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Fotografía: Desnuda Frente al espejo. Francesca Woodman
EDICION 59
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Octubre 21 - Noviembre 5
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2 0 1 0
Por
Claudia Salcedo
Especial para La Moviola
Estudiante de Medios Audiovisuales
Documental Autobiográfico de Jonathan Caouette
Tarnation es la historia de una vida llevada inteligentemente a la gran pantalla, tal vez de una forma honesta y hasta cierto punto, tal vez mucho, cruda. Es un retrato decadente de la vida misma, porque todos nos hemos sentido identificados con algún pasaje o alguna emoción que el señor Caouette nos ha querido mostrar permitiéndonos de esta manera introducirnos en su historia y husmear en apartes de su vida que no son fáciles de mostrar o compartir, o al menos muchos lo dudaríamos, pero la sensación que queda en el aire es la gran sagacidad del director, escritor, protagonista de no solo tener la iniciativa de plasmar su vida y hacerla pública sino mantener una idea por más de dos décadas y lograr llevar esta empresa a algún termino y convertirse en una imagen sin precedentes claros en la industria cinematográfica.
Todo en el documental grita, trasciende en la profundidad absoluta de nuestras conciencias, no nos atrevemos a tener un juicio, pero podemos sumergirnos en su mundo de una forma de pronto perversa y morbosa que nos impele a ver un poco más, a enfatizar esto o aquello y de incluso conversar al respecto como quien habla de la vida de algún conocido. Es la intromisión absoluta y permitida del espectador a una historia de vida abierta al público: una vitrina que nos ofrece un producto tentador aunque poco atractivo para llevarlo.
Si algo hemos visto en el mundo actual es la necesidad visceral de la sociedad por hacer públicas sus vidas: youtube, facebook y cientos páginas web más nos muestran diarios de miles de vidas de personas ansiosas de mostrar, ya sea una opinión, una situación o una anécdota, todos quieren fama, todos quieren a su imagen pública y disponible para ser descargada 24 horas del día, siete días de la semana. Permitimos que los demás entren a nuestras vidas de una forma tan fácil, que no requieren más que dar un click para acceder a contenidos que antes eran impensables.
Y ese antes no es hace mucho, el señor Caouette es uno de los muchos que se han atrevido a hacer de la realidad un perfomance, asequible a las masas, disponible para ver y criticar desde nuestras cómodas posiciones de espectadores, sin darnos cuenta que Tarnation es un absoluto acto de contrición de una persona que ha tenido una vida en la que ha tenido que afrontar muchas situaciones, eso es verdad, algunas son duras y nos vemos viviéndolas, pero es una vida y como tal tiene altas y bajas, y es allí en donde reside el gran peso de este documental, que vemos retratadas emociones tan humanas, tan tangibles que por más que hayamos tenido o no una familia funcional sentimos empatía con este personaje y comprendemos muchos aspectos de su conducta e incluso llegamos a entregarnos a su honestidad.
En la era del reality show, en donde abundan las experiencias ajenas en la pantalla y vemos cada vez retratos más crudos y más decadentes de la sociedad actual, Caouette no tiene pretensiones ni nos impulsa a amarlo u odiarlo, el solo tiene el afán de compartir su propia historia, sin mayores ambiciones, no esperando ser perdonado o culpado, es solo una necesidad visceral de contar una vida por ocasiones terrible y llena de contrastes, muchos no lo entenderían, otros simplemente lo olvidarían y lo pasarían por alto y otros gritarían horrorizados, pero todas esas son también expresiones humanas, algo con lo que Caouette está muy familiarizado.
Psicológicamente podríamos decir que Caouette es un exhibicionista obsesivo y sistemático, que es capaz de invertir su vida misma en contarla, de desgastarse ante nuestros ojos para él poder verse liberado y seguir viviendo. Entonces diríamos que ha logrado un triunfo con el solo hecho de mostrarnos su vida; de lograr no solo la fama, sino el respeto con algo que hubiera sido tratado con un medicamento, pero él pasa de eso y nos revela sus secretos y es exitoso en hacer públicas sus dolencias, sus anhelos, sus complejos y su lado más salvaje y su vulnerabilidad.
