Por
Andrès Romero Baltodano.
Las personas viven en habitaciones, en casas, pasan mucho de su tiempo como seres vivos en edificios y construcciones y por ello es matemáticamente absurdo que los arquitectos sean como seres de otro planeta individuos desconocidos y prácticamente no valorados por las personas del común. Las historias del arte hasta hace muy poco solo hablaban de artes plásticas y sólo para algunos conocedores, fanáticos o implicados en el tema, se han publicado libros que resumen y hacen visible la historia de la arquitectura y los hombres y mujeres que han diseñado desde viviendas, hasta mega obras elefantiásicas dignas de un Gulliver hambriento.
Si esto ocurre con la arquitectura, la escultura es una disciplina que es visible de la manera mas errada posible, asociada a una labor prácticamente artesanal o peor aún, obligada a ser la portadora de la supervivencia en piedra de “grandes personajes”, que en gran medida, son muchas veces hitos de la historia, que están en la punta de una avenida o al doblar una esquina y que en muchas ocasiones, si se examinara un poco más allá, sus actos no serían dignos ni de una plastilinita mal hecha en un taller de un mini mercado de barrio (recuerdan la “tumbada” famosa –por una masa colérica- de las estatuas de Somoza o de Hussein?).
La escultura que por años ha tenido el privilegio de volver al volumen como forma de expresión (desde Rodin hasta Tinguely) ha estado categorizada en la mente de muchos -que son poco curiosos ante las expresiones artísticas en profundidad- como un simple traslado de seres de carne y hueso que determinan que hay que eternizar a otros en una piedra, casi siempre en actitudes bélicas o patrioteras (de esas que tanto gustan a muchos).
La estatuaria es lo que mucha gente conoce como escultura, teniendo muy claro que se han perdido (en la memoria, en los entresijos de Internet) verdaderos hitos de la volumetría como los Tótem de los indígenas de Norteamérica, el llamado “cabecismo”Olmeca, los ganchos gigantes de Claes Oldenburg, los hierros retorcidos de amor por el mar de Eduardo Chillida, los orificios secretos de Henry Moore, la realidad detenida de Louise Nevelson, las arañas filosóficas de Louise Bourgeois o la fiesta incansable de Nikki de Saint Phalle.
Hace unos pocos días la escultura tomó protagonismo, por la selección de uno de los más arriesgados escultores del siglo XX como Premio Príncipe de Asturias de las Artes y aunque este premio ha sido “protector” de los escultores (lo habían recibido antes Jorge Oteiza, Eduardo Chillida, Eusebio Sempere, Pablo Serrano) esta vez volvió a recaer en otro escultor: Richard Serra.
Serra nació en 1939 en la ciudad “tobogán” de San Francisco, ciudad donde se han filmado emblemas del cine industrial como “Dirty Harry” Don Siegel (1971), “Vertigo” Alfred Hitchcock (1956), cuando la segunda guerra amenazaba con dejar en los alpes millones muertos, más de los que sembrarían años después en Vietnam.
Sus series Prop, Belts y Live animal habitat, han hecho que el asunto de la intervención no solo sea de gobiernos con pueblos inermes, sino de escultores con hierros que atraviesan calles o plazas… y que decir de “Snake” o esa masa de hierro que efectivamente serpenteaba en el Gugenheim de Ghery?
Serra será un escultor de lo monstruoso a partir del minimalismo, un hombre que le devolvió a la superficie plana un lugar como vía para hacer escultura, sus volúmenes son más que volúmenes, extensiones interminables, donde el pensamiento se pierde y la falta total de ornamentación hace pensar en que su trabajo es simple y no sencillo.
Gerry Schum aquel pionero de la tv art (concepto que solo se ha podido desarrollar en efímeras emisiones y que es satanizado por los productores que ven este magnifico medio como un asesor de seguros o un vendedor de cepillos de dientes) y obviamente el video art también se ocupó de Serra realizando una peli sobre él. Su dimensión de ser escultórico y político ha ido de la mano, no en vano la administración Reagan derribó su Arco Inclinado y cuando habló de Bush le recortaron también el mensaje.
Serra es una criatura escultórica feliz y siempre al acecho, sus formas ya no caben en los museos ni en las calles, su talento crece como una planta carnívora y si en Berlín le hizo un homenaje a Chaplin con un cubo ligeramente deformado cómo se imaginaría a Balzac o a Nureyev?
Serra junto a Mueck (quien también ya no cabe en las salas con sus humanos hiperrealistas) o Jake y Dinos Chapman o el piloto del aire Theo Jansen que hace esculturas en movimiento que atraviesan playas sin un solo tornillito, hacen que el milagro del volùmen nos haga volver una y otra vez a deslizar una gota de sangre que comienza en verano y llega al otro extremo en invierno en cualquiera de las fantásticas esculturas del señor don Richard Serra.
Andrès Romero Baltodano.
