EL AMOR BRUJO ( GOMEZ JATTIN REVISITADO)

Especial para La Moviola

Por

Felipe Posada Obregón.

Raúl Gómez Jattin, poeta costeño y caliente. La crítica no ha definido todavía si nace en Cartagena de Indias o en Cereté (Córdoba). Escribe su obra poética del 80 al 89. No hace novela ni relato, es un escritor condenado a la cárcel humana de la poesía. Enfermo desde su origen sólo puede producir poemas como vómitos, seres vivos fuera de su boca con la sangre de su sabiduría, poemas hijos de su amor bestial a la palabra.

Su lector no sabe nada de su historia, es decir, no conoce su aventura física ni su cronología textual. Conoce tal vez --si le interesa la vida de sus autores favoritos y es buen lector-- pedazos de su mito, piezas como vidrios rotos sobre su memoria. Raúl llega alguna vez a Bogotá a estudiar derecho y nunca se gradúa por razones de debilidad menor:
“En vez de abogado respetable
marihuano conocido”
escribe como versos de fuego en su poema Desencuentros de la colección Retratos (1980-1986).
Termina pues haciendo teatro con un grupo de la universidad Externado. Quienes lo conocen en la época hablan de su fuerza, lucidez y cariño para trabajar sus papeles. Pero él viene de otro mundo, no soporta la ciudad ni su importancia. No puede escribir en Bogotá como lo hace sin sufrir en el Valle del Sinú, no puede sufrir con el amor frío de una calle sin río. Loco desde su nacimiento rural enloquece en la ciudad. Aprende apenas a actuar y así deja de distinguir entre comedia y realidad.
Niñez envejecida y trabajada, lucida enfermedad, sabia locura, Raúl la caga con sus amigos, embarra con sangre sus mejores amores, gana de enemigos aquellos corazones que lo aman. Cada poema suyo está siempre destinado a alguien: versos de amor, canciones de horror,
“... Si las nubes no anticipan en sus formas
la historia de los hombres
Si los colores del río no figuran los designios
del Dios de las Aguas
Si no remiendas con tus manos de astromelias
las comisuras de mi alma
Si mis amigos no son una legión de ángeles
clandestinos
Qué será de mí
“
escrito en su libro Poemas. Jattin entiende su existencia como relación vital y nutricia con los otros; amores amigos y enemigos amantes le dan plena existencia tanto a él como a su poesía. Y como Rafael Escalona en la voz de Alejo Durán con su ley bien aprendida:
yo quiero a la que me quiere
y olvido a la que me olvida
Jattin hace de su amor y su obra una prolongación subversiva del mito, esa manera tan dura y sencilla de amar y pensar.
No lo comparo a ningún otro poeta colombiano, es imposible. Es contemporáneo de las flores nadaístas y marchitas, de la apodada generación sin nombre, más no hace parte de ningún movimiento ni grupo literario.
Raúl Gómez Jattín es un poeta silvestre y salvaje, adicto al sexo, amante de la carne, animal en torno a su propio deseo, placer empírico de ser monstruo o pájaro según la partida del tiempo. Es un hombre de río, no del frío; la voz de sus versos viene del mar, llega con la marea del olvido. En sus libros deseo y sangre son fantasmas fuertes, misteriosos vestidos para disfrazar su melancolía. Estar siempre triste sin serlo del todo es su talento, su atributo como monstruo mitológico; lo alegran el amor y el sexo. Nunca niega ningún cuerpo porque su amor es tan penetrante como penetrable. Su vida de poeta refleja su camino como hombre marginal, proyecta sobre un charco su mirada vacía de escritor. Su poema, su obra, todos sus hijos son menos que la gloria, son apenas espejo de carne sobre el piso de sus días. Es poético tanto su día como los versos de su vida.
