetuar al ser querido, de guardar la semblanza de la vida,  con lo que atenuaban la angustia por su partida a la vez que ayudaba a descargar remordimientos; otros charlatanes, como los llama Benjamin, apoderados de la técnica por razones comerciales y con el uso que se le da en la feria (Benjamin 1931, pág. 377), entregaban a los deudos resultados patéticos ;pintaban los ojos encima de los párpados, teñían de bermejo las mejillas o con la ayuda de parales, los ponían de pie.


De todas maneras, la fotografía, sea cual fuere su resultado, tenía algo que no podían captar las pinturas y era la expresión lograda por la imposición de la inmovilidad, lo que según Benjamin causa una impresión más penetrante que en las fotografías recientes. Obviamente el mejor modelo para un fotógrafo es el difunto pues no se mueve ni parpadea; es así como en algunas fotografías de difuntos con sus familiares, los ojos borrosos de los modelos, delatan la vida , los ojos del difunto siempre serán más nítidos, solo en la fotografía el cadáver adquiere una ilusión de vida que no lograrían de otra manera. Con el tiempo que tenían que destinar a la tarea, imagino la incomodidad que algunas personas podían llegar a sentir al  posar junto al difunto . El tiempo de exposición era más largo, lo que hacía que los modelos no vivieran el instante sino que se metieran en él (Benjamin, 1931, pág. 386).  





Para los deudos, el tiempo era muy importante pues cada segundo era el último que pasarían al lado del ser querido, sin embargo, en algunos casos, el fotógrafo se demoraba en desplazarse y llegaba a la morada del finado cuando éste ya estaba en franco estado de descomposición; en ese caso el tiempo debió ser una tortura, no solamente por el hedor que despedía el cuerpo sino por lo siniestro de la situación, ya que una cara que fue familiar deviene extraña a causa de la



autlisis que va apoderándose del cuerpo inerte.
           
La importancia de la fotografía postmortem era mayor que la de unfotografía ordinaria y así mismo su costo, pues siendo los fotógrafos también comerciantes, ofrecían la fotografía de memento mori como algo especial y cuya producción requería de estrambóticas exigencias [4] lo cual, incrementaba el costo del servicio. Así surgió una nueva forma de abordar el tema de la muerte  con lo que la fotografía de memento mori se tradujo en su ejemplar más notable, una de las formas más románticas de alabanza a  los muertos.


En la segunda mitad del siglo XIX eran las familias quienes se encargaban del cortejo fúnebre, eran ellos quienes elegían una imagen del cuerpo que querían conservar para el recuerdo, una forma de mantener la identidad  de la sustancia a través del cuerpo. En la tradición judeocristiana, nuestro cuerpo está vinculado  con el sí-mismo, luego conservar el cuerpo es conservar al hombre. La fotografía postmortem se hace entonces un objeto transicional, es uno de los objetos más perfectos del individualismo, la preocupación por el rostro se vuelve muy importante; trató de alejarse de la imagen médica que muestra solo cuerpos, enfatiza entonces en la condición de individuo con una identidad propia. Por ende, los familiares daban gran importancia al rostro que es la parte más singular  del cuerpo.  Esa imagen única del difunto, era una aparición áurica pues los daguerrotipos no tenían posibilidad de ser reproducidos (Benjamin, 1931, pág. 390). Las imágenes de memento mori, sean estas pinturas o fotografías, siempre tiene un halo macabro difícil de digerir, quedan hondamente marcadas en el registro visual pues develan nuestra condición finita; así que presenciar la muerte de manera tan elocuente produce estupor en quien la ve y por ende  una fascinación que pocos estamos dispuestos a aceptar.
No obstante, si bien es cierto que se puede hablar de una estetización del espacio creado para la fotografía postmortem, es muy peligroso, como lo afirma Benjamin parafraseando a Sasha Stone, hablar de la fotografía como arte. “La fotografía liberada de un interés fisiognómico, político o científico se vuelve creativa y el objetivo es la visión de conjunto, con lo que aparece el fotógrafo a sueldo” (Benjamin, 1931, pág. 401),  de esta manera se convierte en precursora de la comercialización pero no del conocimiento; lo creativo de la fotografía se entrega a la moda y como tal, traduce una realidad distorsionada. La fotografía postmortem no fue la excepción pues supuso una nueva forma de afrontar el óbito y con ella una masificación y mercantilización de la muerte.
En la postrimería decimonónica, las empresas funerarias se encargaban de los arreglos mortuorios, lo cual hizo que tanto las pompas fúnebres como el arreglo del difunto se estandarizara pues ya no eran los familiares los que arreglaban el cadáver a la espera del fotógrafo quien lo podía disponer en cualquier posición, sino que una vez en el cajón, solo restaba esperar el sepelio, lo que ocasionó el ocaso de la fotografía de memento mori, así como también la del oficio del fotógrafo quien ahora solo se limitaba a documentar el trabajo de la empresa fúnebre, lo que se popularizó con el nombre de fotografía de cortejo.
Respecto a las imágenes hay que decir que con la aparición del papel fotográfico, el negocio de los fotógrafos se amplía con la venta de copias, quienes cobraban por docena; y no solo promocionaban copias de fotografías tomadas por ellos, sino que ofrecían el duplicado de retratos en miniatura de los amigos y familiares muertos en tamaño natural así como también de retratos en daguerrotipo. Con los diversos métodos de reproducción técnica de la obra de arte, la exponibilidad creció de tal manera que desplazó la función mágica para dotarla de funciones nuevas como la artística (Benjamin 1936, pág. 20); en el caso de la fotografía, esa magia estaba condensada en el daguerrotipo[5] pero con las copias en papel, el valor de exposición comienza a hacer retroceder el valor de culto, hace que el aura[6] destelle por última vez, lo que constituye para Benjamin la melancolía de su incomparable belleza.


