“CUCHILLO DE PALO O EL MIEDO SE DIBUJA ENTRE LOS MUERTOS.


Por
Andrès Romero Baltodano.




Pasada la maravillosa 12 Muestra Internacional Documental donde pasamos del desierto a las lagrimas de un poeta ruso suicida y vimos tantos "docus" que en medio de esta lluvia de amor y silencios contamos con la presencia de la productora Marta Andreus que trajo el documental "Cuchillo de Palo/108" de Renate Costa (Paraguay.2010) nos acercamos sigilosos a esta pelìcula y con el llanto en nuestra puerta escribimos esto...






Hay debajo de la sombra de un hombre tal vez su pasado y por eso las sombras no permiten ver sino el contorno…







108.
Un número más de tantos. Números arábigos que pasan por creación de los árabes por el asunto de la asociación libre con el nombre, pero en realidad se los inventaron en la India.
108.
Podría ser el número de un cuarto de hotel donde James Dean leyó un fragmento del Corán.
Podría ser el número que le ponen a un saco cuando entra a la lavandería, en un papelito amarillo.
Pero decir en Paraguay 108 da miedo, susto tal vez pánico.
Situémonos en los años cincuenta para que nos de más pánico:
Strossner en Paraguay.
Perón en Argentina.
Trujillo en República Dominicana.
Getulio Vargas en Brasil.
Anastasio Somoza en Nicaragua.
Se quiebra la tierra y en ella entierran a quien no les simpatice. En las calles, el silencio se apodera de la población y quien intente caminar en sentido contrario al poder, será eliminado o torturado o simplemente desaparecido. Y si eso ocurre con aquellos que están en la rivera de lo político, que será de aquellas minorías de excluidos, que la misma sociedad se da el lujo de “apartar” bajo condiciones de moralidad unívoca y absurda?.
Renate Costa es una cineasta Paraguaya, que un día llegó a Barcelona al Master en Documental de Creación en la Universitat Pompeu Fabra y se encontró con Marta Andreu, quien nos contaba que inicialmente Renate lo que quería era contar la historia de su tío, quien había aparecido muerto desnudo en el patio de su casa.
Todo empezó con un muerto, pero lo que no sabían es que detrás de este, muchos más vendrían a tocar la puerta de este documental desgarrador que se llama: “Cuchillo de palo/ 108”.
Renate se preguntaba porque su tío era “rechazado” e “isla” dentro de su mismo grupo familiar y el hecho de que el tío fuera homosexual es lo que la lleva a iniciar un viaje que va a hacerla transitar entre lo macabro y lo feliz y entre lo amoroso y lo eterno.
La narración documental es tan particular y tan epifánica, que permite ir construyendo no con lógica de arquitecto sino con lógica de músico concreto o de fotógrafo ruso de la post revolución. Una ventana aquí que caza con un perro que ladra, una servilleta donde está anotado un teléfono, que está rota en las puntas, que se puede coser a una avenida donde torturan solo para divertirse.
Tres años duró este proceso alquímico y reconstructivo -decía Andreu- que entre más grababan más los caminos se abrían y se cerraban, aparecían pistas como en un juego de Arsenio Lupin, hablaban unos, callaban otros, la sombra de un monstruo llamado Strossner (quien paradójicamente muere tranquilito en su camita en Brasil) a quien se le atribuyen más de 4.000 muertos y muchísimos desaparecidos, va haciendo sombra sobre el pasado del tío de Renate de la mano de las profundas conversaciones que Renate tiene con su padre, que toman un cariz de match de box, donde a veces el arbitro desaparece (como los desaparecidos Paraguayos) y a veces en silencio abandona el ring como un león marino herido, que llama a su amor como ultimo recurso para flotar.
Flotar. Hundirse. Nadar. Eso es lo que pasa en este estremecedor documental. La historia puede ser la del vecino, la de la familia, la que viven millones de seres en angustiosos estados, donde sus estados los arrodillan y los fulminan como bombillos baleados.
La narración va entrando en los territorios de quitar las máscaras, de contar porqué da pánico un tipo como Strossner, de asomarse a la situación de millones de seres humanos que por preferir una peluca, son pateados y despreciados mientras otros (a los que no se ve la peluca) probablemente son más letales para sus propios pueblos.
Y por último una dolorosa biopsia aparece como una serpiente que entra en el cuerpo, para descubrir la enfermedad de la displicencia y la ignominia que puede anidar en una familia dentro de sus propios miembros.
Al final un perro callejero sin hogar persigue la cámara y uno no sabe si es un desgarrador homenaje a los 108, los sin voz, los detenidos por el crimen de un locutor en 1959 y por ser homosexuales (podrán 108 personas matar a uno solo o será que es mas factible al revés?).
Al salir de la sala nos queda un nudo en la garganta y una “desazón suprema” de saber que en el mundo pasan estas cosas, mientras millones de ojos miran la tele y alzando los hombros dicen: algo habrán hecho.

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