NUMERO 63 ------------------------------------ Abril 4 a Abril 18 ------------------------------------ 2 0 1 1 fotografía Fernell Franco En esta ediciòn: - Encuentro con el tiempo y un choque fortuito con la quìmica.............................. Fotografìa Colombiana - Tokio-Ga descifrando la ciudad de Ozù.....Cine Alemàn - En un mundo amado lleno de carcajadas,lo oscuro existe,ahi està................. poesìa argentina - Mary and Max ( reseña) .......cine invisible - Tiempo, imagenes y sìmbolos en "cenizas y nieve"...... cine aùn màs invisible

Encuentro con el tiempo y un choque fortuito con la química


Por


La Sangrona


Especial para La Moviola





Fotografía Fernell Franco



Querido Fernell:



Los recuerdos de tus trazos en medio una cuidad caliente, cálida, en medio de Cali, me llevan ahora a revisar tus huellas y a escribirte después de Haberme topado varias veces con tus ojos en los años 70s, hablabas de tu pasado, tu infancia en el campo, el olor de la tierra, el canto de los animales al amanecer y de cómo en un mismo amanecer toco huir y dejarlo todo una vez más por la cruda e injusta violencia. Llegue ese día al billar donde frecuentemente nos veíamos para reír, tomar algunas frías, y jugar con la memoria. Me tomaste de las manos y recorrimos tu obra en tu tiempo, en ese tiempo en el que atraviesas la velocidad monstruosa del reloj y recorres la historia de un lugar que se reconoce entre afros, baile, luladas y bolas de billar, espacios olvidados, espacios poéticos cargados de simbolismo que están detrás de una ciudad imaginada. Desde ese día empecé a seguirte en medio del silencio, la violencia y la soledad. Tantos años sin saber de ti…. Y de nuevo hoy me choco con tus Calles, con los personajes inciertos que aparecen y desaparecen entre cortinas de humo y besos nocturnos; La luz siempre cómplice de la sombra. El tiempo congelado y cargado de sensaciones y relatos emotivos me llevan de nuevo a los espacios que tú recreas, a los gestos y a las poses de las mujeres que con sus palabras y aliento fragmentan su cuerpo y lo ofrecen de alguna manera. Ahora que estoy frente a esos rostros y escenarios solos y descompuestos reflexiono, vuelo a otros espacios e imagino historias llenas de colores brillantes, historias donde la luz se contrasta con el negro de las pieles y de las maletas atadas con cabuya por el afán del dinero o por la rutina del ciudadano. Me detengo en tus fotografías y mi mente se llena de palabras, de murmullos, de composiciones que ahora escribo para ti en esta carta y en estos breves poemas que solo pretenden recordar los bocetos y la descomposición intervenida por tus manos, por el químico o por la creación que se alimenta de los sucesos diarios que muchas veces son callados y olvidados pero que ahora hablan:













DE LA SERIE PROSITUTAS:



Risas, llanto, agua, miradas, conversaciones de cama o de hermanas,


mujeres que descansan entre las tinas y las mesas que elevan sus patas mientras soportan una cerveza tibia y una muñeca cuerda.


Rostros blancos que dejan ver los dientes negros.


Cuerpos fragmentados por líneas, por hombres que están invisibles pero que dejan su rastro en la carne granulada por la sensibilidad de la película.


Encontrar un momento en la intimidad de un trabajo que se señala con la uña encarnada de quienes solo están afuera especulando, esperando un taxi con un a coca cola zero en sus manos.



DE LA SERIE AMARRADOS:



Un nudo quiebra y retiene.


Un nudo que no se suelta y que el tiempo aprieta.


Un pliegue que no se borra.


Una historia que a veces se cuenta.


Un hombre que amarra.


Un hombre que narra.


Una fotografía.


Muchos pensamientos que ruedan en las calles.



Carboncillo, lápiz, color, crayolas, objetos desconocidos y memorias quedan en las tulas negras, atrapados por las cabuyas que amarran las palabras, que dejan huir los gestos entre la luz que escapa de cualquier atadura.



DE LOS BOCETOS:



El sol se pierde entre la ciudad


Entre el humo de la ciudad


En las negras montañas


Entre un par de firmas y anotaciones añadidas


Entre cintas cortadas y químico que corroe.



Pedazos de papel, de tiras de prueba, de película viciosa,


experimentas con la cuidad y con sus habitantes antes de que todos apaguen la luz y cierren la persiana.











