Por
Andrés Romero Baltodano.
“El amor es más frío que la muerte”
R:W:Fassbinder
Hay un halito de sequedad, un aire enrarecido un sistema que huele a neumático quemado debajo de un puente.
Los carros parquean (la cámara esta arriba estática).
Es la celebración del “voyeur” de aquel que mira y no percibe nada mas allá de lo que siente, de aquel que inocente de su propia reflexión se abandona a un acto curioso y maniático.
Un escolta (lo llamaríamos aquí).
Un hombre que es la sombra de otro con quien no establece ninguna relación.
Una sombra a veces incomoda a veces providencial (si no se tiene los ojos del escolta encima la inseguridad de la seguridad se vuelve débil, vulnerable).
La idea de seguir un oficio es atractiva (“24 horas en la vida de una mujer” rememoramos a Zweig).
A quien no le gustaría seguir al pie de la letra el oficio de astronauta (alguien llamado Simón lo haría) con todos sus bemoles, sus taras, sus ascensos, sus libertades sus orificios?
Rodrigo Moreno debió ser un voyeur desde lo alto (como cuando vemos el parqueadero que el mismo crea como espacio del testigo aéreo que recrea la ansiedad y lo mecánico de los actos de los escoltas).
Ya era un “voyeur” desde “Nosotros” (1992) y desde el célebre (en el mundo underground) “de donde y como Oliveira perdió a achala” (1995)
Y aquella experiencia donde estaban todos los “nuevos” (Martel- Burman-
Caetano-Moreno) de “Historias Breves”.
Después llegaría un largo “El Descanso” (2001).
Moreno se agazapa sobre su propia memoria salta como una liebre antes de que el sol caiga (en desuso) y se lanza en “El Custodio” (2006) a examinar la vigilancia, a examinar un país desde el escolta, un hombre frío que a veces se calienta (soberbiamente fría la búsqueda del amor de “Ruben”).
“El Custodio” es una radiografía tan sentida y tan vital que nos hace olvidar que la historia es de alguien que cuida al otro.
Su inmensa humanidad nos hace ser testigos de la vida de alguien que cuida algo que no ama (a diferencia de Tom que cuida a Jerry).
Azul.
Vacio.
Inmenso conocimiento del espíritu humano eso es “El Custodio” de Rodrigo Moreno.
Un Dry Martíni en medio del alma, una historia de un escolta para quien la vida “es colta”.
Moreno entra en la vida intima, en la vida cotidiana de manera cinematográfica no es documental pero podría serlo…
El tiempo visto por la verdad.
Julio Chávez se mete dentro de este “guardian” de nada, de todo de su propia vida de su propia sexualidad de sus relaciones con una hermana
ida e implantada en su propio planeta…
Revólveres y lechugas, soledades y santos colgados de un retrovisor.
“El Custodio” un silencio que enlaza el alma con la realidad una película fundamental para pensar que este mundo se acaba donde los muertos no hablan sino gritan en Argentina herida y tan sola como la sirena que esculpida en piedra hace que los turistas le tomen fotos en Copenhague.
“El Custodio” aborda la vigilancia no como lo hace Foucault en “Vigilar y castigar” sino como una acto autómata que hace del vigilado un ser que se jacta de ser vigilado sin tomar consideración por el humano que lo vigila (la humillación de “obligar” al custodio a dibujar a un invitado a casa para olvidar el dibujo dejándolo “olvidado”).
Moreno establece un largo camino entre la vigilancia y los sujetos vigilados.
“El custodio” es un retrato de esta sociedad nauseabunda que permite que a unos los cuiden otros sin términos de relaciones humanas sino de vasallaje interminable.
Los actos humanos en manos de un cine inteligente se hacen agua, hielo, amarillo o disparos volátiles sobre una noche tan larga como un suspiro de abeja enamorada…”El custodio” es un grito al interior de un ser amarrado y atormentado por su propia vida una mirada fría y equilibrada sobre el acto de no ser uno mismo.
Al final un disparo.
Un solo disparo.
Y el espectador aun no sale del encantamiento.
La Berlinale no se equivoco.
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