Alexander McQueen o un vagón que se desbarranca en una película de John Ford.





Por
Andrés Romero Baltodano


Un venado en el año 5000 A d C corre por una arena amarilla y trescientos minutos después es cazado y su carne engullida con goloso placer por la boca de un hombre bosquimano en algún rincón de Tsumeb, horas después su piel café con manchitas blancas es puesta al sol y secada con diferentes sustancias -incluida la orina-, para convertirse en un vestido cortado para ser puesto sobre la piel.

Habría habitantes que se pondrían este vestido de manera particular, tal vez acompañados de un accesorio como un hueso de mirla pulido y pintado con cáscaras de cebolla y hojas de eucalipto, que tomara una coloratura rojo salmón o azul añil.

Los esquimales descubrieron a partir del intestino de foca lo impermeable y cosían sus abrigos con los tendones de las focas casadas (o divorciadas diría alguien).

El vestido se impuso en la vida de los seres humanos una vez el pelo que nos cubría fue desapareciendo, cuando pasamos de australopithecus afarensis (hace 4 crones) a homo erectus (hace 1,5 crones) y después a neanthersalensis ( hace 300.000 años).

Hordas de hombres hambrientos y friolentos se dedicaban a buscar alimento y abrigo sin mas pretensión (se supone) que la de cubrir estas necesidades básicas. Los animales fueron los primeros objetivos (por ejemplo en el 11.500 A d C los habitantes de América desarrollaron el Silex con forma de hoja fina para cazar mamuts) y los colores, las esencias vegetales, ayudaron a darles tonos a las vestimentas y cada uno de nosotros se dedicó a portar cada prenda como bien le vino en gana.

Dicen los libros de historia del vestido, que el primer asomo de un vestido que llevara una marca lo confeccionó un tal Charles Worth en 1859 y entonces, desde allí, es que ingenuamente hablan de diseño de modas, donde también aparecen Paul Poiret y la “inventora” de los “mannequin” (que posteriormente se llamarían modelos) Lady Lucile Duff Gordon.


El diseño de modas no nació en esa fecha, porque sería ingenuo pensar que en toda la historia del mundo, las personas no jugaron con sus prendas y sus diseños en los cuatro puntos cardinales del planeta. Las personas DISEÑARON su ropa desde que el mundo es mundo y Santos Discepolo dijo que “el mundo fue y será una porquería ya lo sé…”

Si vemos por ejemplo lo trajes usados en la bulliciosa Constantinopla (que tanto muestra en su cine Nury Bilge Ceylan) en el año 395, vemos túnicas con brocado de seda, aprovechando la jugarreta de dos monjes traviesos que llevaron los gusanos de seda en sus vestimentas, para evitarse la engorrosa y poética ruta de la seda (tan hermosamente contada por Alesssandro Baricco en “Silk”).

Son muchos los que creen que la moda nace en Francia (OH La la que equivocados están) es más, existen aún un grupo más grande, que cree que los diseños de París son lo único valido, obviando las poéticas y bellas creaciones de los vestuarios aztecas, hindúes, vietnamitas, húngaros, polacos etc.…

Si es verdad que el mercado de la moda tenía como capital a Paíis ( mas por un referente romántico que una realidad), el eco de lo que ocurre en esta tibia ciudad llena de perros callejeros y poetas en decadencia (donde nunca pondría un pie un verdadero “real visceralista” según Bolaño en sus “Detectives Salvajes”), es solo un gramo de lo que es la moda como costumbre social y no como imposición de las grandes revistas y las pasarelas llenas de comercio e intereses alejados de la estética y el gusto por vestirnos como nos da la real gana.

Dentro de este circo mediático que es la moda (recuerdan el “Imperio de lo Efimero” de Lipovetski?), en el siglo XX hemos tenido tantas tendencias como diseñadores que tallan en el cielo de sus temporadas otoño- invierno o verano-primavera etc. Miles de creaciones que son vistas una vez en el rito post moderno de los denominados “desfiles de modas” (que aparecen en los 1800 en los denominados Fashion Parades con té y galletitas para los asistentes).

Nombres como Halston (impecable), Bill Blass (sobrio y sin arandelas), Coco Chanel (la reina del aburrimiento estético), Carolina Herrera (así ya se habían visto en el siglo XVII), Valentino (de negro hasta en sus últimas consecuencias) Armani (“el discreto encanto de la burguesía”), han poblado el universo de las prendas para toda ocasión y para todo tipo de cuerpo, estos diseñadores han cumplido con la misión de mostrar talento y estética que agrade a una buena parte de la población, pero no se sabe en que momento el surrealismo y la exageración entraron de puntillas en este mundo de la moda.