DE LA SERIE DEMOLICIONES:



La textura de un muro que dejo de existir.


Los arboles que acompañaban ese paisaje solitario en una vecindad cercana a la tuya.


Vecindad que se desdibuja entre el blanco y el negro.


Pedazos de muro que se recortan para formar montañas.


Baldosas que fueron pisadas por tenis y zapatos que entonaban baladas de amor.


Tantos recuerdos en esa casa,


tantas cenas en esa mesa que ahora es reemplazada por un piso quebrado e invadido por la bella maleza.


Escaleras en subida y bajada, rejas pegadas, montones de arena que perduran en la imagen que rescata el olvido la ruina.



DE LA SERIE RETRATOS DE CIUDAD:



Sombras, siluetas que se desdibujan y se componen de miles de granitos.


Luz, sombra como rastros.


Siluetas que fuera de las fotos eran cuerpos sólidos


Ahora son recuerdos que se congelan en el tiempo,


Personas que esperan.


Personas que anhelan.


Personas que solo están ahí ocupando un lugar en un cuadrado.


Ocupando un lugar en una fotografía.



Siluetas que se pierden entre la humedad del suelo y los charcos.


Reflejos de una cuidad, de ventanas y obeliscos filudos que desvían los rayos en el invierno.



DE LA SERIE AGUA Y DESIERTO:



El agua traza mapas y rutas que se pierden en la línea de horizonte.


Los cráteres lunares se hunden con los pies húmedos y gruesos de tanto buscar el camino.


Se abren grietas en la tierra que dividen las huellas,


El mar está al final


Las formas naturales se apoderan del hombre


La mirada se expande y la mente se eleva para aterrizar en la grieta más profunda y ahogarse entre las raíces de una era perdida.



Una impecable soledad: Fotografías de Fernell Franco, Museo Nacional de Colombia desde el 23 de febrero hasta el 24 de abril de 2011.

TOKIO-GA Descifrando la ciudad de Ozu


Por

Oscar Romero Bonilla

Especial para La Moviola






Me conmueve de una manera particular el cine cuyas imágenes discurren al compás de los hechos más esenciales de la vida, el que da cuenta sencillamente del paso de los días...

El cine de Yasuhiro Ozu, por ejemplo, que es una referencia esencial.

Victor Erice

La imágenes labradas cuidadosamente por más de 40 años en la obra cinematográfica de Yasuhiro Ozu han tenido resonancia y traspasado el tiempo, retomadas y reaprendidas por una nueva generación de cineastas que buscan desesperadamente “imágenes puras” en medio de los avatares del mercadeo y la sistematización que dominan la producción cinematográfica en las últimas décadas de siglo XX. Un cineasta alemán toma su cámara[1] y viaja a Tokio en busca de rastros de paisajes urbanos, naturales y humanos que Ozu inmortalizó en sus filmes, la excusa perfecta para reflexionar sobre la transformación de esta gran megalópolis.

Es un interesante punto de partida para Win Wenders quien obsesionado por el viaje y las películas de las que se considera “aprendiz”, convierte su relato en una aventura documental, ensayo fílmico y libro de viaje en formato cinematográfico, donde las imágenes a merced de una vos en of con cierto acento bismarkiano, interpreta lo que sus ojos apenas pueden vislumbrar, es evidente el cambio de la ciudad y el cineasta fiel a la labor de Ozú por retratar el Tokio de su tiempo, indaga (no tan profundamente) en los cambios, tendencias americanizantes y la cultura del simulacro, la misma que Baudrillard dilucido con su pluma años después.

El Universo Wendersiano

Concebido Tokio Ga como cuaderno de apuntes de un director en la búsqueda de un referente fílmico, esa revelación que significaba el cine de Ozu el cual admiraba y consideraba se había desarrollado completamente fuera del cine americano, no nos queda otra alternativa que sumergirnos en el universo Wenders para tratar de escudriñar las razones por la cuales lleva a cabo este viaje que más que peregrinaje es un viaje al interior, hacia las imágenes del pasado y las imágenes del presente. Indiscutiblemente intimo y subjetivo, acompañado por un tono nostálgico en la característica visión apocalíptica que Win Wenders tiene del cine.