Espejo de su rostro animal, la poesía de Raúl sabe ofender y seducir, joder y despertar al mismo instante:
“
el infierno son los otros
cuando saben que viviste entre ellos
a pesar de que no tenías su entraña
y tu tiempo era trascendente y bello
se preguntan qué llevabas en tu pecho
tan callado tan serio tan verdadero
cuando parecías no existir para la vida
esos libros los perturban los asedian
¿por qué los nombras tan oscuros
por qué no figuran como héroes?
cuando saben que viviste entre ellos
tal vez se preguntan: ¿por qué no lo matamos
cuando aún no era conocido por qué?
tal vez digan: ¿qué hace tu miseria
tu tristeza como símbolo de un pueblo?
nunca es tarde para hablar de ellos
para recordarles que tu no eras el tonto
para revivir algo que el arte siempre
le ha tenido a la bruta vida: odio
“
Poema inédito, leído por el autor y grabado por la emisora HJCK. Grabación que reúne una gran mayoría del resto de su obra publicada. Poemas, Retratos, Amanecer en el Valle del Sinú y Del amor son los títulos de sus cuatro libros escritos, olvidados y corregidos por él mismo. Compilados luego después de su muerte en la editorial Norma bajo el solitario nombre de Poesía 1980-1989.
Transcribo “el infierno son los otros” porque no lo encuentro en ningún otro libro. Nada de lo que está escrito se puede agregar, no podemos hablar sobre el poema; apenas leerlo, leer sus versos con suficiente fuerza, leerlos las veces necesarias para entender su mal curativo.
Para entender poetas así debo -- como lector común-- saber la distancia habitante entre la historia y su leyenda, que son distintas; leer y comprender la diferencia viva de sus tiempos y su realidad activa dentro de los días del lector como del escritor ¿Por qué los clásicos no se han dejado de leer nunca, ni un sólo día de su sangre escrita? Porque aún son armas fuertes para enfrentar la historia presente, escudos como amigos vivos para derrotar la muerte, amar la suerte y creer en alguien, quererlo y hacerlo real. Tal es el poder de la eternidad, no de ningún hombre real.
La obra de Gómez es ahora un clásico de la poesía colombiana. Contemporáneo de García Marquez Raúl narra la experiencia mítica del sexo con las burras, costumbre actual y cultural de los hombres del caribe. En poemas como Te quiero burrita, ... y Donde duerme el doble sexo expresa, explica y razona su amor a las burras, a ciertos animales y sobretodo su amor brutal a todo lo penetrable y femenino. Trabajo que ningún otro escritor costeño había osado contar.
La poesía y el mito son inexplicables en Jattín y en cualquier otro poeta. Por eso crítica e historia se confunden abominablemente, porque pierden tiempo y energía tratando de explicar lo inexplicable, lo indefinible de las arrecheras de un hombre, lo robado y perdido del deseo, del mito de querer, memoria del amor. Así pierde la crítica el rumbo de su sentido, pues no haya dónde ubicar el barco de la historia que el mito sufrió y su oro perdió a orillas del mar desconocido.
... El Mito es el indiscutible centro
de la Historia y Hernán Cortés afortunado
será recibido como si se tratara de Quetzalcoatl
y matara innoblemente a Moctezuma...
escribe Raúl en Los hijos del tiempo en un poema llamado Moctezuma.
No se trata en ningún caso de la leyenda de Jattín ni de su poesía embrujada, sino del mito en él como hombre, del rito en su palabra como poeta. No es la palabra de ningún dios muisca exactamente, es su muerte entre nosotros, su memoria viva y subversiva de maíz pelado por las manos de la gente.
Antes, después y durante la obra de Gómez existe la lucha de la palabra, crece la ceremonia del canto entre los pueblos. Antes del cuerpo no existe nada; la muerte. El destino es el origen del hombre. De la muerte viene, hacia ella va. La historia es su prolongación humana, su memoria institucionalizada. Muerte sobre el mar en mitad de dos mundos: la lengua vestida frente a los amores desnudos.
