Por
Yuri de Jesús Ferrer Franco
Profesor Universidad Distrital
Moreno, Marvel (1987). En diciembre llegaban las brisas. Barcelona: Plaza & Janés.
En las entregas primera y segunda se situó la obra de Marvel Moreno en el contexto de la narrativa colombiana contemporánea y se presentó su primer volumen de cuentos, Algo tan feo en la vida de una señora bien (Bogotá: Pluma, 1980); ahora, los lectores de La Moviola tienen la posibilidad de acercarse a la novela que consagró a la escritora y la situó en el notorio espacio que ocupa en la literatura nacional.
Después de Algo tan feo en la vida de una señora bien, Marvel Moreno vuelve al trabajo silencioso, a la minuciosa elaboración de su universo inspirado en Barranquilla, una ciudad cuyo nombre nada dice a muchas de las personas que la rodean en París, pero constituye el microcosmos que ofrece a la autora todos los elementos para construir un gran retablo, el de la novela que aparecería siete años más tarde, bajo el título de En diciembre llegaban las brisas, fruto de un proyecto en que la escritora se había comprometido desde mediados de 1977, cuando dio por finalizado su libro anterior.
La novela, traducida al francés y al italiano , ganadora del afamado premio “Grinzame-Cavour” y al Premio de la crítica para la mejor novela extranjera publicada en Italia durante 1989, reconstruye la vida de una ciudad, Barranquilla, cuya presencia es definitiva en la constitución del universo y los personajes de la obra literaria de Marvel Moreno.
En diciembre llegaban las brisas, es una novela compleja e intrincada: tres historias independientes que se rozan en momentos determinados, pero no llegan a afectarse entre sí, integran el cuerpo del relato; en cada una de ellas se narra la vida de una mujer, se extravía la voz de la narradora por los vericuetos del pasado y el presente, se penetra la mente del personaje-víctima y se le consume, al reconstruirlo para el lector.
Cada capítulo de esta trilogía se subdivide en cinco partes, dotando a la historia de una simetría rota y clausurada por el “Epílogo de Lina” que redondea las tres historias principales, suministrando datos sobre el destino de los personajes y aportando, la propia Lina Insignares, personaje articulador, información sobre su destino final individual. El punto de confluencia entre Dora, Catalina y Beatriz, protagonistas de la novela es, precisamente Lina: personaje amorfo, no exento de misterio, quien recoge los pasos de sus tres amigas, al igual que los de Jimena, su abuela y de Eloísa e Irene, sus tías, para analizarlos y entregarlos a una narradora que llega a confundirse con ella misma.
Lina se pasea por las historias sin ser el personaje central, pues este papel corresponde al ser humano, un ser humano sin apellidos ni nombres en el que pretenden desmontarse todos los prejuicios a fuerza de mostrarlos, de recalcarlos, de hacerlos protuberantes mediante la encarnación de figuras con aparente historia propia.
Cada capítulo de la novela parte de una cita bíblica que es desvirtuada por unos personajes y confirmada por otros, según la visión de mundo defendida por ellos. Todo el relato está plagado de alusiones que traen al relato diferentes perspectivas filosóficas, sociológicas, psicológicas o políticas y llevan al lector a confrontar distintas corrientes del pensamiento, cuestionándolas o asumiendo, en ocasiones una posición definida frente a ellas.
La sociedad-base recreada por la novela es la patriarcal hispánica en la que la mujer y las clases menos favorecidas son marginales y es desde esta marginalidad que está narrada: son las voces de las minorías las que se escuchan, son los ruidos de la rebelión los que invaden las viejas mansiones, las haciendas extensas, las calles y recovecos de las ciudades y pueblos, las mentes de los dueños y los cimientos mismos del sistema impuesto por ellos, para conducirlos a la ruina.
La novela está narrada en tercera persona por una voz omnisciente que se desdobla en tres discursos: el de la realidad, el de la leyenda y el autoconsciente de la narradora que focaliza y conduce las múltiples anécdotas y es clausurada por el “Epílogo de Lina” que, en primera persona, cierra el ciclo de las tres historias centrales del relato.
En el plano de la narración se presentan dos instancias: una inicial –que prima en la novela– corresponde al aspecto puramente discursivo: a través de ella se exponen ideas y se emiten juicios; la segunda corresponde a la representación, vehículo de la anécdota y de la descripción de circunstancias espacio-temporales que marcan la historia.
La insistencia en lo discursivo tiene como consecuencia el develamiento constante de la existencia de la autora, cuya presencia se filtra en el texto, superponiéndose a la narradora y actuando ante el lector como puente que influye su lectura. Esta tendencia determina el tratamiento que da a sus personajes y el carácter que éstos adquieren dentro del relato. En diciembre llegaban las brisas, marcada por lo discursivo, a través de las voces y arquetipos femeninos que estructuran la polifonía novelesca, infiltra al lector –a través de sus miradas múltiples– en el mundo íntimo de la sociedad provincial en la que se desenvuelven sus protagonistas.
