Continúa aquí el artículo sobre música brasilera que venía de la edición anterior...
Por
Gabriela Santa Arciniegas
Especial para La Moviola
SEGUNDA ENTREGA:
TRES MOVIMIENTOS ARTÍSTICOS BRASILEROS
Es esta, entonces, una excelente oportunidad para dar a conocer los movimientos artísticos más representativos que se desarrollaron en Brasil en el siglo XX, que coincidencialmente forman las bases teóricas y culturales de la canción elegida para este ensayo. Debemos comenzar por el más importante, el padre de todos, y el más antiguo entre los que nos conciernen. El Movimiento Antropofágico. Se originó en 1928 con una pintura. El cuadro que Tarsila do Amaral le regaló a su esposo con motivo de su cumpleaños: El “Abaporu”. La palabra significa en tupí “el hombre que come”. Su esposo, Oswald de Andrade, a raíz de este regalo, escribió un manifiesto: el “manifesto antropófago”, e inicia una revolución a nivel artístico, intelectual, en fin, cultural, que pervive hasta nuestros días en el hermano país. Quizá la consigna que sintetiza el manifiesto es “Tupi or not tupi, that is the question” (De Andrade, 1928) junto con esta: “Subsistencia. Conocimiento. Antropofagia” (Idem). Lo que pretende el manifiesto se puede resumir en tres ejes temáticos: el primero es el rescate de los valores indígenas que corresponden a una edad de oro previa a la llegada de los europeos; el segundo es la antropofagia, que equivale al proceso de conocimiento, y dentro de la cual el antropófago reconoce la necesidad natural de comerse lo que es diferente a él –en este caso, lo que le brindan otros países— para poder regurgitar, es decir, crear algo nuevo; esto es muy diferente de una simple imitación; el comer es sólo un punto de partida que conduce a un proceso de asimilación concluyente en una regurgitación de lo nuevo, original, autóctono. Sobre esto es notable la semejanza con lo que Bajtín dice en su estudio sobre el banquete: “el hombre degusta el mundo, siente el gusto del mundo, lo introduce en su cuerpo, lo hace una parte de sí mismo” (Bajtín, 1974: 253). Esto es lo que hacen, no sólo los antropófagos; todos los seres humanos. Este movimiento artístico no está inventando nada; su valor consiste en poner en evidencia algo que todos los artistas latinoamericanos hacen y siempre han hecho: devorar lo extranjero para volcarlo en una creación personal; sin embargo, de Andrade enfatiza, no en el hecho de comer lo ajeno, sino en lo que obligatoriamente debe surgir después; algo diferente. La pregunta “tupí or not tupí” no es sólo una parodia. Es la urgencia principal de los antropófagos. ¿Somos o no somos americanos? ¿Nos aceptamos o no como eso que somos, tupís, yorubas, europeos? ¿Somos capaces de ser lo que se supone que seamos? En cuanto al tercer eje, es la aceptación del cuerpo como parte de nuestras pertenencias en el mundo. El tener cuerpo implica aceptar las pulsiones, los deseos, todo lo que en Oriente y en la América indígena hace parte de las religiones y que en Europa, en la época en que el manifiesto fue escrito, se ocultaba.
Así, siguiendo con el hilo de los movimientos artísticos, debemos que decir que la antropofagia lleva inevitablemente al tropicalismo. Ya que la canción se titula “Vamos comer Caetano”, cualquiera que desee saber cuál sobre la importancia de este cantautor en la historia del arte brasilero, debe inevitablemente remitirse a dicho movimiento artístico, clave en las artes brasileras, dado en plenos años 60, paralelo a un momento político de gran revuelo en el país lusófono: la dictadura militar que comenzó en 1964, tuvo su cruento y coercitivo reinado hasta 1982, y causó la expulsión de varios artistas, entre ellos la del mismo Caetano. El tropicalismo era nieto del surrealismo europeo, e hijo del movimiento antropofágico. Es una exaltación del ser americano, del ser afroamericano, del ser mestizo; una exploración de ritmos musicales, una devoración de las vanguardias, y además, una clara reacción contra el imperialismo, el consumismo, la represión, la exclusión. Todas las luchas que se estaban llevando a cabo entonces pero aplicadas a un contexto muy concreto que correspondía a lo que en Brasil se estaba viviendo. Ejemplos claves de la música tropicalista son la canción llamada precisamente “Tropicália”, que le da nombre a un LP de este movimiento, y que es considerada un manifiesto de dicho movimiento, y “Panis et Circensis”, que le da título a otro LP del movimiento, compuesta por Os Mutantes, una banda que hacía parte de dicho grupo. La canción tiene un lenguaje onírico, influencia clara del surrealismo, actualizado con la sicodelia de la época, por un lado, y con una postura crítica frente al mundo consumista y a la inconsciencia de la humanidad, cuando dice “as pessoas na sala de jantar / ocupadas em nascer e morrer” (las personas en el comedor / ocupadas en nacer y morir).
Y finalmente llegamos a la poesía concreta en este trinomio antropofagia-tropicalismo-concretismo, cimiento de la MPB. El concretismo nace de manos de Mayakovsky en Rusia, para ser adoptado por los hermanos Augusto y Haroldo de Campos en Brasil, junto con Décio Pignatari, en los años 50. Como vemos es anterior al tropicalismo pero lo hemos dejado para explicar ahora, porque es de los tres, el movimiento más deconstructivo del lenguaje, el que más explora las posibilidades de fusión entre la música, la palabra como imagen y la palabra como sonido, con todas las variaciones fónicas, sintácticas y semánticas que se pueden hacer. Visión totalmente lúdica de la creación artística sin que ello degrade el aspecto semántico del lenguaje. Por ello, este movimiento tuvo tanta repercusión, que ha conmocionado, y lo sigue haciendo, todas las artes brasileras: la música, las artes plásticas, la poesía. En cuanto a su origen, el concretismo viene de tres fuentes: de Apollinaire con los caligramas, de la palabra “verbivocovisual” de Finnegan’s Wake de Joyce, y de “Un golpe de dados” de Mallarmé. Ejemplo de éste es la composición de Caetano Veloso y de Gilberto Gil, única canción hecha para ser vista: “Batmakumba”. En ella se puede notar la mezcla de vocablos africanos --“macumba”, “yêyê”, “obá”--, nombres de la pulp fiction norteamericana –Batman--, así como la fusión verbívocovisual de unos y otros.
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