¿Por qué la educación no enseña a pensar?


Fotografía de Anton G. Bragaglia

Por
Giovanna Faccini
Especial para La Moviola
 

“No es indicio de salud estar bien ajustado en una sociedad enferma” Jiddu Krishnamurti

 
 
 
Desde el siglo XVIII y el gran hito de la revolución industrial comenzamos un viaje que solo tendrá retorno el día que seamos mayoría los desadaptados a un sistema que perpetua la desigualdad y obediencia a las grandes multinacionales. La génesis de la autodestrucción inició el día que las máquinas comenzaron a optimizar la producción; pero no solo la destrucción de nuestro planeta a causa de la explotación desmedida sino también la destrucción de las relaciones laborales pues aunque en la línea del tiempo ningún periodo se salva de la esclavitud y expoliación, es infame la forma como se seguían aprovechando los dueños de las fábricas pese a que ya existían derechos que nos daban un estatus de igualdad y que por ende  no tendrían por qué haber historias tan tristes como la documentada por Dickens en su texto Oliver Twist.

En el entramado industrial caracterizado por la jerarquización y burocratización, se necesitan fuerzas de trabajo heterónomo  más que se dejen manipular y ejercer en ellas un poder autocrático que no es difícil de asimilar pues desde las comunidades atávicas se ejerce el dogma que no da lugar al respeto, entendido éste como tomar en serio el pensamiento del otro ;  la democracia es maduración, superación y afirmación contra nuestra tendencia a regresar a la arcaico;  es más fácil que los demás piensen y actúen por nosotros pues así se evita – de manera inconsciente creo yo- la angustia que significa pensar por sí mismo, decidir por sí mismo  y reconocer el conflicto (Zuleta,1995). Es así como la maquinaria siniestra de la industria necesita reprimir el pensamiento pues no necesita gente autónoma apasionada por la búsqueda del sentido de la vida, necesita autómatas con trabajo calificado, con una habilidad que produzca resultados con el fin de  intervenir en las diferentes formas de trabajo productivo, en los diversos sectores económicos y satisfacer las demandas del mercado, en otras palabras preparar empleados del capital. De esta manera la eficacia de la educación reside en preparar obreros para el aparato burocrático sin importar las expectativas de quien realiza determinadas funciones y lo que es más importante, que renuncien a la iniciativa, creatividad y voluntad para así engranar de manera cómoda y resignada la cadena de despersonalización generalizada sin olvidar el miedo que debe reinar pues éste hace gente obediente y es ideal para el sistema y sus intereses. En su texto La (des)educación, Noam Chomsky –refiriéndose a Dewey-  dice que los trabajadores deberían ser “los dueños de su propio destino industrial” y no herramientas alquiladas por los empresarios, consideraba que era antinatural y amoral formar a los niños para que trabajen “sin apelar a la libertad ni a la inteligencia, sino en nombre del salario”. Ese salario en nuestras escuelas es la calificación, la educación es concebida para rendir cuentas sobre resultados sobre el saber y no para tener acceso ni apropiación de los procesos que conducen a ese saber, un saber que se edifica a través de la experiencia y la estructuración del pensamiento;  se impone un saber como dogma, no hay espacio para la duda, la contradicción, las preguntas,  la persona que no acepta la verdad a ciegas, se vuelve un problema en las labores escolares, es un revoltoso, un desadaptado; si se le da oportunidad de pensar al estudiante, se dificulta crear buenos funcionarios pues al preguntarse por el valor de su existencia, de la realización de su ser seguramente no tendrán como objetivo en la vida meterse en la caja de Balzac sino explorar el mundo, conocerse y conocer su relación con la otredad, oportunidad anulada si la vida se traduce en trabajar, trabajar y trabajar para otros. Es claro el planteamiento de Zuleta en la entrevista que le hace Hernán Suarez cuando dice que al sistema no le interesa que el individuo se realice sino que interiorice la humildad y la ignorancia frente a sí mismo, que solo le interese el éxito, la diferenciación y la promoción. La importancia de la educación pública radica entonces en hacernos creer que vivimos en una sociedad democrática donde hay movilidad social e igualdad de oportunidades pero la verdad es que prepara burócratas, reprime el pensamiento divergente y sin ella sería difícil para las clases dominantes ocultar la verdad hostil que encierran.

Si bien es cierto que la tendencia de la educación es la de adoptar necesidades del sistema, también lo es la posibilidad de ver la educación como un campo de combate (Zuleta, 1995).  Los maestros tienen un espacio importante  en la escuela pero deben ser conscientes de él; el progreso tecnológico no se traduce en excelencia, tenemos  mega colegios equipados con tecnología de punta y eso lo vemos como un signo  inequívoco de progreso cuando en realidad la educación fomentada en la técnica es la más opresora de todas (Zuleta, 2005), no queremos darnos cuenta que no es igual el progreso técnico al humano. El desarrollo es desarrollo humano global, es imperante la necesidad de reconstruir la idea de desarrollo y formación y enfocarlas en el hombre. La vía para ampliar la democracia dentro del sistema educativo es la educación filosófica, aquella que nos invita a pensar y no a memorizar, pensar por sí mismos, ponernos en el punto de vista del otro y llevar las verdades conquistadas hasta las últimas consecuencias como lo afirmaba Kant. Tenemos que renunciar a la mentalidad pasiva que recibe las verdades sin someterlas a una  propia elaboración, indagar por otras racionalidades y cotejarlas con las nuestras, de esta forma podemos ser libres de concluir que nos hemos equivocado; si se espera que el estudiante conteste tal cual se le dice, se  inhibe, se convierte en un ser que no puede pensar, solo tiene derecho a recordar lo que sabe y lo que sabe sin procesar el tiempo se encargará de borrar. La educación debe formar ciudadanos que incidan de forma comunitaria en el destino de la sociedad, la formación es la única manera de luchar por una sociedad mejor, es el arma que puede cambiar las exigencias del sistema, si desarrollamos nuestras potencialidades y las posibilidades que tenemos, el sistema  en el que vivimos se tornará absurdo y por ende invivible, el cambio lo hacemos la gran mayoría, el sistema se derriba desde la base de la pirámide social al igual que la construcción de una nueva humanidad.

En conclusión y en concordancia con Habermas  la tendencia moderna de la sociedad es hacia la racionalidad instrumental, esto es con arreglo a fines y los fines con arreglo al éxito que se traduce en la formación del ser desde el tener lo que aviva a las instituciones de la banca y las corporaciones adineradas a seguir con su maquinaria de horror, alquilando personas como fuerza de trabajo y mercantilizando la existencia. La única vía para cambiar éste panorama perverso es alentar desde las aulas el conocimiento del ser, sus aspiraciones, motivaciones, entrar en contradicción con las exigencias del sistema y vivir la democracia como un derecho del individuo, a diferir contra la mayoría, a ser distinto y a desarrollarse en la diferencia.

 

 

 

 

 

Referencias bibliográficas

 

Chomsky, N. ( 2007). La (des) educación. Editorial Crítica: Barcelona

Zuleta, E. (1995). Educación y democracia. Omegalfa: Biblioteca Virtual

 

 

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