El tiempo de la narración es básicamente un pasado reconstruido desde el presente de la evocación y su conducción dispar está en manos de una, aparentemente, desconocida narradora omnisciente. Sólo el “Epílogo de Lina”, al que ya se aludió, está en presente y en primera persona, revelando al final a Lina Insignares como focalizadora del relato.
El mecanismo articulador de las historias superpuestas y de las múltiples voces que se cristalizan en la unidad de toda una época, se apoya en el manejo particular de la temporalidad desarrollado por la autora: la narradora retrocede y avanza a su antojo alucinada por la fascinación del querer contar, mirando desde la madurez de su vida, el recuerdo de un pasado que pretende reorganizar, y comprender, pero que resulta imposible cambiar, pues es ya tiempo cumplido.
En cuanto a la estructura formal que delinea a En diciembre llegaban las brisas, puede decirse que la presencia ordenadora de un focalizador intenta dar sentido externo a unos hechos cuya ocurrencia ha sido presentada a través de la disparidad, de los constantes giros en círculos concéntricos, cuya convergencia no puede deducirse de inmediato por cuanto va construyéndose a medida en que se avanza en la lectura.
La unidad que el tiempo no tiene en la novela, está organizada en tres capítulos que a su vez se subdividen en cinco apartes. En cada uno de esos segmentos están esparcidas las historias superpuestas que, como espejismos, signan la experiencia del lector que se adentra en el mundo narrado, un universo cuya simetría es sólo aparente.
En diciembre llegaban las brisas establece un parangón, sin precedentes en la literatura nacional, entre las tortuosas existencias de los personajes que recrea y la intrincada y confusa historia local de Barranquilla que, a pesar de ser ámbito de acción de varias novelas importantes , no alcanzó en ellas el carácter de epopeya contemporánea que se desprende de la novela de Marvel Moreno, de la que emerge una ciudad clara en la dispersión e inconsistencia de su historia y en la orfandad de su pasado, cuya más remota noticia escrita se sitúa en el período republicano del país.
La obra de Marvel Moreno (Barranquilla, 1939 - París, 1995), al igual que la de muchos escritores colombianos contemporáneos, es un terreno poco explorado, casi virgen, puesto que la crítica oficial poco se ha ocupado por estudiarla a fondo.
Adentrarse en sus textos y tratar de explicar los misterios e intencionalidades que encierran, se convierte en un proceso sorprendente que, poco a poco, va dando forma a la intuición: móvil inicial de este escrito, y devela la importancia de una autora que es huella y memoria en la cultura de la segunda mitad del siglo XX en Colombia.
Yuri de Jesús Ferrer Franco
Profesor Universidad Distrital
Moreno, Marvel (1987). En diciembre llegaban las brisas. Barcelona: Plaza & Janés.
En las entregas primera y segunda se situó la obra de Marvel Moreno en el contexto de la narrativa colombiana contemporánea y se presentó su primer volumen de cuentos, Algo tan feo en la vida de una señora bien (Bogotá: Pluma, 1980); ahora, los lectores de La Moviola tienen la posibilidad de acercarse a la novela que consagró a la escritora y la situó en el notorio espacio que ocupa en la literatura nacional.
Después de Algo tan feo en la vida de una señora bien, Marvel Moreno vuelve al trabajo silencioso, a la minuciosa elaboración de su universo inspirado en Barranquilla, una ciudad cuyo nombre nada dice a muchas de las personas que la rodean en París, pero constituye el microcosmos que ofrece a la autora todos los elementos para construir un gran retablo, el de la novela que aparecería siete años más tarde, bajo el título de En diciembre llegaban las brisas, fruto de un proyecto en que la escritora se había comprometido desde mediados de 1977, cuando dio por finalizado su libro anterior.
La novela, traducida al francés y al italiano , ganadora del afamado premio “Grinzame-Cavour” y al Premio de la crítica para la mejor novela extranjera publicada en Italia durante 1989, reconstruye la vida de una ciudad, Barranquilla, cuya presencia es definitiva en la constitución del universo y los personajes de la obra literaria de Marvel Moreno.
En diciembre llegaban las brisas, es una novela compleja e intrincada: tres historias independientes que se rozan en momentos determinados, pero no llegan a afectarse entre sí, integran el cuerpo del relato; en cada una de ellas se narra la vida de una mujer, se extravía la voz de la narradora por los vericuetos del pasado y el presente, se penetra la mente del personaje-víctima y se le consume, al reconstruirlo para el lector.
Cada capítulo de esta trilogía se subdivide en cinco partes, dotando a la historia de una simetría rota y clausurada por el “Epílogo de Lina” que redondea las tres historias principales, suministrando datos sobre el destino de los personajes y aportando, la propia Lina Insignares, personaje articulador, información sobre su destino final individual. El punto de confluencia entre Dora, Catalina y Beatriz, protagonistas de la novela es, precisamente Lina: personaje amorfo, no exento de misterio, quien recoge los pasos de sus tres amigas, al igual que los de Jimena, su abuela y de Eloísa e Irene, sus tías, para analizarlos y entregarlos a una narradora que llega a confundirse con ella misma.
