Especial para La Moviola
texto inedito
Por
Alejandro Arciniegas
(Autor de la novela "Fondoblanco)
Las ideas de Susan Sontag sobre pornografía sirven para el caso, ya que trabajan en un sentido que estimamos relevante, por querer descoyuntar un punto de vista entre dos perspectivas desde las que se puede rechazar la producción pornográfica.
Después de expresar algunas dudas sobre la pertinencia de reputar un número de bienes como “pornográficos”, la autora pasa a revisar el tratamiento que se da este género en sus Estados Unidos, pero también en Inglaterra; países donde se ajusta a los cánones retóricos empleados por sociólogos, historiadores, juristas, moralistas profesionales y críticos sociales; parece como si la pornografía fuera una enfermedad cuyo diagnóstico hubiera que enunciar; su consideración no admite posiciones intermedias, se está a favor o en contra de su producción.
La opinión más generalizada estima que el porno es síntoma de una deformidad sexual, tanto en sus creadores como en sus consumidores. Que, tomar partido en este punto no es lo mismo que decidirse a favor o en contra de la música crossover o el arte popular y, en cambio, se parece bastante a tomarlo acerca de la legalización del aborto o la ayuda gubernamental a las escuelas religiosas; los defensores del derecho a prohibir la distribución de obscenidades y aquellos que aseguran que la política de censura arrojará peores resultados, ambos manifiestan idéntica tendencia a formularse lo pornográfico en términos de un asunto que sería fundamental (Sontag: 64).
Se ve que la mirada sobre el porno, tanto en su recepción individual como en la emisión colectiva de instrumentos, se lo ha querido remitir a una patología supuestamente en conexión con los efectos negativos de la represión histórica, a los que el género pornográfico vendría a responder de modo natural. Sontag va a procurar suplir este vacío teórico, diferenciando entre pornografía comercial y aquella que encierra un valor artístico indiscutible (Trois filles de leur mère, Pierre Louys; Histoire de l’oeil, Madame Edwarda, George Bataille; Histoire d’O, L’ image, firmadas con seudónimos).
El análisis de Historia de O ha servido a Sontag para rastrear los aciertos de una novela que se inscribe dentro del género pornográfico, para convertirse en otra cosa; en ella se relata la cuesta abajo de esta mujer que va desde el placer sexual hasta la pérdida de su identidad; el título del libro ofrece cuenta de este proceso en que al final, un personaje (que no suscribe un nombre específico siquiera) termina reducido, aun en lo alegórico, a la indiferenciación que significa que yo me llame O, y no Olga, por ejemplo. Un buen argumento, con todos los superlativos de la imaginería sexual que apresuran el disturbio psicológico, sumados a la perfección formal del texto. El resultado es una obra de arte, satisfactoria de los más templados cánones estéticos.
El tono básico del porno aparece desprovisto de afecto y emoción; las piezas de argumento se rigen por las normas de la pertinencia más estricta: cualquier mínimo desplazamiento debe ser encerrado en un contexto erótico; su vocabulario es grosero y reducido, sobre todo si su objeto son los sentimientos; la producción de texto debe ser orientada siempre hacia la acción; no existe en ellos nada que no sea funcional, ni reflexiones gratuitas que no guarden relación con los núcleos de la obra ( Sontag: 109).
En este ensayo su autora ha pretendido convencernos de que hay veces la pornografía reproduce contenidos que merecen recepción, aun si su discurso es desfigurado y vulgar. Ha ido todavía más lejos cuando afirma, junto con William James, que las mentalidades morbosas abarcan “una escala de experiencias más vasta que las mentalidades sanas” (Sontag: 116).
Estilos Radicales, “La imaginación pornográfica”, Susan Sontag, ensayo de 1967, traducido en el 2002, Ed. Punto de Lectura.
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