Lo teatral, lo orgánico, lo hiperbólico se comenzó a dar cita en las pasarelas y en las casas de moda… si el cine se llenaba de fantasmas cyberpunk (hasta llegar al “The Imaginarium del Dr. Parnassus” de Gilliam) y la música llegaba a los límites de Matmos y el comic mutaba a la “Roman Grafica” con Neil Gaiman, pues la moda no podría quedarse quieta y la aparición de diseñadores como Galliano y Alexander Mcqueen no podría demorarse mas.

Lee (como lo llamaban sus amigos) estudio en la “fábrica de ideas “Saint Martin’s College (fundada en 1845 y dirigida por mucho tiempo por el artista minimalista Anthony Caro), había nacido un año después que en conmemoración a La Comuna de París (efimero gobierno popular y federativo que instalo su poder en París del 18 de Marzo al 28 de Mayo de 1871), los estudiantes se alzaran de la mano de Danny “el rojo”. Mientras en París, Michelle se besaba con Pierre y al fondo se alzaba el humo de un gas lacrimógeno; McQueen gritaba en un hospital molesto por el pésimo diseño de los guantes quirúrgicos (años después, él mismo arreglaría este asunto). McQueen comenzó a asombrar en las pasarelas por su arte Fellinesco y Rabelesiano, la post modernidad de Lyotard había tocado la puerta del mundo y Mcqueen alargaba las faldas, estiraba los ojos, inflaba las mangas hasta el delirio, apretaba las cinturas con hilos que hacían que los senos engulleran la carne y asfixiaran a las modelos. Imaginaba Moebius en un bar de canguros adolescentes sin prisa, dibujaba eternos Bacon que se asomaban entre las faldas, visitaba a Buck Rogers, pero recordaba a los guiños espaciales de Modesty Blaise en una aventura intergaláctica y podría haberle diseñado a “fea Cristina” -aquel hermoso y entrañable personaje de Chester Gould- en una aventura del impenetrable Dick Tracy.

Cómo hubieran sido los diseños de McQueen si los hubiera hecho para Lemmy Caution en “Alphaville “de Godard?... su imaginación no tuvo limites y su teatralidad, así como su inmensa capacidad de imaginar un ser humano envuelto en gasas o hilos de acero, harían de él un diseñador que no hacia ropa para ser usada una tardecita de oficina en un “elegante“ Juan Valdez (elegancia simulada para aprendices de snob), sino como extensiones de la ciencia ficción de Giraud, de los abismos insondables de Dalí (no hay que olvidar que ya otro se aventuraba por las mezclas de ideas hurgando en la fantasía).

A McQueen no se le puede clasificar como un diseñador de modas, sino como un artista que usó la ropa como oleo o como arcilla, un ser humano creador de formas adaptadas al cuerpo humano para decir lo que creía del amarillo o del malva, un artista plástico que podría exhibir sus obras (vestidos?) en el MOMA en el MALBA… su torrente sanguíneo lleno de puntadas oscuras o góticas prevalecen como otro camino para la creación artística, así muchos crean que arte es solo si lleva la etiqueta de literatura o fotografía, el arte se bifurca como los caminos del jardín de Borges (entrañable Ficciones se reeditara?).

Su colección “Crucero” (llena de tejidos sintéticos y pop art) con vestidos tipo “sirena” y estampados orientales (se nota que la Uma Thurman de Tarantino en “Kill Bill” lo visitó en sueños), su última “la Atlantida de Platón”, fotografiada por el sublime fotógrafo de moda ingles Nick Knigth (recuerdan su fabuloso libro “Skinheads” de 1982?) ya desbordaba los límites de la ficción y la hipermetafora.

McQueen había entrado en un túnel donde su propio horror y su propia poesía igualaba los versos de Villon o las tergiversaciones de los diálogos de “Caligula” de Camus, se había asomado a una ventana inmensa donde el mar era tan pequeño, como una palabra que nos cae del cielo.

Este jueves 11 de febrero el acudió a la cita de un tercer vagón que se cae por un barranco en una película de John Ford: primero se suicido su madre, después su manager y entrañable amiga (exmodelo) Isabella Blow y por último él. Lo encontraron sin vida con cuarenta años, un matrimonio con el documentalista George Forsyth y sus manos ateridas y apagadas.

Ha muerto Lee McQueen.
La pasarela de París de este 9 de marzo se cumplirá sin su respiración rondando el “sitting” y el “backstage”.
Moss, Campbell y siete danesas postadolescentes lloran antes de que se apague la luz.

Bjork usó sus vestidos en “Who is it”,” Pagan Poetry” y “Alarm Call”.
Nos hará falta ver como una tela es un oso que llora, un broche un cohete que no vuela, un cuello una carretera llena de musulmanes en calma.
Adiós Lee.

3 comentarios:

blody dijo...

que bonitas metaforas para un artista tan pasado .... me falta el vestido para quedar en el olvido...
besos

§ dijo...

bello!

Anónimo dijo...

Or..."In a single man" de TOM Ford????