Un ejemplo que ilustra lo anterior lo podemos observar en las fotografías de angelitos[7], ya que las imágenes del cuerpo del niño muerto distribuidas en papel comenzaron a  tener un valor cultual por su carácter de reliquia, pues en concordancia con el dogma de fe, los niños mueren sin pecado y por ende van directamente al cielo, lo que asegura protección a los habitantes de una familia y bendición a las casas. De ahí que a pesar del dolor de los padres, era un motivo de júbilo; así las cosas, la criatura era vestida de blanco y su fotografía comenzó a ser parte esencial del ritual mortuorio, puesta en altares a las que se le llevaban ofrendas, de tal forma que sirviera como instrumento de duelo para los padres y refuerzo del vínculo con dios. Hoy dichas imágenes hacen parte de la iconografía museográfica, lo que tiene como resultado el desplazamiento del valor cultual para darle paso al valor exhibitivo.


Con el tiempo, fueron desapareciendo las postales mortuorias y cualquier recuerdo que capturara la imagen de la muerte devino inconcebible, condenándola a la clandestinidad y tornándose tabú. Al mejorar las condiciones de salubridad y extender el tiempo de vida, la muerte se hizo cada vez más lejana y con ella la costumbre de tomar fotografías a los muertos. Algunas personas todavía lo usan, sobre todo para poder elaborar el duelo, sin embargo, no es algo popular y se queda en la esfera doméstica. En la esfera social, intentamos ocultar la muerte o trivializarla a través de películas sangrientas o videojuegos ultraviolentos que la sustraen de su dramatismo.


Una vez más vemos como la idea de la muerte y todas sus representaciones, habla del momento histórico y de su mentalidad. Nuestro zeitgeist ha construido su cosmovisión a partir de la supremacía de la razón y el desarrollo científico y entra en franco desacomodo cuando se da cuenta que aun tendiendo las armas más potentes, fracasa ante la ineludible finitud de la existencia, con lo que dilata la vida hasta las más dolorosas consecuencias en un afán desmedido por preservar la vida y desconociendo, o más bien negando, una filosofía de la muerte; así que preferimos apartar la mirada y distraer el pensamiento ante el fin de la propia existencia a partir del cine snuff, los juegos agresivos y las imágenes que recrean o presentan la muerte de los otros en prensa y televisión y en la museificación de las fotografías de memento mori que hablan de una lejanía como si la muerte fuera un asunto del pasado.

Referencias bibliográficas
Benjamin, W. (1931). Pequeña Historia de la Fotografía
Benjamin, W. (1936). La Obra de Arte en la Era de su Reproductibilidad técnica. Obras, Libro I.  Volumen 2





[1] En 1843, el fotógrafo John Elliot fue de los primeros fotógrafos en Buenos Aires (Argentina) en publicitar su estudio en el semanario British Packet; con este dicho, que en el tiempo se convirtió en slogan de daguerrotipos, se invitaba a las personas a registrar su imagen como recuerdo para los seres queridos aun en la muerte.
[2] El memento mori es una alocución latina que significa “recuerda que tú también vas a morir”. En el siglo XIX fue usada para catalogar las fotografías de difuntos.
[3] En el caso de la fotografía de la tía Teresa (Ver ilustración 1) es pertinente acotar respecto al texto de Benjamin, que su muerte sucedió casi 60 años antes de que yo naciera, por lo tanto, esa fotografía de la niña muerta, seguirá siendo la de la niña muerta, así ese ser humano que entre flores yace, sea una de las hermanas mayores de mi madre.
[4] Algunos de los artilugios usados por los fotógrafos eran parales que sostenían al muerto para ponerlo de pie o mantenerlo sentado. También debían “embellecer” el cadáver pues a diferencia de las pinturas que se realizaban anteriores al daguerrotipo, en las fotografías la ilusión de vida se hacía más difícil por la palidez y rigidez del cadáver, esto podría ser óbice para el fotógrafo, sin embargo, varios trabajos de la era victoriana comprueban una buena labor, al dejar en la fotografía el efímero anhelo de vida; aunado al embellecimiento del cadáver, se debía hacer una escenografía que estetizara la muerte, apoyado el fotógrafo en objetos religiosos, mantas, flores, juguetes, etc... Por estos servicios y aprovechando el duelo de los familiares, cobraban grandes sumas de dinero
[5] Dice Benjamin que la más exacta técnica puede dar a sus productos aquel valor mágico que una imagen pintada ya no puede tener para nosotros
[6] Para Benjamin el aura es “la suma de cuanto desde lo que es su origen nos resulta en ella transmisible, desde su duración de material a lo que históricamente testimonia, su peso tradicional, es una trama particular de espacio y tiempo. La aparición irrepetible de una lejanía por cercana que ésta pueda hallarse” (Benjamin, 1939, pág. 14). En el caso de la fotografía postmortem, exceptuando los daguerrotipos que todavía conservan su aquí y ahora por cuanto no es posible una reproducción fiel de la placa, la historia que encarnan las fotografías van sumando un valor con el paso del tiempo, con lo que se puede afirmar que el aura de las fotografías postmortem se recupera al hacerse irreproducibles por la falta de un negativo y porque suman una tradición dentro de nuestra herencia cultural.
[7] Se llama de esta forma a la fotografía de niños muertos que reemplazaron las procesiones del cuerpo inerte del infante a las casas de quienes lo solicitaran pues era de buena suerte tener al angelito en casa. Con el avance tecnológico y la incursión del papel fotográfico, ya no era necesario desplazar el cadáver sino distribuir su fotografía. Este tipo de imágenes, no eran adoradas per se, sino porque representaban metonímicamente el cuerpo del angelito.