Tiempo mítico avanza en circulo como la tierra y el sol; el tiempo de la historia es menos natural, se mueve en línea recta como ningún animal. La historia y sus ciencias explican al hombre como hombre mientras el sol lo define como ser guerrero. Tal poder no es comprensible ni legible, no se puede consultar en las bibliotecas como la historia. Puede su lector en cambio leerlo sobre la piel de la Tierra porque ella también es un Libro cuya poesía es sagrada; leer el mito sin palabras a través de un viaje, vivirlo para poder asumir su compromiso mítico como actitud espiritual frente a los días, las ideas y su guerra.
Los escritores no son hasta su muerte, sus palabras son de nadie mientras vive, su voz es del pueblo. No son escritores sino hombres vivos. Sólo bajo la gloria de su muerte, mentira de sus días, un guerrero es reconocido, un profeta leído, sus dolores casi comprendidos.
Raúl Gómez es un escritor vivo en la muerte. La historia lo cuenta como hombre muerto mientras el mito los viste y nombra como luz del cielo, amigo del que ama, hermano del que sueña.
No debemos --lectores de su locura-- analizarlo ni llegar nunca a estudiarlo sino apenas leerlo, aprender a cantarlo. Leer cada poema con tiempo y espacio, leer mentalmente o en voz alta, leer para uno y para la gente... ¿Para qué pensar algo del texto que se puede bailar todo el tiempo? El texto no puede ser leído como conocimiento inmóvil, trabajado como saber sin pasos cuando es pura música en movimiento.
Además es peligroso elaborar hipótesis y teorías literarias sobre tal u otro personaje. Son sencillamente artistas necios, hombres despreciables en sus vidas, seres inadecuados pare el momento y peligrosos para la gente. No confío en la crítica porque es como hacer más poesía sobre ellos, palabra obligada, arte siempre interrumpida por su propio concepto. Maltrecha tarea de criticar la
El amor brujo
He robado parte de tu cuerpo y de tu alma
Le he tendido una celada a los recuerdos
que aquí te recuerdo ¿Recuerdas amor?
El cielo de la noche casi azul se asoma
entre tus pestañas Noche vibrátil
Una vez me fui hasta tu región de monte
enfermo de hongos y tristezas muy tristes
Y aluciné con tu imagen alta y flexible
galopando un caballo de nube Luego
venías por la tarde desde el retiro de los Indios
en tu carruaje blanco y yo iba a pie
por la carretera Como un sonámbulo
Sonríes desde lejos como si masticaras
mi corazón entre tus colmillos
Mis palabras le quitan a tu vida muerte
Vives en este libro aunque te tenga miedo
Aunque apenas si hemos hablado Pero te amo
tanto como siempre Tanto como puedas imaginar
Y estamos lejos Como el sol del mar
“
Poema escrito en su colección Del amor, cuyo principio lleva un epígrafe de Arthur Rimbaud: Es la hora del querido cuerpo y del querido corazón. Lo escojo porque sus palabras dan placer, porque tal vez sólo con placer podemos --como lectores-- leer y comprender a esa mujer llamada poesía.
Mi lectura entiende El amor brujo como el amor imposible, ese que alguna vez todo hombre o mujer padece. Amor a la eternidad, a la carne del espíritu. En su libro Una temporada en el infierno Rimbaud escribe :
“¡La volvieron a encontrar!
¿A quién? A la eternidad
es la mar
ida con el sol.”
Pocas veces descifrar poemas resulta como espejo de la lectura cotidiana. Para desanudar un trabajo lingüístico nadaré entre imagen y lectura, así debo llegar, habitar y masticar las palabras del poema. Cada estrofa lleva una imagen mental:
He robado...
--Ladrón y poeta. El recuerdo es una trampa del amor.
El cielo...