Revisando material de críticas sobre el filme encontré un texto titulado Tokio Ga : El Turista Accidental[2], en el cual se ataca fuertemente a Wenders acusándolo de dejarse llevar por su “discutible instinto”, de quedarse a la deriva en mitad de una ciudad que no conoce, de unas costumbres que observa desapasionadamente con la distancia de un galerista de arte. Crítica que a mi parecer es bastante apresurada pues si bien nos es un tratado sobre el cine de Ozu, ni sobre la ciudad de Tokio, si es un documento auto reflexivo sobre inquietudes particulares y universales con respecto a las imágenes y a lo que estas pueden evocar en distintas épocas.

Es evidente el cambio cultural que evidencia en el Tokio 20 años desde los últimos filmes de Ozu, las preocupaciones de Wenders por la americanización vienen de años atrás e incluso desde su formación en la Alemania de posguerra y que ahora experimenta en carne propia en Tokio, así mismo es apresurado juzgar a Wenders como un “turista ocasional” cuando el autor a desarrollado una forma de relato por medio del desplazamiento, el viaje y el movimiento son conceptos desarrollados por el director en filmes anteriores como Alicia en las ciudades (1973), falso movimiento (1975) y en el curso de tiempo (1976), sin ahondar sobre la reiterativamente comentada tendencia y elaboración de filmes de road movie (también es el nombre de su productora) que lo han llevado al reconocimiento mundial, el universo de Wenders es el desplazamiento, la deriva, el errar, el movimiento perpetuo físico y mental en el espacio, en el tiempo y en el sentido.[3]

Tokio Relato de un Desplazamiento

Desplazamientos tanto físicos como simbólicos su cine ha navegado buscando las claves últimas de su trabajo a los cineastas primitivos Ozu, Ford, Lang, Ray , elementos esenciales que sustentan su filmografía, temas tan importantes como la soledad, la incomunicación, la nostalgia o la occidentalización de la cultura, este cine plantea una actitud nómada de la vida en que “ Una historia que avanza y que, cada vez que se confronta con un nuevo territorio descubre también un territorio interior.

En su recorrido por Japón tras los vestigios de los paisajes de Ozu, se encuentra a dos directores con búsquedas particulares, Chris Marker que se halla filmando la poética Sans Soleil (1983) y su compatriota Werner Herzog, con el primero comparte una tímida imagen dentro de su filme, mientras con el segundo disertan sobre lo que su interlocutor denomina “imágenes representativas” aquellas que habría que buscar en lugares recónditos donde se encuentran desposeídas, pero el viaje resulta ser un falso movimiento en el que los personajes descubren la nimiedad del mismo y considerar “el camino andado como un simple itinerario vacío”.[4]

Lleva a cabo su investigación como detective y como pintor, Hammet y Cézanne al mismo tiempo, reinventando el cine hablado y el cine de la mirada,[5] las imágenes resultantes de su paisaje fílmico son planos a través de los parabrisas, de las ventanas de los carros, trenes, calles desoladas, autopistas... Toda una tipología del paisaje que presenta las relaciones del director con el espacio aprehendido, un viajero confrontado al imperio de los signos, por que efectivamente, es acerca de las imágenes del Japón de ayer y de hoy, y sobre si mismo de lo que habla Wenders.

La Revelación de Ozu en Wenders

Tokyo-Ga es una emocionante aproximación al cine y a la persona de Yasujiro Ozu, y fugazmente, a su escenario y el de sus personajes, pero cuales son los rasgos característicos y apasionantes del cine de Ozu? que le permite a Wenders hacer el ensayo fílmico dos décadas después de sus últimos filmes?, aquí encontramos unas serie de relaciones especiales y motivaciones similares en sus cinematografías, por una parte las películas de Ozu hablaban de la lenta decadencia de la familia japonesa y por lo mismo una decadencia de una identidad nacional, en Wenders es claro la crítica a un Japón inmerso en la agotadora carrera capitalista y de producción de sentidos.

El gran nexo de unión al director japonés fue la idea de que, partiendo de una misma concepción ciematográfica (del cine americano) había conseguido hallar un lenguaje propio, una visión personal de la colonización americana, Ozu aprendió la gramática adecuándola para sí e insertando temas propios. Ya en 1930 los directores japoneses dominaban las técnicas básicas del cine comercial, lo que coincide con la época dorada, años más tarde Ozu integra la tradición cultural y artística actualizada con una revisión de los modos de representación cinematográficos que dan a su obra un impulso moderno.