HOWL: Un aullido desde y para la sociedad






Afiche promocional de la película

Por
Catalina Insignares
Gustavo Rojas 
Especial para La Moviola 

¿Qué es el arte? ¿Qué es la literatura? ¿Cuáles son sus parámetros? Como artistas a veces debemos auto cuestionarnos que es lo que hace a nuestro arte valioso, ¿Qué es lo que hace que nos haga llamarlo arte? ¿En realidad es el valor cultural de una pieza que hace que el imaginario colectivo de una sociedad lo convierta en algo icónico, simbólico, valioso?
Es difícil determinar el punto de valía de un objeto o (especialmente) de la gran virtud intangible de las palabras, aun así a veces nos vemos enfrentados a un juego de bandos que nace y muere en la sociedad y época en donde se generan los puntos de giro más dramáticos de la historia, los momentos más impresionantes de un cambio que la humanidad siempre anhela y que en la línea del tiempo queda registrado como uno de los momentos en los que nuestra especie dio un paso hacia el frente en el largo e interminable camino que llamamos evolución.
Por años hemos sido deponentes del crecimiento de la sociedad, de sus cerebros paganos y su conciencia sardónica; de quienes nos controlan, y azotan, y flagelan con la integralidad del juicio de la utopía de la masa y la unidad; el engaño ardiente y prolijo, ubicuo, vano y vil de la efímera demografía neuronal de quienes somos por obra y omisión, el lastre del órgano digestivo y purga de la contaminación visual y auditiva del aire asesino de nuestros días, acido del mañana y sobreviviente del futuro de las partículas interestelares del tiempo y el espacio.
Ok, sí, tal vez nos dejamos llevar; ni siquiera sabemos el nivel de conciencia que se necesita para escribir algo así, pero lo que sí sabemos es que este también podría ser un aullido profundo, un sonido en prosa que al oírlo nadie entiende pero que está perfectamente codificado y cuyo mensaje puede ser descifrado e interpretado y reinterpretado hasta el fin de la hemorragia imparable de la existencia humana.
Hay que confesar que más que inspiradora, esta historia es reveladora pero sobre todo liberadora, borra de la mente prejuicios establecidos que hace que las bestias conceptuales que tienes tras los barrotes de la conciencia puedan correr por el teclado sin miedo a ser juzgadas, puedan expresar toda la ira y la rabia que llevan dentro, puedan darse el lujo de ser disparadas y así pasar de ser meros impulsos eléctricos a convertirse en nada: ese es el mensaje que nos deja Allen Ginsberg: despresuriza la cabeza, deja que lo que ha de venir venga y que lo que ha de salir salga.
Un grito de libertad y nunca de miedo de quien se arroja de un risco ambicionando sentir la libertad de tal vez uno o dos segundos y que a la vez está dispuesto a dar su vida por ello. La valentía de un grito dispuesto a escuchar su eco, la tenacidad de un terremoto dispuesto a existir por un momento, aunque con ello se destruya a sí mismo. Eso es “Howl” un grito del alma, un discurso sin filtro, un salto sin paracaídas, un trozo de vida después de tanta muerte.
Una de las cosas más interesantes de esta película es que maneja una riqueza de subtextos impresionante. La película se enfoca en la vida de Allen Ginsberg y en el juicio al que estuvo enfrentado Lawrence Ferlinghetti (su editor) por publicar “Howl y otros poemas” en el año 1955; pero en medio del viaje en el que se embarcan los directores de la película nos dejan ver un mundo saturado por la religión, unos 50´s cundidos de estereotipos y cánones de orden y cortesía que se deben cumplir, nos muestran una sociedad americana regida en su mayoría por la religión en donde la homosexualidad es vista como la peor enfermedad, tanto así que podemos concluir que el subconsciente de Ginsberg se desarrolla en un ambiente totalmente aislado y solitario en donde la fuerte presión social y el instinto de supervivencia actúan como terapia de choque forzándole a convencerse de ser heterosexual en algún punto de su vida para no sentirse “enfermo” y para que le permitieran salir del manicomio en el que se encontraba. El laberinto que cada día recorría en su cabeza, no le daba más salidas que la muerte, la renuncia a su vida  o la renuncia a su existencia, la confrontación con el espejo de lo más preciado, el intercambio de identidad por aceptación y el mercado en el que el protagonista era ofrecido a diario; son constantes goteos a lo largo de la película.
Otro punto interesante en la película, es la noción de muerte, “la sopa del tiempo”. Así es como el escritor concibe la muerte, el eterno sueño que no da más opciones, su temor al reloj y a la vez su conciencia acerca del fin. El anhelo por lograr su libertad antes de que la eternidad llegara por él. Cuando el artista recuerda la muerte de su madre en la entrevista, muestra un sentimiento de tristeza y a la vez de conciencia, tal vez un poco de culpa  al haber firmado la autorización del procedimiento medico en el que ella falleció y con ello, deja ver el temor que el mismo tiene de morir sin alcanzar, aunque también menciona la devaluación que había tenido su vida y el auto-rechazo que sentía después de haber pasado por el sanatorio mental.
La película arranca mostrándonos el interior de un bar en el que hombres y mujeres han asistido a la lectura del manuscrito “Howl” por parte de su autor. Como es una película de estética mixta, los autores han decidido darle a este escenario una fotografía de registro emulada a blanco y negro. Como obra cinematográfica podríamos verla e interpretarla como materia de ficción, sin embargo su reconstrucción por medio de fotografías y su estética de falso documental (al menos en la mayoría de su extensión) la convierten en uno de los más hermosos Biopics jamás filmados.
La lectura del manuscrito arranca, la multitud a la expectativa, el humo de los cigarrillos, el licor en las mesas, las bombillas que iluminan el lugar, las dimensiones del espacio, todo ello nos indica y sugiere el tamaño del mundo en el que vive su autor pero ante todo la atmosfera que cubre este mundo. La fotografía entonces hace denotar su doble función estética expresándonos un mensaje muy sencillo pero contundente: la vida incolora de un hombre, las palabras de una pequeña masa que no vive en armonía con el pueblo sino que se ve relegada a ser un tumor y un cáncer que debe ser extirpado, los pensamientos que viven en las sombras y escondidos en bares privados, sin ventanas, bajo tierra porque las ideas de estas personas aberrantes no deben permear a la sociedad, solo pueden ser difundidas en lugares ocultos, bajo la superficie y lejos de la luz del sol donde muy probablemente no puedan echar raíces.