Por otro lado, el tratamiento de la obra fue mucho más directo hacia el público convirtiéndolo así en algo agudo pero que habla de su propio lenguaje y del yo interior que lo impulsa a plasmar en el espectador sus propias emociones en los acontecimientos más relevantes de su juventud, de la montaña rusa que significó para él el nacer y crecer en el hogar más inestable y disfuncional del país del sueño americano, entonces nos damos cuenta que este sueño se ha convertido en una pesadilla plagada de vicios de todo tipo, de sentimientos y sueños truncados, de relaciones que no conducen sino a la locura; pero vemos que al encontrarse con personas sensatas, que se ven reflejadas en situaciones, dogmas, problemas; en un mundo en el que por naturaleza sobrevive el más fuerte, donde los principios son limitantes y los desprecios e injusticias son radicadas por manipuladores de la sociedad y deciden traspasar y dejar atrás sus propias virtudes y anhelos, para llegar a la creación de imaginarios que son posibles y concientizan los defectos que en sí son la escencia de la vida, en donde decidimos sentir con los ojos y de observar con el corazón en un ámbito que es casi desconocido y que en lo mas profundó del alma y la mente el hombre trasciende caminando en las oscuridades con sosiego entre amaneceres y atardeceres de una realidad cubierta por niebla envolviendo al hombre en un mundo interno frágil en el que se desprenden las tristezas y nostalgias y que desencadenan una conciencia objetiva logrando una conducta social que es irradiada en las vivencias en un futuro que no ha sido alterado, y que de una u otra forma la conciencia altera las condiciones sociales y afectivas convirtiéndose en una rutina agobiante en la inspiración del presente sin necesidad de pensar en el destino sino que sus sentimientos y pensamientos lo difunden a través de experiencias de vida por esta razón es importante analizar la realidad como conducta humana que en el proceso de Jonathan ha sido la construcción de verdades que han estado presentes dentro de la obra, manifestando así necesidades y afectos dentro de su contexto familiar y personal confrontando consigo mismo su vida y que se convierte en un tratamiento visual referenciando un lenguaje estético y atractivo para el público.
Otros trabajos: All Tomorrow's Parties (2009) (co-director) – documental hacerca de este festival musical.
Referencias: http://www.imdb.com/name/nm1503401/
Yury de J. Ferrer Franco[1]
Moreno, Marvel (1992). El encuentro y otros relatos.
Bogotá: El Áncora Editores.
Para los lectores de La Moviola, la cuarta y última entrega de reseñas dedicadas a la obra completa de la escritora barranquillera Marvel Moreno, con la renovada invitación de ir a sus relatos, listos para sus ojos que, afortunadamente, tienen siempre mucho por descubrir…
Recordemos las entregas anteriores: si Algo tan feo en la vida de una señora bien perfilaba la vida íntima de una ciudad y una sociedad a la que Marvel Moreno quería quitarle la máscara, arrancando de paso los antifaces de todas las ciudades y sociedades del mundo, intención que logra plenamente al terminar y publicar En diciembre llegaban las brisas; en El encuentro y otros relatos (1992), el avezado ojo femenino, enseñado a callar, guardar y esperar, entrenado para actuar con sigilo y en la sombra, reúne los elementos necesarios para mostrar una dimensión menos física y material de los hechos, para situarnos en el ámbito espiritual de las mujeres que desfilan ante el lector, exhibiendo sus maneras de sortear los escollos que le impone el enfrentarse a una sociedad ante la que, muchas veces, se encuentran maniatadas e inermes, pero frente a la que han comenzado a esgrimir sus armas.
El protagonismo de los espacios pasa en este libro a un segundo plano, la reconstrucción de los hechos se adentra más en los personajes, que en las influencias externas que pudieron determinar sus acciones. Barranquilla sigue viva en algunos de los textos como una presencia de la que Marvel Moreno no pudo desprenderse nunca, pero otros ámbitos hacer resonar también estas voces, otros escenarios llenan de sonidos nuevos las últimas historias publicadas por la escritora.
Siete de los cuentos que integran el volumen están narrados en tercera persona (“Una taza de té en Augsburgo”, “Sortilegios”, “El encuentro”, “El violín”, “El perrito”, “La peregrina” y “Barlovento”); en tres de ellos la narradora ha presenciado los hechos y es partícipe indirecta del desarrollo de la historia (“El hombre de las gardenias”, “El espejo” y “El día del censo”) y en uno (“La sombra”) es protagonista aún atormentada por su propia visión de la vida desde la muerte. En todos los relatos la imposibilidad es el fantasma que de antemano señala el derrotero, un destino que en nueve de los cuentos es fatídico, desgraciado y que sólo en “Sortilegios”, “La peregrina” y “Barlovento”, indica una ruta de libertad, aunque no de felicidad plena.
