Fotografía tomada de internet del autor Carlos Janin y su obra
Por
Andrés Romero
Baltodano
“La muerte transforma la vida en destino”
André Malraux
Caminando por la feria
del Libro del 2013 por aquellos estrechos callejones de la memoria y los stand
que ofrecen como racimos desde “Coheladas” hasta opciones de la obra completa de Mario Mendoza
( que pena con Roberto Artl) , textos de jardinería al día , astronáutica para
suramericanos y comics rusos fui a dar con un stand cuyo diseño gráfico no era el más
glamoroso ( ese honor siempre lo tendrá el stand de Tragaluz Editores) pero su
contenido en las mesas haría excitar a más
de un amante de los libros . Allí en ese punto alejado del boato y las grandes
construcciones de cartón de los grandes pulpos editoriales tuve el encuentro con mi descubrimiento del
2013 que ahora lo compartiré con ustedes.
1947.
Dos años después que las bombas y los huérfanos saltaban por
los extremos de las ciudades europeas y miles de niños japoneses, nunca
volverían a ser ellos mismos después de
la canallada de Nagasaki e Hiroshima.
1947.
Un año en donde los regalos tendrían que medirse con el
carbono 14 acabado de hallar por W.F.Libby.
1947
Un tranvía recorre las carreteras de la humanidad y en él
una Blanche dormida y anestesiada por
la vida, saluda sin sentido desde el “Tranvia llamado deseo” de Tenesse
Williams.
Angustia.
Desazón.
Infelicidad.
Felicidad extrema.
Pánico.
Insatisfacción.
Heteroagresividad.
Sensaciones que vienen y van de una lado para otro y que
permite que los humanos entren en túneles donde en la generalidad no hay retorno (tal
vez en El Retorno de los Brujos de
Louis Pauwels y Jacques Bergier) estamos hablando de un tema que hace que los
velos caigan sobre el rostro, los muebles
se corran tapando las manchas, las fotos
se recorten para eliminar el rastro de quien se atrevió a cometerlo: el
suicidio.
La costumbre nos lleva a pensar que en muchas sociedades
este fenómeno es anatema o tema silenciado, de él se habla en voz baja , avergüenza en algunas ocasiones
o da pie a hermosas novelas como Las
Virgenes Suicidas de Jeffrey Eugenedis donde aquella familia Lisbon de la
ficción se enreda en las pétreas y juguetonas Lux o Cecilia, en las descripciones de los
entornos tal vez como culpables de que los humanos se permitan dar el viaje .
El suicidio de Cecilia en la novela toma alas desde el romanticismo , cuando en su segundo intento en medio de una fiesta
juvenil ella se lanza al vacío quedando atravesada por la varilla de una reja
externa así como en la vida real le ocurrió a David el hijo de la eterna y dulce Rommy Scheneider (
que a su vez soportó el suicidio del padre de su hijo y se rumora que ella
misma también lo hizo ya que desde la muerte del pequeño había desarrollado una
patología epistolar escribiéndole cartas a su hijo muerto acto en el cual fue
encontrada una mañana sentada sin vida y tiempo después su tumba fue “saqueada”
llevándose los excavadores su preciado diario donde al parecer están escritos
pasajes de su vida privada que nunca se hicieron públicos)
Leyendo uno se imagina que la escena sucede en
pleno siglo XIX en Ámsterdam o en Cantabria y no en este pueblo construido por Eugenides
que parece calcado de aquel que nos mostró Lars Von Trier en la inolvidable Dogville (2003).De estas Vírgenes
Suicidas (1999) la irregular Sofía Coppola (nunca con el
mismo talento de padre) también realizo una discutible adaptación
cinematográfica donde Kirsten Dunts toma
la piel de Lux Lisbon, en mi opinión el
personaje más interesante del amplio
mapamundi de caracteres creados por Eugenedis en la novela de difícil
adaptación por su lirismo y retorica poética inigualable.
Ya Carlos Fuentes en una fugaz aparición como guionista
cinematográfico había firmado el libro cinematográfico de Un Alma Pura (1965) de Juan Ibañez
donde también el suicidio es el eje y la lámpara de centro del relato.
Mi descubrimiento de este pasado 2013 es el Diccionario
del Suicidio de Carlos Janin Editorial Laetoli (2009) un recorrido
aleatorio, asombroso, poético, espeluznante, maravilloso por los andares de
seres humanos que toman la decisión de decirse adiós por razones tan variadas
como las consecuencias que trae a un niño un millón de caramelos comidos de
manera desmesurada.
Janin al plantearse el libro lo elabora con la
forma de diccionario de un texto que probablemente hubiera podido tener otra
forma de asumirse, pero que al seleccionar el orden de las letras del alfabeto
toma giros inesperados teniendo en cuenta que si se unen suicidas , categorías
de maneras de hacerlo y conceptos el
texto crece y se yergue como una ceiba mágica y gigantesca.