La escena representa abiertamente a la sociedad de todos los tiempos y a su doble moral, en la que lo real se oculta y lo ficticio se pretende como lo real. La lucha del hombre y su filosofía, el dilema de lo bueno y lo malo, el blanco o el negro, lo moral y lo inmoral, la muerte y la vida y todos aquellos puntos extremos que no dan lugar a intermedios aunque entre dos colores siempre se encuentren diferentes matices. “La radicalidad de la filosofía social” la volubilidad de la individual y la máscara que se porta como parte del atuendo diario; son elementos indispensables que se hacen presente en esta primera parte de la película. Antes que en el contenido de la primera escena, el punto de reflexión se encuentra en la profundidad de la actuación de su protagonista, pero ante todo en los profundos conceptos semióticos que este desarrolla de una manera muy informal. Teniendo en cuenta todo esto, no era para más que la Dirección de Arte de la película estuviera basada en la época. Encontramos un sinnúmero de objetos que hacer que el filme tenga una riqueza visual y texturas que embellecen y aportan narrativamente. Como ya se mencionó anteriormente, tenemos este bar oculto que representa casi los confines de la tierra en donde, con un estilo simplista, sólo se ven lámparas de diferentes estilos, mesas desgastadas, paredes viejas y desnudas con algunos cuadros colgados que incitan a esta desnudez propia de lo que está sucediendo con la lectura de Howl en este lugar.
La caracterización de los personajes es bastante fiel a los referentes reales mostrados al final de la película, el cuidado estético de la imagen es bastante minucioso, tanto así que nunca se pierde el pacto ficcional con el espectador hasta hacernos creer que es el mismo Gingsberg el que nos está contando la historia gracias a la actuación de James Franco.
Algo que eleva su valor artístico es que es una reconstrucción biográfica basada en una de las piezas literarias más controversiales de su época. Toca profundamente y sin miramientos temas éticos, morales y religiosos de una manera directa, como una estocada de frente y hasta el fondo; Ginsberg no tiene piedad ni compasión con la sociedad y nos introduce en un lamento social, en una especie de reflexión trepidante de metáforas y alegorías fantásticas que hierven el cerebro y que son difíciles de digerir para la razón. El autor del poema se encuentra de frente con una sociedad machista y tradicional, que excluye a los homosexuales convirtiéndolos en el lastre de la sociedad, ese punto medio para el cual no hay espacio dentro de ella; pero al mismo tiempo los autores de la cinta impulsan este concepto usando como catapulta la órbita del mundo de Ginsberg y es allí donde la línea narrativa parece sufrir una fractura argumental, que más que ruptura se nos ofrece a modo de una bella deformación congénita originada desde el guion, por un lado estamos en la lectura del poema, por el otro en una entrevista con este mismo autor, una entrevista que sucede dos años después de la lectura del documento pero que es técnicamente simultaneo al proceso legal que se está llevando a cabo por la publicación de la misma obra en donde se le acusa de no tener valor estético, de ser inmoral, ofensiva y demás... todos estos conceptos representados en el abogado que entabla el juicio en contra de Ferlinghetti en donde el uso de su lenguaje modesto, su expresión corporal pasiva y sus palabras defensivas (sin incluir claramente los parlamentos del personaje) nos demuestran que está representando al tradicionalismo más arraigado de la sociedad.
El comercio del “yo”, el renunciar a la singularidad de cada uno, a sus pasiones y miedos, a sus gustos y odios; la metamorfosis que se sufre cuando la niñez se agota y lo que queda de ella es un comerciante de identidad, un guerrero cuya lucha deja de ser propia y se convierte en la más popular y ruin carrera por llegar a una posición dentro de la “cámara de gas” que duerme al hombre y despierta a la máquina. Dentro del monstruo que se alimenta de humanos y produce piñones para el sistema, dentro de la “sociedad” que construye una colectividad en la que la diferencia no tiene cabida.
Por otro lado tenemos al capitalismo enmarcado como otro subtexto de la película. Nos encontramos con un escritor abrumado por un sinnúmero de cosas entre ellas el orden que se considera lógico del mundo en el que se va a trabajar esclavo de un salario y en un puesto de trabajo sentado durante horas haciendo lo que no le apasiona y como las calles se encuentran sobrepobladas de esta clase de personas cubiertas de negro y con corbata, todas sacadas del mismo patrón y cabizbajas con sus maletines en la mano y la tristeza que estos rostros llevan debajo de las vestiduras; el capitalismo nos ha hecho esclavos y esta es una de las casi conclusiones a las que se llega con la película. Una de las secuencias animadas más interesantes de la película nos muestra a Neil siendo juzgado, saliendo de una prisión, de la prisión en la que lo mantuvieron encerrado que es el manicomio, un lugar que se representa por medio de barrotes, un lugar del que escapa pero saltando al vacío, saltando a encontrarse vagando desesperado en contravía de los demás, en un mar de humanos casi robotizados que no piensan y aparecen como sombras con sus maletines y sombreros en la penumbra. Aquí se percibe esta confusión de aquellos que piensan diferente al sistema, que se encuentran entre un mundo de sombras, de réplicas, navegando en contra de la corriente, corriendo para salvarse y escapar del mundo sin sentido con un orden irracional.
Howl es un grito dramático de la sociedad para la sociedad, pero también es un grito interno que el autor estudia a profundidad desde el inicio de su discurso; la entrevista inicia de una manera honesta, divagando entre lo que es el arte de la escritura y lo que no es, entre que tan consiente se es al escribir y que tan controlado es este proceso dentro de la mente de quien lo ejecuta; indudablemente es una cuestión (en mi opinión) más inconsciente, pero de cualquier modo guiada y supervisada por nuestra propia razón, en ocasiones cuando escribimos, hay momentos en los que las palabras son como una marea en la que nos dejamos llevar lentamente, otras veces esa marea calmada se convierte en un gran oleaje que rompe contra el teclado o el papel una y otra vez, en todo caso Ginsberg es honesto y reconoce que ni siquiera la mayoría del tiempo es él el que está a cargo del proceso creativo de su literatura, solo es en algunos momentos fugaces en los que poco a poco se puede dejar llevar por ello y logra encontrarse en medio de su propia automedicación, el resto del tiempo simplemente cuida de que todo suene bien.