A principios de los ochenta Holywood ha saturado de imágenes al realizador alemán, ha perdido referencias para abordar nuevas historias “ las nuevas películas americanas se parecen más a sus propios trailers, aquí en América todo tiene a parecerse a su propia publicidad[6]. Desde este momento comienza un proceso de busqueda y reconstrucción metafórica de un pasado que finalizará con el encuentro consigo mismo. En Paris Texas (1983) alcanza una mirada reflexiva hacia el fluir de la historia y hay cierto equilibrio entre un clasicismo norteamericano y un sentido propio en la concepción de la realidad.

Una de las contribuciones más importantes de Ozu es la de encontrar hechos esenciales de la cotidianidad y mostrarlos desde una contemplación distante y sin dramas, pero la innovación más clara y evidente del director japonés es la utilización de la altura de la cámara, colocándola más debajo de lo normal es un rasgo característico de su poética audiovisual, la casi nula utilización de panorámicas y de movimientos de cámara así como la eliminación del fundido encadenado usando el corte directo como forma de transición, formas y maneras de realización que Wenders utiliza para su documental, no solo invocando la gramática del director sino otorgándoles un nuevo contexto y compartiendo el parentesco con la manera de representar; en su idea de no explicar las cosas su concepción del no argumento, adopta formas de ver y de mirar los paisajes que le alejan de una manera occidental en la cual se intenta dar un significado a lo que muestra con el estado de animo de los personajes.

El Paisaje Citadino

El cine en su concepción básica necesita un espacio, un lugar donde colocar la cámara y a través de ella procurar la mirada que es lo que realmente concibe el espacio, para ambos directores el paisaje es antes que la historia, incluso de un personaje; trata de que el espectador se sienta identificado con las sensaciones que se quiere trasmitir, la mirada de Wenders se configura como ya lo mencionamos en el universo del movimiento, una visión mediada por múltiples elementos que convierten el camino en un paisaje exterior e interior de los personajes y de la historia, en un viaje por el límite del espacio construido.

Tanto para Ozu (a principios del siglo pasado) pero sobre todo para Wenders (en las ultimas décadas XX) su cine es una cultura urbana que se ha desarrollado en las grandes metrópolis del mundo, convertido en testigo de su desarrollo desde la tranquilidad a principios del siglo hasta las destrucciones de la guerra y los crecimientos de rascacielos y gûetos, el universo de las imágenes y la ciudad van unidos; no es posible ver una ciudad si imágenes, las ciudades y las imágenes se hace cada vez más agobiantes y complejas.


Vivimos en ciudades,

Las ciudades viven en nosotros...

Y el tiempo pasa.

Vamos de una ciudad a otra,

De un país a otro,

Cambiamos de idioma,

Cambiamos de costumbres,

Cambiamos.

Todo Cambia y rápido.

Sobre todo las imágenes,

las imágenes que nos rodean se transforman y multiplican vertiginosamente.[7]



[1] «si hubiese ido allá sin cámara, ahora me acordaría mejor». Tokio-ga

[2] MAURO de Pedro Jorge, Miradas de Cine, No. 37 Abril 2007

[3] WENDERS, Fragmentos de un Cine errático. Ediciones de la mirada. P.67

[4] COMPANY, Juan Miguel “Avatares del desplazamiento”, Contracampo No. 21, Mayo 1981, p 27.

[5] BOUJUT Michel. Win Wenders: Un viaje a través de sus películas. P. 209

[6] WENDERS, La Logique des images. Essais et entretiens p. 39

[7] WENDERS, Monologo Apuntes sobre Ciudades y Vestidos

EN UN MUNDO AMADO LLENO DE CARCAJADAS, LO OSCURO EXISTE, AHÍ ESTÁ.




Por

David Leonardo Mendoza B.

Estudiante Comunicación Social


Entre autores olvidados, libros jamás leídos y poemas desconocidos, encontramos la poesía gótica, la cual puede llegar a parecer un poco extraña, y más cuando las personas la identifican y conocen como un género que nos habla de amor, y que nos lleva por medio de la imaginación a otro mundo, otra dimensión. El genero gótico en la sociedad es visto como lo extraño, y este imaginario podría ir cambiando si las personas conocen realmente el significado de sus escritos, sin referirnos únicamente al estilo gótico, también en su narrativa, la cual nos abarca todo tipo de mensajes, su cultura, o hasta porque no hablar del romanticismo oscuro, que igualmente está muy ligado a lo gótico, y el cual es uno de los precursores de este género.

