Segunda parte del articulo sobre Edgar A. Poe.
Por
Gabriela Santa Arciniegas
Especial para La Moviola
Ahora, mencionábamos el vínculo filosofía – matemática – poesía. En el texto de Poe, la condición única e invariable para la voluntad de lograr una obra universalmente apreciable como él quería, era la belleza. “Lo bello es el único ámbito legítimo de la poesía”, dice al respecto, y continúa, “El placer a la vez más intenso, más elevado y más puro no se encuentra -según creo- más que en la contemplación de lo bello”. Aquí hace una distinción conceptual: mientras que la verdad da satisfacción al intelecto, y la pasión es “excitación del corazón”, y en tanto que verdad y pasión son conceptos más propios de la prosa - “aunque –hace la salvedad-, en cierta medida, queden también al alcance de la poesía”, la belleza se diferencia de éstas por ser “violenta y pura elevación del alma (…) que resulta de la contemplación de lo bello. Es excitación, embriagador arrobamiento del alma. La belleza es entonces el verdadero ámbito de la poesía. Verdad y pasión pueden existir en este género literario, siempre y cuando se encuentren sujetas a la “nube de belleza que es atmósfera y esencia de la poesía”. La forma en que la belleza, en su forma más elevada y más pura, se manifiesta en la poesía, es cuando logra producir en el lector tristeza y melancolía. “la belleza –dice Poe-, en su desarrollo supremo, induce a las lágrimas, inevitablemente, a las almas sensibles”. Por otro lado, para producir estos sentimientos en el lector, Poe nos habla de un tema también tratado en El Principio Poético: la belleza, para que ocurra como suceso triste y melancólico, resulta de unir tres elementos: la muerte, la mujer y la belleza. Él dice que no hay nada más triste y a la vez más bello, que la muerte de una mujer bella. Es por esto que este tema es tan común en su obra. Pero esta conclusión no es sacada de manera gratuita, o meramente racional, por este escritor norteamericano. Lo es, en parte, fruto de su observación, de su experiencia como lector crítico y minucioso, y como escritor. Pero también es resultado de su propia experiencia como ser humano. Las mujeres que él más quiso murieron todas de enfermedades entonces incurables: su madre lo dejó huérfano en su muy temprana infancia, más concretamente a los dos años de haber nacido, al morir de una tuberculosis; su madrastra, Frances Allan, a quien Poe quiso como a una madre, a diferencia de lo que sentía por su padrastro, también murió de tuberculosis cuando él tenía 20 años, luego Virginia Clemm, su esposa, a quien amó profundamente, también murió de tuberculosis, en 1847. Y muchas otras mujeres que él conoció durante su vida, también murieron de esa enfermedad. Era muy común en ese entonces contagiarse de TB y morir por falta de una cura. Muchas mujeres hermosas y jóvenes murieron a causa de ella. Así que no era un invento traído de los cabellos escribir sobre estos eventos desafortunados. Más aún si, como hemos visto, tantas mujeres en el entorno de este autor, padecieron y murieron por este mal.
En el proceso de creación del poema, nos dice Poe que la primera palabra ideada para dicho texto, fue “nevermore”, que nos habla de lo irremediable de la muerte, de lo que se va para no volver, de lo que no se puede revertir. Y la elige no sólo por esta razón sino por el sonido melancólico. Decide ponerla, no en los labios de un ser humano, sino entre el pico de un oscuro cuervo. Decide entonces crear el conocido diálogo entre ese cuervo y un hombre que ha perdido a su amada. Ahí comienza a crear la escenografía y la atmósfera, en que interactúa la tormenta de afuera en contraste con la habitación en que se encuentra, las brasas que proyectan fantasmagorías en el suelo, los volúmenes “de saberes olvidados”, y el famoso Busto de Palas Atenea. Como nos lo describe en el Método de Composición, Poe se está centrando en los contrastes visuales, táctiles, auditivos, pero no nos habla de lo que yace debajo de lo meramente sensorial y funcional. Funcional en el sentido del efecto que el autor quiere lograr en el lector. Sin embargo, es imposible que el mismo autor de Ligeia, que colocó los sarcófagos egipcios, los incensarios y las tapicerías en lugares tan precisos de la abadía, para preparar secretamente el ritual de regreso de su amada, y el mismo que dice que la cifra exacta para una sesión es de 108 versos, no podía descuidar todo el sustrato esotérico – mítico que sustenta la escena que ha creado en El Cuervo. Lo hermoso de la poesía, es que en ella la matemática se desdobla, y contempla no sólo lo estructural, ni lo fonico-fonológico. La armonía debe trascender hacia lo filosófico y hacia lo semántico. Así que Poe en el Método… nos dice que ha elegido el cuervo por ser “ave de mal agüero”, “sólo esto y nada más”. Pero si escudriñamos muy hondo bajo las capas de lenguaje que forman el poema, si rastreamos los orígenes de ese lenguaje con que está edificando la pirámide perfecta de 108 versos que son 9 que son 3+3+3 (por eso la analogía con la pirámide), nos damos cuenta de que el protagonismo del cuervo tiene una razón más de peso.
2 comentarios:
y entre tocamos la belleza dibujada en el reflejo de los propios relatos.
Poe siempre Poe!!!!
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