La escritura como proceso de creación artística toma lugar de manera libre en la mano de su autor; siendo esta la única “regla general” que podría regir tal proceso. El artista vuela en busca de su libertad, con sus propias alas, con su propio peso, en su propio cielo, sobre su propio mar y es ese hecho lo que hace que su obra sea un reflejo de sí, una simetría que se teje entre lo que se siente y lo sentido, lo soñado y lo recordado, lo inventado y lo real y aún lo real se desprende de la creación de una posición personal. Cada verdad o cada mentira pueden ser tan ciertas o tan falsas en la mente del artista; el cronos cambia, la lógica es diferente, el mundo se transforma e incluso surge la pregunta: ¿de qué mundo se quiere despertar? ¿Cuál es el mundo real?. Vuelve con eso a cerrarse el circulo de dos extremos que es más real que lógico y que rodea a lo que llamamos sociedad. La posibilidad de crear, la tentación de inventar, de dominar, de salir de si, de abrir la puerta y morir por la vida, de sentir y gritarlo, de construir un aliado que le gane al tiempo y que aún después del fin, sea capaz de seguir gritando con tanto fervor como siempre, lo que se le encomendó expresar.
En una de las primeras escenas, el protagonista empieza a escribir y a medida que lo hace, una melodía se levanta, luego las letras dejan de ser letra y el acto de escribir se convierte en una danza al ritmo de su libertad. Un baile que lo mueve a su antojo, “su padre” nunca encontraría su pequeño mundo libre y era así que ahora el era libre de bailar. El era ahora solo una sombra proyectada en las calles de su ciudad. La locura no se presenta como un estado negativo sino de libertad y es que ser libre en cualquier época, nunca ha sido tan lógico, tan posible, tan normal. Sin embargo, algo que el protagonista menciona en su entrevista, es la intrascendencia que se le da a las expresiones sentimentales dentro de la sociedad; a nadie lo importa lo que el otro siente, lo que se opone totalmente al hecho de que a muchos les importa lo que otros hacen. Lo básico y preoperatorio del comportamiento humano se evidencia en tan absurda mecánica de interacción. La incapacidad de construir a partir de un sentimiento de otro, de mantenerse ajeno a su sensibilidad, pero por el contrario la voracidad del juicio humano y la intolerancia a la diferencia. Es tan importante la escritura y la lectura en esta película y tan fundamental como función artística y de catarsis que estos dos elementos se convierten en el eje central que permite que la película se desarrolle. Esto no sólo ocurre porque la película sea un Biopic de un escritor si no también porque por medio de estos dos elementos se expresan los más profundos sentimientos y deseos de este ser humano, es su forma de comunicación. Siempre que vemos secuencias en donde Gingsberg está escribiendo o está leyendo Howl ocurre un avance dramático en la historia, por lo general de estos dos elementos surge una nueva secuencia animada que le da origen a una idea para terminar juntándose todo y generando el contenido final de la película.
La crudeza del discurso del artista y su deseo de mostrarse abiertamente a través de su obra, fue mayormente lo que condenó a la crítica, pero a su vez lo liberó de las ataduras morales impuestas dentro de su sociedad. Uno de los fragmentos más útiles de la entrevista, se proyecta al inicio de ella y nos aproxima de una manera general a la visión de literatura que él tenía; “es la capacidad de comprometerse con lo que uno escribe, de escribir de la misma manera que tu eres”. Lo anterior revela la ambición que el autor tenia de plasmarse así mismo en su obra, de servir un plato crudo y natural en la mesa del lector; no para que le gustara, sino para que le conociera. Su  mayor interés (revelado en la entrevista) era el de encontrar un lugar para lo real, en lo que se escribía. Tener la capacidad de ser escuchado con su propia voz en alto, con sus propias palabras y con la bella rudeza de su verdad.
En su entrevista, el artista describe el sentimiento y su forma de expresión, como un proceso similar al de la excitación sexual y el proceso que se vive antes de llegar a un orgasmo. La sexualidad, a pesar de ser un aspecto que no es ajeno a ningún ser humano, se convirtió en un tabú social de la época, que inducida por la iglesia encontró en su práctica, un propósito únicamente fisiológico, consignado a la tarea de la preservación de la vida sobre la tierra e incluso condenable si se pensaba como forma de placer y satisfacción. En un momento de la entrevista Allen menciona que el sentimiento es una sensación que inicia en la boca del estómago, y luego sube al pecho y luego sale en un gemido, un grito, un aullido. De esta manera, hace un paralelo con el acto sexual. La relación que el escritor encontró entre su arte y su sexualidad, era una de las razones por las cuales era condenado, el hecho de inspirarse en un tabú social y expresarlo abiertamente, lo convertía en un promotor del caos y el desorden que por supuesto era una conducta reprochable e insana.
Es importante tocar el punto de la creatividad porque el valor que otorgamos a esta, es lo que vemos como eje central de esta historia. El juicio que se llevara a cabo en contra del editor de Howl y otros poemas es un juicio en el que se necesita la misma habilidad retórica para poder paladear las palabras de la obra de un escritor muy expresionista y a pesar de su crudeza lograr hacer que se vea su valor estético y artístico en tiempos en los que todo es un tabú, todo es censurable y todo más que nada es inaceptable. Desde este punto de vista, la edición aparece como un gesto dinámico y revitalizador de la obra, pues funciona en pro de ritmos diferentes que se alternan según cada punto que se toca: el juicio, la lectura de la obra, la entrevista con el autor o la interpretación visual y animada que se nos otorga de algunos fragmentos de este poema. Todos construyen un arco dramático que tiene como común denominador el mismo concepto: ¿qué es lo moral y lo inmoral? ¿Cuál es el vocabulario apropiado que debe usarse a la hora de crear arte? Y pues se entra también a explorar nociones de lenguaje que desde el punto de vista de un autor como Allen solo conviene avistarlas de la manera más abierta posible, teniendo en cuenta que las emociones reales del ser humano tienen un valor que debe registrarse y valorarse como parte del todo en el que estamos.