Los relatos que concertan El encuentro, son historias de la imposibilidad, el desamor y la muerte: imposibilidad de amar en Miranda Castro, quien comparte “Una taza de té en Augsburgo” con Frieda Pfeifer, la madre que la abandonara de niña en un hospicio de esa ciudad alemana, movida por presiones paternas y a la que busca con afán para, al final, no revelarle su identidad porque ello implicaría abrirse al perdón y, en consecuencia al amor, sentimiento que ella, hermosa, adinerada y joven se niega. Confirmar la existencia de Frieda, insignificante, vacía, plana, entrada ya en una intranquila vejez, es para Miranda, hija adoptiva y heredera principal de los bienes del millonario venezolano Lucio Castro, una suerte de reto, una manera de reafirmarse en su indolencia, manifiesta en el “destello metálico”[2] de su mirada, en la manipulación de los sentimientos de las mujeres y hombres que la amaron y desearon, quienes terminan huyendo de ella al reconocer en sus actos y en su propio cuerpo, tan hermoso como inútil, una calculada incapacidad de amar, trasformada en su interior en malentendida fortaleza y traducida en la agobiante soledad que debe adoptar como única forma de vida.
También la imposibilidad lleva a Adelaida, una joven pintora, a refugiarse en Deyá donde “Todo era muy bello entorno a ella, pero no podía pintarlo”[3], hasta que Frank, el jefe de los oscuros y temidos hombres de la montaña, quienes celebraban en las noches a la luz de inmensas hogueras ritos medievales, entregándose después a frenéticas orgías, le devuelve la confianza en sí, mediante los “Sortilegios” de un amor que la renueva como artista, pero que se evapora sin dejar otro rastro que el enigma y la incertidumbre. Al final, Adelaida sólo tiene el recuerdo inquietante de aquella única e irrepetible noche de amor y la eternidad del misterio: dos tesoros que quedan suspendidos en este relato que se cierra sobre sí mismo mostrándonos la imagen de una artista solitaria y evolucionada, abierta a las posibilidades de la creación, que de pronto evoca durante la Bienal São Paulo un pasado ya lejano, el de una noche en cuya magia y significado resulta mejor no pensar.
Tampoco Lucía puede ver la oportunidad que buscó siempre: “El encuentro” con el célebre actor Robert Harrison, cuyo beso (recibido cuando tenía trece años en un corredor del hotel El Prado de Barranquilla) “la arrancó de la infancia”[4] y la ató de modo definitivo a la vida de este hombre, sin que él siquiera lo sospechase. Después de la muerte de su madre, en el otoño de su vida, que ella pretendía convertir en primavera, Lucía sale de Barranquilla rumbo a Palma de Mallorca, donde es acogida por unos amigos que le ofrecen trabajo. En Puerto Andraitx, cerca de esa ciudad, está el yate de Harrison, una luminaria del cine, opacada ya por los años, para quien ella se había conservado joven y hermosa, recurriendo incluso a la cirugía estética, a la espera del día en que el destino los uniera... Y el destino, un destino burlón y tragicómico los reúne una noche, pero se ocupa también de impedir, valiéndose de la miopía de Lucía –quien por vanidad no usa sus lentes– que ella pueda reconocer en el desconocido que la aborda para invitarla una copa, al hombre buscado por sus ansias desde su ya remota adolescencia.
Este desencuentro convierte en inútiles todos los esfuerzos de la existencia de Lucía, dejando sin esperanzas el resto de una vida cuya razón de ser acaba de morir frente a sus propias narices. La miopía de Lucía no estaba sólo en sus ojos, también en la estrechez de su visión del mundo al enfrascarse en un juego nada más por ella conocido y manejado, que la convirtió en eterna y solitaria perdedora frente a sí misma, forjadora de las circunstancias que la convirtieron en su peor, en su más temida contrincante.
Alice se impone también barreras frente al arte y al amor, que al volverse objetivos inalcanzables por el absurdo accionar de la cobardía y la locura, la dejan sin vida propia. “El violín” y Cyrille, las dos pasiones de su existencia, están ahora entre las sombras: el uno relegado a un recuerdo sublime, el de la noche en que interpretó como nadie, por primera y única vez, la “Sonata de Kreutzer”, al tiempo que decidía para siempre abandonar el instrumento que le regalaba vida, que le daba sentido a su presencia en este mundo en tanto le permitía crear; el otro, Cyrille, su marido, era ya un espectro que la acompañaba, que inútilmente, “hacía cualquier cosa por demostrarle que la vida valía la pena”[5], que la ayudaba a superar sus crisis de anorexia y le proporcionaba los somníferos y tranquilizantes indispensables para sobrevivir, pero no compartía con ella desde el nacimiento de su hija Nicole, la calidez de la vida íntima que para ambos fue siempre frustrante y dieron por terminada, en silencio, a la manera de un tácito acuerdo, cuando Alice dio a luz. Después Nicole se convertiría en la única conexión de Alice con la vida y por eso el anuncio de su matrimonio con un australiano inculto que la alejaría de ella en forma definitiva, se le antojaba su sentencia de muerte.