El acercamiento a este tipo de poesía nace en el momento en el cual las personas quieren divagar por otro mundo, quieren salir de su rutina e ir a otro lugar del espacio con su imaginación, leer y leer hasta entrar en el juego que nos lleva la poesía. Empecemos diciendo que la poesía gótica tiene muchos aspectos iguales o parecidos a cualquier otra rama del genero poético, en esta, por lo general, todo está ligado o entrelazado con el amor, pero esto no es suficiente para realizar un excelente poema, la tristeza, la desdicha, el desconsuelo, la desolación y la angustia son condimentos esenciales en la conformación y creación de un poema. Pero para la poesía gótica existen cosas más trascendentales, este género utiliza distintos lenguajes para poder llegar a las personas en una forma diferente; no el amor como el punto principal de desarrollo de los poemas: la muerte es una de las palabras esenciales en este género, acercar a las personas con vivencias con las cuales ellas pueden estar familiarizadas.

Pero al leer, el poeta no nos está indicando que camino tomar, él nos da varios vínculos, o por decirlo de alguna manera, carreteras; pero es el mismo lector quien decide que camino desea transitar. ¿Y por que uno mismo decide por cual camino emprender?, los versos y la escritura son del poeta, del escritor, pero la desdicha, la felicidad o el desconsuelo son propiedad y parte de cada una de las personas, en este caso del lector, el cual, con esos condimentos, es quien debe aportar lo más fundamental e importante: su identificación con el texto y la experiencia de la cual él quiere hacer parte. Y de esta manera se podrá sentir el verdadero significado de un poema, porque solo en base a nuestra propia vida, podremos sufrir, llorar, amar o hasta por qué no odiar por medio de un poema. Pero es necesario llegar a este punto con todos los gestos de felicidad y tristeza, porque si solo vivimos la prosperidad o tal vez solo la angustia, no vamos a poder construir una verdadera obra poética. Sin desdicha y sufrimiento no existiría este género y por qué no decirlo, no podría tener significado la vida.

La poesía gótica nace de la creación y fascinación de las personas por lo oscuro de su mente, lo perdido de su corazón, cuyo origen se encuentra en los pensamientos bienaventurados o malaventurados del mismo ser humano. El género empieza a coger fuerza en Inglaterra, allí es donde el oscuro mundo de lo gótico hace su aparición. A partir de este momento el universo de lo gótico se ha visto plagado por críticas, esas ofensas que vienen de la poesía supuestamente “pura”, donde solo se habla de amor, pero donde no se puede dialogar de vampiros, brujas, casos paranormales, temas vistos con malos ojos. Y es que la fascinación de muchas personas por la muerte va mas allá de lo que la sociedad se imagina, aunque las personas lo queramos esconder, vivimos en un mundo donde no hay momento en el cual no se piense en la desgracia. Por lo tanto, esta misma imaginación y creación en las mentes de las personas, es lo que ha hecho que este género tome tanta fuerza.

Y al entrar en este oscuro mundo de la poesía gótica, nos encontramos con una autora enfrascada en el típico estereotipo del alma rota y oscura, una de las mujeres más reconocidas por este género: Alejandra Pizarnik.

Esta reconocida poetisa, nació en Buenos Aires Argentina, el 29 de abril de 1936, hija de Elias Pizarnik y de Rosa Bromiker, juntos inmigrantes judíos rusos. Alejandra creció en un barrio de Avellaneda, pero su infancia no fue del todo feliz, esta escritora tuvo una niñez muy complicada. El hecho de ser tartamuda, y tener un marcado acento europeo la llevaron a tener varias dificultades, las cuales iban acompañadas de un mal estado físico que bajaba totalmente su autoestima, marcada en gran parte por problemas de acné y una directriz a subir de peso. Pero este estado anímico cada día iba empeorando. Sus padres tampoco la ayudaban mucho en su recuperación, lo único que hacían era compararla con su hermana, y por lo tanto, día tras día, su enfermedad crecía paulatinamente. Esto conllevó que Alejandra empezara a ingerir anfetaminas, las cuales, con el transcurro del tiempo, le iban a generar una adicción, proporcionándole también fuertes periodos de trastornos del sueño (insomnio).

“En 1954, tras el bachillerato, ingresó en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Permaneció como estudiante de la Facultad hasta 1957, tomando cursos de literatura, periodismo y filosofía, pero no acabó sus estudios. Paralelamente tomó clases de pintura con Juan Batlle Planas [1]. La lectura era una de sus grandes pasiones, leer y aprender de sus escritores la motivó desde temprana edad a la escritura, y por cosas de la vida, la llevo a la exaltación por el psicoanálisis.