El vocabulario usado en la obra y su estilo literario, de alguna manera se convierten en algo ofensivo y retador para el abogado. Puede evidenciarse una posición ignorante y curiosa de parte de él, cuando  intenta descifrar lo que quiere el escritor en determinados fragmentos. Momentos después de la lectura de un aparte del poema, surgen muchas preguntas acerca de que quiere decir esto o que quiere decir lo otro; finalmente el testigo (Profesor de Inglés de la Universidad de California) contesta con un argumento contundente: “Señor, no se puede traducir poesía en prosa, por eso es poesía”. En la cinta, el abogado toma el lugar de la sociedad, que cuando ignora el significado de algo, lo estigmatiza y lo coloca en el bote de las cosas negativas, dañinas, peligrosas y relegadas a juicio. A la vez, la curiosidad por saber, por encontrar argumentos más allá de lo visual, de lo simple, de lo básico, de encontrar una razón que los convenza a ellos mismos de los que pretender creer y lo que se supone quieren defender. El afán que muestra el abogado por descifrar un mensaje que se emite en un código que él no maneja, muestra la ruptura comunicativa que toma lugar entre Allen y algunos de sus lectores. Lo anterior nos sugiere que la obra en si misma, tiene la capacidad de elegir a sus interpretadores, de entregar el mensaje solo a aquellos que manejen un código común con el escritor, solo a quienes logren ver más allá de las palabras indiscretas y la crudeza de su composición.
Teniendo en consideración el arte como una parte esencial de la capacidad de creación del ser humano, es preciso defender su libertad en términos de expresión e interpretación; al enfrentarnos al arte como una dimensión humana, más que  como un campo más de la comunicación. Al reconocerle como dimensión fundamental dentro de la expresión, se llega al reconocimiento de éste como un aspecto capaz de interactuar por sí solo con el medio, ya que cada pieza es un poco su autor y cada autor es un poco de su pieza. La relación que se construye entre estos dos, es más allá que un lazo fraternal, trasciende de lo emocional, lo crudo, lo sentido, lo momentáneo y lo permanente, hasta lo físico, la estética, lo palpable a los sentidos y casi que obliga al espectador a tomar una posición ante dicha relación en la que aún la indiferencia toma parte como reacción ante tal movimiento sincrónico que se produce entre ambos.
En la película se evidencia una dinámica que resalta de una manera imponente y trascendental el papel que juega el concepto de arte expuesto en ella. La pregunta de “¿qué es el arte?” nos sorprende como espectadores, al darnos más de una opción cuando miramos la interacción casi homogénea pero a la misma vez independiente que se construye entre el trabajo y su artífice. El arte como talento y capacidad de producir un material atrapante, el arte como pieza producida para atrapar, el arte como interpretación de un sentimiento, el arte como resultado de una emoción, o más bien el arte como una prolongación de un ser humano capaz de expresarse de una manera menos convencional, siempre convergiendo en el mismo punto de la creación. El poder de mirar más allá del límite más obvio (que se piensa encontrar en la pieza como tal) y decidir asomar a la ventana  del espectador para presenciar su reacción; esa respuesta que le atrapa, lo involucra lo hace parte de su misma creación y le permite un equilibrio que se observa desde el otro lado del arte.
El universo del personaje tiene un componente interesante que también nos cuenta otro subtexto y es el abandono. La madre de Gingsberg estuvo internada en un centro psiquiátrico desde que él era niño. Encontramos una secuencia de la película en donde Allen relaciona a “Moloch” con el abandono de su madre. Las ilustraciones que se ven en esta secuencia de la película nos muestran a una representación del diablo envuelto en llamas, es un espacio infernal, saturado de rojos, ardiente y aterrorizante. Se ven a lo que se considera son padres arrojando a sus hijos pequeños a “Moloch”, estos niños son casi arrojados al vacío, a la nada, a un futuro incierto. Probablemente esto era lo que sentía Gingsberg por parte de su madre, se sintió abandonado y arrojado al vacío sin tener esa figura materna a su lado para crecer “normal”, como los demás niños. Moloch hace referencia a un dios que simboliza el fuego purificante y simboliza el alma. El espíritu de Moloch simboliza la oscuridad y para llegar a la purificación del pecado se debían realizar sacrificios en su honor. Su representación está compuesta de cabeza de carnero y figura humana sentado en un trono con corona. Los sacrificios que Moloch prefería eran los niños debido a que eran los seres más “impregnados” de materia de la que carece él. En la demonología medieval europea Moloch aparece como la figura demoniaca que sentía placer al provocarles dolor a las madres de estos hijos sacrificados.
Esto puede tener un poco más de concordancia con la historia de Gingsberg que no sólo se sintió abandonado en un precipicio, si no abandonado por su madre y condenado a una vida infernal y saturada de culpas y demonios persiguiéndolo.
Otro de los subtextos de la película hace referencia a la obsolescencia médica, en este caso psiquiátrica y como realizaba prácticas innecesarias y arcaicas basadas en juicios irrelevantes. Allen nos cuenta como su amigo Carl Solomon es casi torturado en la clínica psiquiátrica en la que lo internaron simplemente por no encajar en la sociedad del momento de la que ya hemos hablado anteriormente. En los años 50, se dice que la mitad de las camas de los hospitales estaban ocupados por enfermos con algún tipo de enfermedad psiquiátrica. A los pacientes psiquiátricos se les trataba con terapias como comas inducidos, electroshocks y lobotomías mezcladas con terapias farmacológicas. El abuso de utilización de sustancias altamente dañinas para el cuerpo como tratamiento a “enfermedades psicológicas” se debió a la revolución psicofarmacológica generada por laboratorios que buscaban convencer a como diera lugar a los médicos de que la solución a los problemas mentales eran las drogas. En 1955 especialmente las drogas tenían un excesivo costo lo que generó ganancias inmensas para las compañías de fármacos. Esto no es nada sorprendente y menos en el contexto del Holw que, volviendo al tema del capitalismo, nos muestra a un Estados Unidos completamente permeado por el dinero. Esto sin contar que los 50’s fueron los brillantes años de la publicidad, de la visión sexista y machista en donde la mujer era un objeto decorativo que debía permanecer en la casa realizando labores domésticas y sirviéndole a su marido mientras este trabajaba arduamente, bebía cerveza y fumaba cigarrillos.