-- La escena del recuerdo abre por entre dos ojos. La noche y el viaje están escritos y dibujados entre esos ojos, los ojos del poeta y de la amada.
Una vez...
--Inicia el viaje físico por la región altiplana. El viajero está enfermo porque debe huir, triste por su curación de fuga, por ese modo de regreso a ninguna parte. El hongo es la carne de los dioses (Don Juan. Carlos Castaneda). Alucinar es desear, es visionar un anhelo. Ausencia alucinada porque el amor carnal y espiritual no está. El poeta simplemente lo alucina como amor: caballo de nube es símbolo de virilidad celeste. Más sólo una mujer como la poesía cabalgaría una nube en semejante altura.
Luego venías...
--Versos de desencuentro en plena relación. El amor brujo es etéreo como las nubes, casi invisible, sin sexo ni nombre. No lo puede tocar, no sabe hacia dónde va. Justa distancia para la forma del poema: amor siempre protegido por el cielo. Amor celeste frente a poeta descubierto, solitario, sembrado a la tierra como un árbol caminante. En su viaje de amor nunca busca su encuentro.
Sonríes...
--Ansia, morbo, hermoso morbo de sufrir. Hay burla del lejano, del amor distante. Amor así mismo ríe y celebra la soledad del otro. Burla del brujo, del amor a la malicia entre dos soledades nunca unidas por el cuerpo.
Mis palabras...
--Libro como salón o patio o aún cielo de la eternidad. El miedo y la lejanía trabajan para la vida de un amor brujo, amor tan vivo como la imaginación.
Y estamos lejos...
--El sol habita la tierra y el cielo; el mar sólo vive en la tierra como los hombres. El brujo es el sol y su amor vive con la tierra, sol sobre la tierra quien galopa un caballo de nube, conoce a los indios y no quiere relaciones carnales con los hombres más que su luz entre los cuerpos. El poeta viene del mar, también es brujo y solitario, sufre la mirada de un dios: los rayos de su sol amado.
(Para dibujar en el tablero)
Dos ojos con sus pestañas, entre su mirada una noche. Son los ojos del recuerdo. Un ojo es la tierra, el mar, el amor del hombre poeta, el brujo. El otro ojo no es terrenal, es el sol, el cielo, fija mirada de la eternidad. Acá y allá. El amor brujo narra esa distancia, el viaje existente entre la tierra y su cielo. El amor es eterno e imposible para los hombres, sólo su deseo es inmortal.
Entre la lectura de Rimbaud y Raúl hay una distancia necesaria, de un poema o otro existe cierto camino. Es el recorrido de la lectura. Estanislao Zuleta afirma en el Elogio de la Dificultad que la lectura es aventura. El buen lector no consume cuando lee, trabaja como el escritor cuando escribe. Versos dicen:
“¡La volvieron a encontrar!
¿A quién? A la eternidad
Es la mar ida
con el sol”
Rimbaud toca la eternidad en sus años de juventud, cuando crece y escribe; no debe ser viejo ni triste para hablar con la sabiduría. Dialogo con el cielo, con Dios, el poeta conversa con los muertos y los dioses.
Una aventura hacia el cielo comparten los versos de la Temporada en Infierno y El amor brujo. Ninguna sangre supera otras manchas sobre el tiempo: la sangre escrita es eterna y en su cielo viven --en guerra o en paz-- todos los poetas muertos del mundo. Ni Gómez Jattín ni Rimbaud son más grandes que ningún otro escritor, tan sólo han sabido meterse por caminos parecidos para llegar de viaje al cielo.
Amor a la eternidad, pasión por la profundidad. No quiero hablar de la muerte de Raúl ni de su enfermedad cronológica. Sólo sé, por la noticia en algún periódico y su foto por la noche en el noticiero, que estrella poéticamente su cuerpo contra un bus en Cartagena, en 1997, enfermo y mendigo, cansado quizá de su amor infernal y su vida animal.