Pero sus enfermedades seguían latentes, y una de las más notorias en su estado físico y moral era el insomnio, por este motivo, para contraponerse a los efectos de las anfetaminas, empezó a consumir fármacos para poder dormir. “A los 36 años se quitó la vida ingiriendo 50 pastillas de un barbitúrico (Seconal) durante un fin de semana en el que había salido con permiso del hospital psiquiátrico "Pirovano" de Buenos Aires, donde se hallaba internada a consecuencia de su cuadro depresivo y tras dos intentos de suicidio”[2] .

Pero ahora es el momento de dejar atrás esos fantasmas atormentadores de Alejandra, y hablar de lo que ella nos dejó, con su piel fría y escalofriante, esta gran poetisa nos regaló muy buenos escritos, en los cuales nos transporta a un mundo infinitamente frio y frágil, en el cual por medio de sus poemas nos justificaba un poco la existencia. Pero al leer estos versos nos daremos cuenta realmente, como por medio del dolor y de la pena, ella plasmó su alma en pocos poemas, pero los cuales parecen mil experiencias.

Uno de sus escritos más conocidas es “A la espera de la oscuridad”, el cual está pensado para proponernos, que nosotros mismos lo dotemos de un significado en particular, le coloquemos nuestras experiencias y vivencias en cada línea de este maravilloso escrito, pues juega con la oscuridad interna de cada lector, inmortalizándolos en tan solo unos instantes.

A la Espera de la Oscuridad.

Ese instante que no se olvida,
Tan vacío devuelto por las sombras,
Tan vacío rechazado por los relojes,
Ese pobre instante adoptado por mi ternura,
Desnudo desnudo de sangre de alas,
Sin ojos para recordar angustias de antaño,
Sin labios para recoger el zumo de las violencias
perdidas en el canto de los helados campanarios.

Ampáralo niña ciega de alma,
Ponle tus cabellos escarchados por el fuego;
Abrázalo pequeña estatua de terror.
Señálale el mundo convulsionado a tus pies,
A tus pies donde mueren las golondrinas
Tiritantes de pavor frente al futuro.
Dile que los suspiros del mar
Humedecen las únicas palabras
Por las que vale vivir.

Pero ese instante sudoroso de nada,
Acurrucado en la cueva del destino
Sin manos para decir nunca,
Sin manos para regalar mariposas
A los niños muertos.

Lo bello de descubrir una gran escritora como Alejandra Pizarnik, es que mediante sus baladas y líneas argumentales, nos da una mirada y visión distinta de lo que es el mundo. Entre sus versos nos explica su vida (el significado de lo que la vida era para ella), y nos ubica en un espacio jamás pensado por ninguno de nosotros, adentrándonos por caminos desolados y enamorándonos de la vida, nos vende una imagen de oscuridad, infierno y felicidad entre sus líneas. Cada poema de esta argentina no era más que una vivencia de su vida, y la cual le permitía jugar con los trastornos que sufría, los cuales le permitieron dejarnos tantos extraordinarios argumentos para seguir viviendo.

Sus fenomenales escritos y poemas fueron:

· A la Espera de la Oscuridad.

· Caminos del espejo.

· El Espejo de la Melancolía (ensayo sobre Elizabeth Bathory)

· El infierno musical.

· La Enamorada.

· (Lectura de Alejandra Pizarnik, poema de Arturo Carrera)

Pero el más recordado y el que más nos acerca a Pizarnik, es “el miedo”, donde a cada uno de nosotros nos transporta a una imaginación deslumbrante, y en el cual nos define lo que es temer para ella, como nadie más puede ni podrá hacerlo, solo quien viva lo que Alejandra vivió, podrá acercarse a su definición de este sentimiento.

El Miedo.
Alejandra Pizarnik.


En el eco de mis muertes
aún hay miedo.
¿Sabes tú del miedo?
Sé del miedo cuando digo mi nombre.
Es el miedo,
el miedo con sombrero negro
escondiendo ratas en mi sangre,
o el miedo con labios muertos
bebiendo mis deseos.
Sí. En el eco de mis muertes
aún hay miedo.

Desertemos en este momento de nuestro sufrimiento, y que los poetas nos canten y relaten nuestras situaciones de amor y sufrimiento usando nuestros recuerdos, hasta transportarnos a la tristeza y desdicha más pura.