Howl(2010) es una película dirigida por Rob Epstein y Jeffrey Friedman en Estados Unidos, específicamente en Nueva York.  La idea de la película surge cuando los directores en el año 2002 recibieron una llamada del propio Gingsberg que les propuso realizar una película documental en celebración de los 50 años de la publicación de Howl. Esos directores, ganadores de premios oscar los dos (Friedman por el documental Common Threads: Stories from the Quilt (1989) y Epstein por la película The times of Harvey Milk (1984) y el mismo documental) para ese entonces ya tenían afinidad con los temas de la homosexualidad como se puede ver en las dos películas mencionadas anteriormente y en The Celluloid Closet (1995) (La cual por cierto también está basada en un libro, en este caso de Vito Russo). El documental planteado inicialmente por Ginsgberg debía haberse estrenado en el año 2007 pero estos dos directores quisieron embarcarse en una ardua labor de enaltecer el trabajo del escritor y se tomaron mucho más tiempo del esperado para poder llegar a la altura de lo que ellos consideraban era una gran obra literaria. De este largo trabajo surge la película que combina lo que fue una entrevista que dio Gingsberg a un reportero de la revista Time junto con el juicio en contra del editor Ferlinghetti de la editorial City Lights, la lectura del poema hecha por Gingsberg y adicionando animaciones realizadas por The Monk Studios encabezando el equipo con Jude Adamson. Inicialmente se había planteado (como se mencionó) la realización de un documental; para ello los dos directores buscaron a las personas que estaban cercanas a Gingsberg y Howl como lo fue Peter Orlovsky, Ferlinghetti y Al Bendich (defensor del caso Howl) pero esto no estaba capturando el espíritu de lo que ellos querían realmente hasta que entrevistaron a Tuli Kupferberg un poeta que fue el eje central que desbloqueó el pasado de Gingsberg e inspiró a Friedman a observar ilustraciones de Eric Drooker, ilustrador que colaboró en 1992 con Gingsberg a ilustrar poemas. Al ver estas ilustraciones tuvieron la idea de mostrar en la película a Gingsberg joven y fue allí donde pasó a convertirse en un casi  documental con un actor que interpretara a Gingsberg en sus años de juventud. La información utilizada en la película es 100% real pero no podemos hablar de que es un documental propiamente pues la entrevista mencionada a  la revista Time no fue grabada, es invención de los directores entre otros aspectos que hacen a la película alejarse completamente de lo documental y volverse ficción.
En los años 50’s Allen Gingsberg era caracterizado por tocar la sensibilidad de la sociedad conservadora y la burguesía con su libro de poemas Howl pero esto no era lo único que lo caracterizaba, su inmersión en el mundo de las drogas y el sexo se vieron reflejadas en su obra pero más allá de todo esto existía la exaltación de la homosexualidad y el amor lujurioso mezclados con su lenguaje. Fue de gran inspiración para los directores la película Matar a un ruiseñor (1962) que es una película basada en la novela del mismo título de Harper Lee que también entre sus temas tiene fragmentos en un juzgado, y que corresponde aproximadamente a la época del juicio en contra de Howl, para poderse orientar de cómo se llevaban a cabo los juicios en esa época.
En el año 2008 durante la realización de la película se comenzó a reevaluar la ley que prohibía el matrimonio gay en California.
Retomando el tema de la homosexualidad es pertinente ahondar en como era vista esta condición en los años 50. Ser homosexual a lo largo de casi toda la historia de la humanidad (exceptuando algunos casos como en la Antigua Grecia) ha sido mal visto o ha chocado con los estándares; los 50 no fueron diferentes, es más, en esta época el rechazo hacia la homosexualidad era mucho más extremo. Una persona que deseara o amara a una de su mismo sexo era vista como enferma tanto así que en los centros psiquiátricos se trataban a los homosexuales con terapias de electroshock y lobotomías como métodos de cura.
Por otra parte, la cinta muestra como la homosexualidad de repente se convierte en un asunto de decisión personal. Cuando Allen cuenta la historia de su decepción amorosa con su amigo Neal; quien en un momento de desesperación quiso huir de su vida misma y convertirse en heterosexual, expresando a través de una carta su deseo de tener una familia y una vida acorde a los principios morales de la sociedad de la época. Para Neal el hecho de la homosexualidad se convierte también en decisión, mientras que para Allen, era considerado su propia naturaleza. El radicalismo que se muestra de parte de Allen frente a su condición homosexual y la posición homofóbica de la sociedad, son dos extremos que se repelen, pero que al mismo tiempo dependen el uno del otro; lo que convierte esa repelencia mutua en otro de los sin sentidos de los puntos extremos. Las opciones de Neal y su búsqueda de la satisfacción personal, le dieron más de una opción y el se muestra capas de decidir entre todas ellas, pese a las consecuencias de la misma.
A finales de los 40 e inicios de los 50 se realizaron informes titulados “Comportamiento sexual del hombre” y “ Comportamiento sexual de la mujer” en donde se revelaba que todos los seres humanos poseen alguno de los 7 grados que separan la homosexualidad de la heterosexualidad. Este fue el primer acercamiento que se tuvo realmente hacia la sociedad directamente sin que la homosexualidad se tomara desde el punto de vista médico de la época.
Boys Beware (1961) es un cortometraje estadounidense que se encargaba de advertir a los demás jóvenes del fenómeno homosexual en el que se veía a las personas con esta condición como locos y enfermos, pero enfermos de una invisible enfermedad cerebral. En los años 60 en Nueva York se le negaba a los bares que eran frecuentados por homosexuales servir alcohol ya que eran enfermos psiquiátricos. La primera organización política homosexual en Estados Unidos fundanda se conoció en Noviembre de 1950. Los homosexuales eran constantemente perseguidos y apaleados por la policía, eran despedidos de sus trabajos si se enteraban de su condición y rechazados por sus familias y comunidades. En los 50’s existieron constantes luchas para persuadir a las personas de que los homosexuales no eran un peligro para la sociedad, que de hecho tenían los mismo valores pero simplemente poseían una preferencia sexual distinta. También se fundó la organización Daugthers of Bilitis en 1955 en San Francisco que lograban tener artículos publicados a nivel nacional durante unos días pero estos eran erradicados por las cientas de organizaciones homofóbicas del país.
Debemos contar que en Estados Unidos la mayor cantidad de homosexuales siempre han estado asentadas en San Francisco, Nueva York y Los Ángeles (en donde se desarrolla la historia de la película y en donde vivió Allen Gingsberg) y que teniendo en cuenta fragmentos de la historia del movimiento homosexual en Estados Unidos logramos comprender mucho más el ambiente en el que estaba inmerso Allen Gingsberg y de donde surge la inspiración de los directores de Howl (2010) para realizar la película basados en investigaciones profundas.
Jeffrey Friedman nació en 1951, es un editor, guionista y cineasta Californiano ganador de un Oscar por su documental Common Threads: Stories from de Quilt que codirigió con Rob Epstein. Estos dos directores han codirigido desde 1987 con una productora llamada Telling Pictures ubicada en San Francisco varias películas.
Common Threads (1989) cuenta la historia del “NAMES Project AIDS Memorial Quilt” que fue un proyecto para realizar un edredón gigante en memoria de las personas que han muerto por Sida. La historia es narrada por Dustin Hoffman y cuenta la vida de cinco personas con Sida, la mayoría de ellos homosexuales.
Otro de los filmes codirigidos con Epstein es The celluloid closet (1995) documental que está basado en el libro de Vito Russo que lleva el mismo título publicado en 1981 en donde se da cuentas de cómo en el cine Hollywoodense se han contado historias sobre gays, bisexuales, lesbianas y transexuales. En la película se entrevistan a varias personas involucradas en la industria Hollywoodense que cuentan su experiencia con personas de la comunidad LGBTI. Con esta película ocurrió algo similar a lo que ya hemos mencionado que ocurrió con Gingsberg y el libro de poemas Howl y es que el autor del libro (en este caso Vito Russo) buscó a Epstein para que hicieran una versión cinematogáfica en 1986. Esta película estuvo en el Festival de cine de Venecia y en Sundance entre otros.
En el año 2010 codirigieron Paragraph 175  un documental que cuenta la historia de los homosexuales en el régimen nazi europeo.
Friedman estudió actuación desde que tenía nueve años; a los doce años actuó de manera profesional en Broadway.
Por su lado, Rob Epstein nació en New Jersey en 1955 ganador de dos Oscar, uno por el documental Common Threads, ya mencionado y otro por la película The times of Harvey Milk (1984) que narra la vida de Harvey Milk, el primer político abiertamente gay de San Francisco. Inicialmente Epstein se dedicaba a realizar documentales pero hoy en día ha orientado más su carrera hacia las películas de ficción. Este cineasta comenzó a realizar documentales desde los diecinueve años, hizo televisión pública como productor y director. Actualmente es miembro de la junta directiva de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas, es maestro actualmente de cine en el California College of Arts de San Francisco.
Junto con Friedman escribió un libro titulado “The Art of Nonfiction Movie Making” (2012) para ayudar a los documentalistas jóvenes.
Lovelace (2013) ha sido la última película que han codirigido estos dos directores, la película es sobre la vida de una actriz porno llamada Linda Boreman desde que tenía 20 hasta los 32 años.