La forma diccionario
que según datos que vienen de diferentes fuentes, podría estar en
Mesopotamia o los realizados por Filetas
y Apolonio en Grecia Antigua, tienen por labor decodificar la palabra en su
definición , etimología , acepciones , usos
y tal vez no estaríamos seguros si ordenar unos nombres en orden
alfabético podría realmente denominarse “diccionario” ya que lo en realidad
hace Janin es agrupar bajo la
coincidencia de la letra del apellido o del nombre a suicidas provenientes de
todos los rincones de lo emocional o lo territorial.
Y si es o no diccionario (término acuñado por Jhon de
Garlandia en el siglo XIII con su libro de dicción latina - de ahí el termino
diccionario-) en forma estricta, lo que lo hace fascinante esta forma
, es precisamente que a partir de las coincidencias de apellido por la misma
letra se encuentren juntos: un suicida de Maryland que pierde en su perro su corazón
al mismo tiempo que se relata la forma en que un bosquimano sin corazón se mata
y se remata sin tener éxito.
El Diccionario
además va logrando en el lector un sabor a muerte y delirio, un encuentro con
las variables de auto eliminarse que lo que hace es dibujar nuestras taras,
razones, afugios, rencores o simples caprichos.
El Diccionario no contempla la catalepsia (¿podríamos
denominarla una metáfora macabra de un suicidio inabordable?) tan particular como la que sufre el personaje
de la novela de Felipe Pérez (1887) Rauzán
llevada por tres veces consecutivas a la tele desde su primera adaptación
realizada por Julio Jiménez en 1987. Uno podría pensar que la catalepsia es una
especie de suicidio causado por órganos internos (algunos afirman que solo
“ataca” a los esquizofrénicos , histéricos o psicóticos e incluso a partir de
la hipnosis).
El libro comienza de una manera que tal vez hubiera querido
Jarry si lo hubiera escrito .Su primer
ítem es accidente laboral y de allí en adelante entra en conceptos
desde las causas hasta las consecuencias, toma personajes muy conocidos y otros
que deberían serlo por sus logros más allá de la decisión de quitarse la vida
,involucra películas donde el tema del suicidio es patente , países como Cuba
donde dan datos estadísticos y nombran a seres de luz como Olga Andreu o personajes
mediáticos como Onelio Pino (piloto del Granma) , se habla de los instrumentos
como el puñal usado por la poeta Caroline von Gunderode, habla de
automutilación como la que sufre Beckman el personaje de la obra Fuera delante de la puerta (1946) del
dramaturgo Wolgang Borchert o el envenenamiento de la novia del protagonista de
la novela El Discípulo (Le Disciple)
1889, del maravilloso y poco conocido autor Paul Bourget. También Janin nos
interna en aquellos seres que hacen su primer intento sin éxito y tal vez lo
logran la segunda vez como la estrella del french-rock
Mike Brandt.
Las paginas van pasando y un halo de ficción, realidad, surrealismo,
incredulidad, desgarre se va apoderando de nosotros lectores quienes asistimos
a este teatro de ilusiones salpicado de muerte que cubre todo tipo de épocas y
asombrosas maneras de morir.
Si el programa de tele 1000
days to die estrenado en el canal Skyte Tv en el 2008 y escrito por Tom
McMahon y otros guionistas de genero docuficción nos presenta el lado más
“comercial” y “amarillo” del suicidio, en el texto de Janin por la forma como
se construye no solo nos asomamos a la anécdota en si, sino que navegamos por
lo histórico enlazado a lo sociológico y lo comportamental. Una de las bondades
del libro es que aborda el tema sin tapujos y sin falsos juicios y mucho menos
entra en preceptos religiosos creyentes o estigmas sobre el suicida simplemente
se relata desde cada uno de aquellos seres que tomaron una decisión en un
momento de sus vidas y como interrumpirla.
Aquí queda entonces este Diario
del Suicidio para ojos lectores que quieran no entender medicamente nada, convertir
en héroes a quien lo hace ni siquiera intentar “rogar” por sus almas este libro
es un viaje alucinante y tan variado como un mural de Jose Clemente Orozco el
artista plástico que se enamoró de una
niña . Entrar en cada letra es como el vértigo de un viaje sin luz dentro de la
garganta de un animal bicéfalo o con visos de genio. Una lectura llena de
humanidad de aquello que Hilda Hislt (otro descubrimiento que me llega dese los
ojos de Angela en Brasil)
escribió en su libro Pequeño
funerais cantantes ao poeta Carlos María de Araujo:
III
Tu sueño
no es un sueño común.
Extiendes la vigilia
y aprendes a través de la oscuridad.
También así
el mar reposa.
Extiendes la vigilia
y aprendes a través de la oscuridad.
También así
el mar reposa.
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