Encuentro con el tiempo y un choque fortuito con la química


Por


La Sangrona


Especial para La Moviola





Fotografía Fernell Franco



Querido Fernell:



Los recuerdos de tus trazos en medio una cuidad caliente, cálida, en medio de Cali, me llevan ahora a revisar tus huellas y a escribirte después de Haberme topado varias veces con tus ojos en los años 70s, hablabas de tu pasado, tu infancia en el campo, el olor de la tierra, el canto de los animales al amanecer y de cómo en un mismo amanecer toco huir y dejarlo todo una vez más por la cruda e injusta violencia. Llegue ese día al billar donde frecuentemente nos veíamos para reír, tomar algunas frías, y jugar con la memoria. Me tomaste de las manos y recorrimos tu obra en tu tiempo, en ese tiempo en el que atraviesas la velocidad monstruosa del reloj y recorres la historia de un lugar que se reconoce entre afros, baile, luladas y bolas de billar, espacios olvidados, espacios poéticos cargados de simbolismo que están detrás de una ciudad imaginada. Desde ese día empecé a seguirte en medio del silencio, la violencia y la soledad. Tantos años sin saber de ti…. Y de nuevo hoy me choco con tus Calles, con los personajes inciertos que aparecen y desaparecen entre cortinas de humo y besos nocturnos; La luz siempre cómplice de la sombra. El tiempo congelado y cargado de sensaciones y relatos emotivos me llevan de nuevo a los espacios que tú recreas, a los gestos y a las poses de las mujeres que con sus palabras y aliento fragmentan su cuerpo y lo ofrecen de alguna manera. Ahora que estoy frente a esos rostros y escenarios solos y descompuestos reflexiono, vuelo a otros espacios e imagino historias llenas de colores brillantes, historias donde la luz se contrasta con el negro de las pieles y de las maletas atadas con cabuya por el afán del dinero o por la rutina del ciudadano. Me detengo en tus fotografías y mi mente se llena de palabras, de murmullos, de composiciones que ahora escribo para ti en esta carta y en estos breves poemas que solo pretenden recordar los bocetos y la descomposición intervenida por tus manos, por el químico o por la creación que se alimenta de los sucesos diarios que muchas veces son callados y olvidados pero que ahora hablan:













DE LA SERIE PROSITUTAS:



Risas, llanto, agua, miradas, conversaciones de cama o de hermanas,


mujeres que descansan entre las tinas y las mesas que elevan sus patas mientras soportan una cerveza tibia y una muñeca cuerda.


Rostros blancos que dejan ver los dientes negros.


Cuerpos fragmentados por líneas, por hombres que están invisibles pero que dejan su rastro en la carne granulada por la sensibilidad de la película.


Encontrar un momento en la intimidad de un trabajo que se señala con la uña encarnada de quienes solo están afuera especulando, esperando un taxi con un a coca cola zero en sus manos.



DE LA SERIE AMARRADOS:



Un nudo quiebra y retiene.


Un nudo que no se suelta y que el tiempo aprieta.


Un pliegue que no se borra.


Una historia que a veces se cuenta.


Un hombre que amarra.


Un hombre que narra.


Una fotografía.


Muchos pensamientos que ruedan en las calles.



Carboncillo, lápiz, color, crayolas, objetos desconocidos y memorias quedan en las tulas negras, atrapados por las cabuyas que amarran las palabras, que dejan huir los gestos entre la luz que escapa de cualquier atadura.



DE LOS BOCETOS:



El sol se pierde entre la ciudad


Entre el humo de la ciudad


En las negras montañas


Entre un par de firmas y anotaciones añadidas


Entre cintas cortadas y químico que corroe.



Pedazos de papel, de tiras de prueba, de película viciosa,


experimentas con la cuidad y con sus habitantes antes de que todos apaguen la luz y cierren la persiana.











DE LA SERIE DEMOLICIONES:



La textura de un muro que dejo de existir.


Los arboles que acompañaban ese paisaje solitario en una vecindad cercana a la tuya.


Vecindad que se desdibuja entre el blanco y el negro.


Pedazos de muro que se recortan para formar montañas.


Baldosas que fueron pisadas por tenis y zapatos que entonaban baladas de amor.


Tantos recuerdos en esa casa,


tantas cenas en esa mesa que ahora es reemplazada por un piso quebrado e invadido por la bella maleza.


Escaleras en subida y bajada, rejas pegadas, montones de arena que perduran en la imagen que rescata el olvido la ruina.



DE LA SERIE RETRATOS DE CIUDAD:



Sombras, siluetas que se desdibujan y se componen de miles de granitos.


Luz, sombra como rastros.


Siluetas que fuera de las fotos eran cuerpos sólidos


Ahora son recuerdos que se congelan en el tiempo,


Personas que esperan.


Personas que anhelan.


Personas que solo están ahí ocupando un lugar en un cuadrado.


Ocupando un lugar en una fotografía.



Siluetas que se pierden entre la humedad del suelo y los charcos.


Reflejos de una cuidad, de ventanas y obeliscos filudos que desvían los rayos en el invierno.



DE LA SERIE AGUA Y DESIERTO:



El agua traza mapas y rutas que se pierden en la línea de horizonte.


Los cráteres lunares se hunden con los pies húmedos y gruesos de tanto buscar el camino.


Se abren grietas en la tierra que dividen las huellas,


El mar está al final


Las formas naturales se apoderan del hombre


La mirada se expande y la mente se eleva para aterrizar en la grieta más profunda y ahogarse entre las raíces de una era perdida.



Una impecable soledad: Fotografías de Fernell Franco, Museo Nacional de Colombia desde el 23 de febrero hasta el 24 de abril de 2011.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

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blody dijo...

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Oresh dijo...

En estas frias tardes, cuando la luna se detiene a observar, hay que mirar adentro y ser franco con uno mismo. hay que ser Franco...