UNISEX


fotografìa de Helena Almeida
CUENTO

Por
Daniela Hernàndez
Especial para La Moviola




Se le había metido en la cabeza, sólo permitiría ser tocada o tocado –como a usted más le guste– en las noches de luna llena. Aunque mejor aclaro a tiempo, sólo manosearía sus órganos en las noches de luna llena, porque hace ya un tiempo que se había más que convencido o convencida –como usted más lo tolere– que debía aprovechar ser masculina y femenino o femenina y masculino –como más claro le resulte– a su favor. Así que se encerraba en su cuarto, comía dulces para pensar en cosas ricas. Apagaba la luz para que el sentimiento de culpa se demorara un poco en encontrarlo o encontrarla –según como se dieran las cosas– y mientras alguna chocolatina se derretía bajo su lengua, comenzaría a maniobrar. La mano izquierda tenía bastante experiencia con la parte Y de su cuerpo, mientras que la derecha, por su lado, estaba más que acostumbrada a la parte X. El conflicto venía luego y era cuando él o ella –como más fácil usted lo pueda digerir– tenía que decidir cuál de sus partes macho o hembra, sería la encargada o encargado –según el juego y la velocidad y la subordinación que hasta esa altura llevaran sus manos– de producir el estallido final.

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