RAZONES SIN RAZÓN ( 1 )


Nota: La realizadora de cine y televisión, investigadora y docente Sandra Jubelly Garcia ha cedido a La Moviola una serie de articulos sobre el acto creativo de escribir.En esta edicion publicamos la parte 1.

Por:

Sandra Jubelly García

Especial para La Moviola


Blas Pascal decía que el corazón tiene razones que la razón desconoce y pensar en la escritura, en su naturaleza, en sus procesos, en sus intersticios, en sus tentáculos, es pensar en algo vivo, palpitante, creciente y peligroso. Peligroso en muchos sentidos: peligroso para quien escribe, que a fuerza de asomarse a los abismos del alma puede caer; peligroso para el que lee que, a fuerza de transformarse, puede perderse en su propia metamorfosis; peligroso para el poder, como atestiguan las incontables hogueras a las que se han sometido los libros; peligroso para la moral, como nos lo deja ver la censura; peligroso como el corazón y sus razones.

La inmortalidad (1)

" La naturaleza, buscando una fórmula que pudiera satisfacer a todo el mundo, escogió finalmente la muerte, la cual, como era de esperar, no ha satisfecho a nadie."
Emil Michel Cioran

Cuando me pregunto por qué escribir me gusta pensar en Odiseo sentado a la orilla del mar, en las playas de la isla de la ninfa Calipso, divina entre las diosas. Atormentado por fuertes pesares, consumiendo su ánimo con lágrimas, suspiros y dolores, fijando los ojos en el Ponto estéril y derramando copioso llanto.
¿Y por qué llora Odiseo? Odiseo llora el llanto de los griegos, el llanto del hombre antiguo, del hombre primitivo cuando descubre que es mortal, que está hecho de tiempo, que su tiempo termina, que es un ser finito. Odiseo llora el llanto que produce el temor a la muerte, el temor al olvido.
Los animales son eternos porque no tienen conciencia de no serlo. En algún momento un animal tuvo conciencia del tiempo, se supo mortal y se hizo hombre. Ahora ese hombre tiene miedo, le teme a la muerte y quiere resistírsele e igual que a todo en la naturaleza, quiere gobernarla, domesticarla, vencerla. Entonces se inventa un topos, una geografía de la muerte, un lugar al que ha de llegar cuando muera: el hades de los griegos, el cielo y el infierno cristianos o los veintiún infiernos de la transmigración de las almas del hinduismo.
Pero la muerte viene preñada y su vástago es el olvido. Se hace entonces necesario no sólo derrotar a la muerte sino a su hijo. Los griegos descubrieron que a aquel fruto se lo vence cantando y fue el aedo el encomendado para esa misión. Era él quien daría la eternidad a los hombres, él haría que perduraran en la memoria, él el antídoto contra el olvido.
No obstante había que hacer méritos. Era menester ser digno de habitar el canto del aedo y sólo unos pocos alcanzarían tan anhelada gloria. Sólo los héroes pervivirían en la memoria de los hombres y lograrían la inmortalidad.
Luego del canto fue la escritura y ya no había que inmortalizar a los hombres sino los acontecimientos. Proliferan entonces los monumentos, las estelas, los obeliscos conmemorativos en los que los reyes quisieron inmortalizar sus victorias.

«Se podría hablar, respecto de los países griegos y romanos, de una "civilización de la epigrafía"»... En los templos, en los cementerios, sobre las plazas y avenidas de la ciudad, a lo largo de las calles incluso «en el corazón de la montaña, en la gran soledad», las inscripciones se acumulaban llenando el mundo grecorromano de un extraordinario esfuerzo de conmemoración y perpetuación del recuerdo. La piedra, y más frecuentemente el mármol, servía de soporte a un exceso de memoria. Estos «archivos de piedra» añadían a la función de los archivos propiamente dichos un carácter de publicidad que insistía, que apuntaba a la ostentación y a la durabilidad de esa memoria lapidaria y marmórea" .

Hubo entonces otras maneras de inmortalizarse. El aedo no hablaba de si, sino de otros, pero Homero inmortalizó a Demódoco quien fue el primero en cantar las hazañas del divino Odiseo. De modo que Homero inmortalizó a Demódoco, a Odiseo y a sí mismo. Desde Homero, a los poetas no los fuerza la verdad de los hechos cantados sino el deseo de pervivir, de no morir. Así que escribimos para no morir.

Hagan Click en el titulo de esta nota y les tenemos una sorpresa pictorica alrededor de la inmortalidad.

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