Lina se pasea por las historias sin ser el personaje central, pues este papel corresponde al ser humano, un ser humano sin apellidos ni nombres en el que pretenden desmontarse todos los prejuicios a fuerza de mostrarlos, de recalcarlos, de hacerlos protuberantes mediante la encarnación de figuras con aparente historia propia.
Cada capítulo de la novela parte de una cita bíblica que es desvirtuada por unos personajes y confirmada por otros, según la visión de mundo defendida por ellos. Todo el relato está plagado de alusiones que traen al relato diferentes perspectivas filosóficas, sociológicas, psicológicas o políticas y llevan al lector a confrontar distintas corrientes del pensamiento, cuestionándolas o asumiendo, en ocasiones una posición definida frente a ellas.
La sociedad-base recreada por la novela es la patriarcal hispánica en la que la mujer y las clases menos favorecidas son marginales y es desde esta marginalidad que está narrada: son las voces de las minorías las que se escuchan, son los ruidos de la rebelión los que invaden las viejas mansiones, las haciendas extensas, las calles y recovecos de las ciudades y pueblos, las mentes de los dueños y los cimientos mismos del sistema impuesto por ellos, para conducirlos a la ruina.
La novela está narrada en tercera persona por una voz omnisciente que se desdobla en tres discursos: el de la realidad, el de la leyenda y el autoconsciente de la narradora que focaliza y conduce las múltiples anécdotas y es clausurada por el “Epílogo de Lina” que, en primera persona, cierra el ciclo de las tres historias centrales del relato.
En el plano de la narración se presentan dos instancias: una inicial –que prima en la novela– corresponde al aspecto puramente discursivo: a través de ella se exponen ideas y se emiten juicios; la segunda corresponde a la representación, vehículo de la anécdota y de la descripción de circunstancias espacio-temporales que marcan la historia.
La insistencia en lo discursivo tiene como consecuencia el develamiento constante de la existencia de la autora, cuya presencia se filtra en el texto, superponiéndose a la narradora y actuando ante el lector como puente que influye su lectura. Esta tendencia determina el tratamiento que da a sus personajes y el carácter que éstos adquieren dentro del relato. En diciembre llegaban las brisas, marcada por lo discursivo, a través de las voces y arquetipos femeninos que estructuran la polifonía novelesca, infiltra al lector –a través de sus miradas múltiples– en el mundo íntimo de la sociedad provincial en la que se desenvuelven sus protagonistas.
El tiempo de la narración es básicamente un pasado reconstruido desde el presente de la evocación y su conducción dispar está en manos de una, aparentemente, desconocida narradora omnisciente. Sólo el “Epílogo de Lina”, al que ya se aludió, está en presente y en primera persona, revelando al final a Lina Insignares como focalizadora del relato.
El mecanismo articulador de las historias superpuestas y de las múltiples voces que se cristalizan en la unidad de toda una época, se apoya en el manejo particular de la temporalidad desarrollado por la autora: la narradora retrocede y avanza a su antojo alucinada por la fascinación del querer contar, mirando desde la madurez de su vida, el recuerdo de un pasado que pretende reorganizar, y comprender, pero que resulta imposible cambiar, pues es ya tiempo cumplido.
En cuanto a la estructura formal que delinea a En diciembre llegaban las brisas, puede decirse que la presencia ordenadora de un focalizador intenta dar sentido externo a unos hechos cuya ocurrencia ha sido presentada a través de la disparidad, de los constantes giros en círculos concéntricos, cuya convergencia no puede deducirse de inmediato por cuanto va construyéndose a medida en que se avanza en la lectura.
La unidad que el tiempo no tiene en la novela, está organizada en tres capítulos que a su vez se subdividen en cinco apartes. En cada uno de esos segmentos están esparcidas las historias superpuestas que, como espejismos, signan la experiencia del lector que se adentra en el mundo narrado, un universo cuya simetría es sólo aparente.
En diciembre llegaban las brisas establece un parangón, sin precedentes en la literatura nacional, entre las tortuosas existencias de los personajes que recrea y la intrincada y confusa historia local de Barranquilla que, a pesar de ser ámbito de acción de varias novelas importantes , no alcanzó en ellas el carácter de epopeya contemporánea que se desprende de la novela de Marvel Moreno, de la que emerge una ciudad clara en la dispersión e inconsistencia de su historia y en la orfandad de su pasado, cuya más remota noticia escrita se sitúa en el período republicano del país.
La obra de Marvel Moreno (Barranquilla, 1939 - París, 1995), al igual que la de muchos escritores colombianos contemporáneos, es un terreno poco explorado, casi virgen, puesto que la crítica oficial poco se ha ocupado por estudiarla a fondo.
Adentrarse en sus textos y tratar de explicar los misterios e intencionalidades que encierran, se convierte en un proceso sorprendente que, poco a poco, va dando forma a la intuición: móvil inicial de este escrito, y devela la importancia de una autora que es huella y memoria en la cultura de la segunda mitad del siglo XX en Colombia.
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