El Vuelco del Cangrejo de Oscar Ruiz Navia
Por
Diana Carolina Cabrera
Especial para La Moviola
Cuando hablamos del Nuevo Cine Colombiano, se hace necesario recurrir a la aprobación de la ley 814 en el año 2003, la cual permitió que se hablara de un avance a nivel técnico y narrativo en el cine colombiano, una fuente de aire fresco se produjo a través de estas nuevas historias en la percepción de los espectadores colombianos, quienes a través de estos filmes sentimos que el cine realmente empezaba a crecer dentro de un mercado industrial.
Sin embargo, pese que se aumentó el estreno por año de películas colombianos, también surgió un tipo de cine independiente en contraposición de este nuevo cine. En este eslabón podemos ubicar la película de Oscar Ruiz Navia, El vuelco del Cangrejo, estrenada mundialmente en el Festival de Cine de Toronto (Discovery), Canadá, en el 2009, y posteriormente en el año 2010 en la cartelera nacional. Muchos se preguntarán la extraña relación que se crea con El vuelco del Cangrejo y la trayectoria que venia dándose en el cine colombiano, ya que este filme tiene en su narrativa un tipo de guión poco explorado en nuestra cinematografía.
Podemos atribuir a la obra de Oscar Ruiza Navia un interés por la exploración de los problemas sociales de Colombia en una perspectiva íntima y lejana, como es el caso de llevar al dispositivo cinematográfico un lugar tan autentico como La Barra, una playa afro-descendiente poco explorada antes de la producción del filme, por parte de el interior del país, con unos problemas reales dentro del contexto social en Colombia. De alguna manera, Ruiz Navia nos aproxima a los rezagos de la violencia que existen en este pueblo como en muchos otros más de nuestro país, creando así una ambigua relación entre la ficción y la realidad, tema que tanto da que hablar en la critica del cine nacional y desde sus inicios a la teoría misma del cine.
Me sorprendió mucho cuando tuve la oportunidad de ver El vuelco del Cangrejo en la edición número 12 del BAFICI (Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente), donde obtuvo una gran acogida por parte del público y una mención del Jurado FEISAL (Federación de Escuelas de Cine), y fue allí cuando creció mi interés por este tipo de cine migrante que para este momento empezaba a tomar fuerza dentro del cine latinoamericano. En especial en este festival se presentaron más de 8 títulos latinoamericanos, donde la temática central era el no lugar de un personaje y la migración como huida de un escenario social. Si hacemos una revisión historiográfica del cine colombiano la temática de la migración ya se ha trabajado en el cine colombiano en películas como La primera Noche de Luis Alberto Restrepo y sin ir más lejos en Paraíso Travel de Simon Brand, entre otras notables obras de corte más clásico, y ahora nos enfrentamos al Vuelco del Cangrejo que con un esquema de guión totalmente anti-hollywoodense indaga en este tema y sus contradicciones.
Oscar Ruiz Navia por medio de su opera prima esta más preocupada por dejar en claro la importancia de lo dispersivo dentro de la realidad, situaciones que ocurren en el diario vivir de esta pequeña región, como consecuencia de los ecos sociales que llegan hasta los lugares mas recónditos. Es un cine en términos de Gilles Deleuze, donde “la imagen o situación sensorio-motriz ha sido reemplazada por el paseo, vagabundeo, el ir y venir continuo”, esta premisa como consecuencia de una ruptura artística y propia de una realidad de posguerra. En el caso de este filme, se trata de unos personajes que han perdido su brújula, el azar y el devenir continuo es la única fuerza que rige el progreso de los acontecimientos.
Por esta razón, la película de alguna manera nos remite a un cine que tiene como interrogante ‘el tiempo’, que ha perdido su horizonte y su fé en la historia clásica tradicional, fenómeno que ya se dio en la historia del cine con los cambios que se dieron en la década de los sesentas con el desarrollo de la Nouvelle Vague y en los primeros años de los setentas en la historia mundial del cine. El vuelco del Cangrejo es una obra que evidencia de alguna forma esa capacidad cíclica de repetirse en la historia, una especie de reciclaje propio de las artes del tiempo.
Asimismo, para ver esta obra en su totalidad y esclarecer su posible lugar como obra artística dentro del contexto cinematográfico, tendríamos que hacer una revisión a su discurso sobre la realidad y como lo asume desde el dispositivo cinematográfico en un contexto colombiano. Es claro que los premios internacionales que obtuvo este filme no tuvieron ninguna repercusión en la taquilla nacional.
Sin embargo, es esta película conviene ser revisada como una obra muy particular dentro del cine colombiano, precisamente por la manera que sostiene las tensiones dentro de una serie de imágenes aparentemente muy contemplativas, escapando de todos los esquemas de guión trabajados comúnmente en el cine colombiano. Se deduce inmediatamente una línea independiente que no había sido explorada antes dentro de las narrativas colombianas. Esta película no busca seguir la estructura clásica del guión norteamericano, si no que por el contrario va más orientada a una búsqueda de sensaciones, reflexiones y asimismo de llevar al espectador a un viaje psicológico y físico.
De igual manera vemos otras motivaciones, otro punto de vista, y otra exploración por parte del director que no se niega a hablar de la violencia y del no lugar, pero en un marco totalmente opuesto al sistema clásico de narración. En este caso en particular, la experiencia del conflicto social constante establece un hito insoslayable en la declinación de los modelos clásicos del cine y las expresiones modernas, de las que El vuelco del Cangrejo es un ejemplo.
La crisis que trae aparejada la violencia en Colombia, no sólo se da a nivel cinematográfico, por cierto, sino a nivel de una nueva experiencia del espíritu. Esta transformación es la que hace imposible seguir concibiendo el cine tal como venía haciéndose hasta hace unos años, dado que el mismo ya no responde a las preguntas de la época. No encontramos aquí con las imágenes del tiempo. Consustancial con este fenómeno, aparece una realidad dispersiva, donde los acontecimientos y los seres no se vinculan en un todo orgánico, sino que deambulan en un devenir caracterizado por el azar de los encuentros.
El efecto disruptor de la guerra en los individuos es el que los transforma en seres desconectados unos de otros, aislados en su propia individualidad, sin certezas que les permita organizar proyectos con metas claras, extraviados en el devenir de los acontecimientos sin poder establecer una comprensión y una dominación total sobre ellos.
Bibliografía
Deleuze, G. ‘La imagen-movimiento’, Buenos Aires: Ediciones Paídos, 1983, p. 318
2 comentarios:
La moviola definitivamente esta renovada.... poco espacio había para el análisis de la producción nacional, que bueno ver otro punto de vista, me encanta la terminología de Deleuze sobre "vagabundeo", creo que es acertado, una especie de huida sobre las formas tradicionales de producir cine, escenarios naturales, pocos personajes, heroes anónimos, podrian entrar en este grupo pelis como Viajes al Viento o retrartos de un mar de mentiras?? tienen variaciones y resultados diferentes pero exige actitudes concretas de lso realizadores... Muy interesante colega, me gustaria leer más.. Ke buena entrada en la MOVIOLA.... Sino analizamos y pensamos nuestros filmes seguiremos condenados a la crítica desde las gradas, distancia invisible y estupida cuando vivimos en un país surreal. Perder la brujula para mi es un buen comienzo.
muchisimas gracias por sus comentarios.
la moviola debe ser un faro en la oscuridad.GRACIAS!!!!
CCLM
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