En el año 2010, año del lanzamiento de la película, en Columbia se establece el inicio de la ley que protege el matrimonio igualitario, en New Hampshire se acepta el matrimonio entre personas del mismo sexo legalmente. Así mismo las últimas tropas estadounidenses se retiran de Irak. Es conveniente mencionar esto para relacionar la película y su estreno con el momento por el que estaba pasando el país de origen de los cineastas e intuir el impacto que pudo generar la película en el momento. La película generó despliegues de críticas alabando la actuación de James Franco y la adaptación del libro y en general la historia de Gingsberg al cine.
En esta película tenemos unas secuencias animadas, estas secuencias fueron fueron inspiradas en las ilustraciones de Eric Drooker, un pintor americano y novelista gráfico. Friedman y Epstein vieron el libro Illuminated Poems e instantáneamente supieron cual era la estética que querían darle a su película.

El encargado de animar fue Jude Adamson de The Monk Studios. Adamson fue el artista de animación de Howl pero también ha trabajado en efectos visuales de películas como Alvin y las ardillas, Happy Feet, X-Men 2, Scooby Doo, Harry Potter y la Piedra Filosofal, La telaraña de Carlota entre otras películas. The Monk Studios es una compañía con sede en Bankok que se ha encargado de la animación de un sinnúmero de películas reconocidas a nivel internacional.
En el caso de Howl las ilustraciones fueron inspiradas en el trabajo de Eric Drooker, un pintor americano y novelista gráfico. Diseño toda la animación para Howl.
Esta película es el resultado genial de la mezcla conceptual de varias personas comenzando por Gingsberg, atravesando al ilustrador Eric Drooker y culminando con la genial dirección de Rob Epstein y Jeffrey Friedman. Todos estos elementos artísticos y sensibles se juntan para ofrecernos una película de altísima calidad con un contenido profundo y emocional que toca las fibras de cualquier espectador cinéfilo o no.




CIBERGRAFÍA
-       http://www.drooker.com
-       http://psicritica.blogspot.com/2010/08/historia-de-la-psiquiatria-iv-la-iv.html