Las personas viven en habitaciones, en casas, pasan mucho de su tiempo como seres vivos en edificios y construcciones y por ello es matemáticamente absurdo que los arquitectos sean como seres de otro planeta individuos desconocidos y prácticamente no valorados por las personas del común. Las historias del arte hasta hace muy poco solo hablaban de artes plásticas y sólo para algunos conocedores, fanáticos o implicados en el tema, se han publicado libros que resumen y hacen visible la historia de la arquitectura y los hombres y mujeres que han diseñado desde viviendas, hasta mega obras elefantiásicas dignas de un Gulliver hambriento.
Si esto ocurre con la arquitectura, la escultura es una disciplina que es visible de la manera mas errada posible, asociada a una labor prácticamente artesanal o peor aún, obligada a ser la portadora de la supervivencia en piedra de “grandes personajes”, que en gran medida, son muchas veces hitos de la historia, que están en la punta de una avenida o al doblar una esquina y que en muchas ocasiones, si se examinara un poco más allá, sus actos no serían dignos ni de una plastilinita mal hecha en un taller de un mini mercado de barrio (recuerdan la “tumbada” famosa –por una masa colérica- de las estatuas de Somoza o de Hussein?).
La escultura que por años ha tenido el privilegio de volver al volumen como forma de expresión (desde Rodin hasta Tinguely) ha estado categorizada en la mente de muchos -que son poco curiosos ante las expresiones artísticas en profundidad- como un simple traslado de seres de carne y hueso que determinan que hay que eternizar a otros en una piedra, casi siempre en actitudes bélicas o patrioteras (de esas que tanto gustan a muchos).
La estatuaria es lo que mucha gente conoce como escultura, teniendo muy claro que se han perdido (en la memoria, en los entresijos de Internet) verdaderos hitos de la volumetría como los Tótem de los indígenas de Norteamérica, el llamado “cabecismo”Olmeca, los ganchos gigantes de Claes Oldenburg, los hierros retorcidos de amor por el mar de Eduardo Chillida, los orificios secretos de Henry Moore, la realidad detenida de Louise Nevelson, las arañas filosóficas de Louise Bourgeois o la fiesta incansable de Nikki de Saint Phalle.
Hace unos pocos días la escultura tomó protagonismo, por la selección de uno de los más arriesgados escultores del siglo XX como Premio Príncipe de Asturias de las Artes y aunque este premio ha sido “protector” de los escultores (lo habían recibido antes Jorge Oteiza, Eduardo Chillida, Eusebio Sempere, Pablo Serrano) esta vez volvió a recaer en otro escultor: Richard Serra.
Serra nació en 1939 en la ciudad “tobogán” de San Francisco, ciudad donde se han filmado emblemas del cine industrial como “Dirty Harry” Don Siegel (1971), “Vertigo” Alfred Hitchcock (1956), cuando la segunda guerra amenazaba con dejar en los alpes millones muertos, más de los que sembrarían años después en Vietnam.
Sus series Prop, Belts y Live animal habitat, han hecho que el asunto de la intervención no solo sea de gobiernos con pueblos inermes, sino de escultores con hierros que atraviesan calles o plazas… y que decir de “Snake” o esa masa de hierro que efectivamente serpenteaba en el Gugenheim de Ghery?
Serra será un escultor de lo monstruoso a partir del minimalismo, un hombre que le devolvió a la superficie plana un lugar como vía para hacer escultura, sus volúmenes son más que volúmenes, extensiones interminables, donde el pensamiento se pierde y la falta total de ornamentación hace pensar en que su trabajo es simple y no sencillo.
Gerry Schum aquel pionero de la tv art (concepto que solo se ha podido desarrollar en efímeras emisiones y que es satanizado por los productores que ven este magnifico medio como un asesor de seguros o un vendedor de cepillos de dientes) y obviamente el video art también se ocupó de Serra realizando una peli sobre él. Su dimensión de ser escultórico y político ha ido de la mano, no en vano la administración Reagan derribó su Arco Inclinado y cuando habló de Bush le recortaron también el mensaje.
Serra es una criatura escultórica feliz y siempre al acecho, sus formas ya no caben en los museos ni en las calles, su talento crece como una planta carnívora y si en Berlín le hizo un homenaje a Chaplin con un cubo ligeramente deformado cómo se imaginaría a Balzac o a Nureyev?
Serra junto a Mueck (quien también ya no cabe en las salas con sus humanos hiperrealistas) o Jake y Dinos Chapman o el piloto del aire Theo Jansen que hace esculturas en movimiento que atraviesan playas sin un solo tornillito, hacen que el milagro del volùmen nos haga volver una y otra vez a deslizar una gota de sangre que comienza en verano y llega al otro extremo en invierno en cualquiera de las fantásticas esculturas del señor don Richard Serra.
2 comentarios:
como siempre andres romero con esos buenos articulos ... que buen trabajo hace el profe !!! saludos UD!!
gracias que sigan leyendo....
CCLM
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