La vuelta del gran relato (¿pero cuando es que se había ido?)



Apuntes sobre el 52 Festival de Cartagena 2012



Por
Sebastián Russo
Especial para La Moviola





Los años 90, los ya míticos años 90, dejaron varios legados. El grunge, lo cool y las benditas pequeñas historias. En cine, y particularmente en la Argentina (pero siendo un proceso que con distintas intensidades y singularidades tuvo expresiones en distintas cinematografías nacionales), hacia fines de los 90 surge el así llamado “Nuevo cine argentino”. Y con él, las instituciones que sirvieron para nombrarlo, legitimarlo, hacerlo pervivir, incluso mutar: revistas especializadas –como El Amante-, universidades –como la FUC-, festivales –como el BAFICI-. De las muchas características que intentan delinearlo, la del pequeño relato es tal vez la más relevante, incluso por sus vínculos y derivaciones sobre otras disciplinas y planos de la vida social. La posmodernidad –claro, de ella estamos, una vez más, hablando: marco donde las mentadas “pequeñas historias” tienen lugar y se entronan apoteóticas- es el rasgo cultural de toda una era, la neoliberal (al decir de Frederic Jameson)



El último festival de Cartagena, su versión 52, dejó la sensación (al menos en quien escribe estas líneas), y por qué no decirlo, la esperanza, del fin del reinado de esta propuesta estético narrativa propia de la posmodernidad. Que de hecho es una propuesta por lo anti-narrativo, pero ya no como en las mejores tradiciones de la vanguardia (de la imagen percepción del surrealismo en los 20/30, al anti cine de los situacionistas en los 60) donde el debate tenía como contrincante la gran narrativa moderna, ilustrada, sino, en el fin del siglo XX, volviéndose un gesto ensimismado, paródico, pero de parodia vacía, de esquizofrénica y en la lógica del pastiche (tambien al decir de Jameson) O sea, no solo una suerte de debate farsesco en relación con el gran relato hegemónico, sino incluso fortaleciendolo, por quedar invisibilizado, intocable, indiscutido, por microrelatos que abjuran de contextos mayores, trascendentes.

No solo la ganadora del festival (El estudiante –2011-, del argentino Santiago Mitre), sino gran parte de las restantes, tiene a la narración como estrategia discursiva fundamental, y articuladora de un relato que es: o de dimensiones épicas, de densa estructura, o de fragmentos que así mismo se entraman en enclaves contextuales que los exceden y contienen.

Parecería así que lentamente los experimentos formales anti-narrativos, y encerrados sobre sí mismos, se reubican como lo que son, meras experimentaciones estetizantes, micro historias y la vieja premisa canónica cinematográfica: contar historias, tuviera un renovado resurgir.

Situación tan deseable, como problemática, claro. La apologética posmoderna produjo fanfarria en torno a un neo-nihilismo, de jugueteos con el lenguaje, vaciamiento de sentido, y crítica intelectual. Todos atributos fundamentales para discutir la reprochable carcaza imperturbable de la narrativa tradicional, pero en absoluto sustento necesario para la desaparición de “la historia”, ni para ser dichos atributos fundamentos, sino herramientas, puntos de partida para una nueva narración.

En lo que podríamos pensar como un momento de nueva sintesis, gran parte de los films de la competencia ofical recuperan el oficio y espiritu narrador, pero incorporando aquellas herramientas críticas que la posmodernidad entendió valiosas en sí mismas. Porque toda vuelta, es una re-vuelta. No es repetición, claro, sino reconfiguración. Y en este caso, y en estas peliculas, se trata de una condensación de estéticas, de paradigmas. Tal vez empezando a tantear uno nuevo, un –digamos, y por fiaca intelectual- “post-post-modernismo”. De hecho, en Argentina, ya se habla de este post-post, en relación a un regreso de la narración (aunque de nuevo tipo, claro está) de la mano de Mariano Llinás (“Historias extraordinarias”, 2008), y directores que de algún modo lo rodean. Y que el sociólogo argentino Esteban Di Paola liga a una vuelta del relato político (incluso del histórico –que en la inauguración de un Insituto de neo-revisionismo histórico por parte del gobierno argentino es solo una huella-), en la Argentina post 2003, o sea en la llamada era kirchnerista.

En el caso de este Festival de Cartagena que pasó, nos encontramos, de hecho, con narraciones familiares, cuasi novelescas, de personajes densos, densificados, en el marco de contextos tanto existenciales, como históricos y de clase (Las malas intenciones), epocales (El año del tigre), sociales (Heleno, Las acacias y Chocó), de género (Chocó), políticos (El estudiante), generacionales (Las malas intenciones, El Estudiante), disciplinarios (Vaquero) Es decir una revalorización del con-texto, como marco necesario y trascendente para los historias a narrar.

Podríamos tomar dos de los films presentados en la competencia oficial para ejemplificar lo que queremos decir. Por un lado Las malas intenciones, de Rosario García Montero (Perú, 2011) Donde se construye una gran novela familiar (alla “La casa de los espíritus”), arraigando en la tradición novelera latinoamericana, y que resulta un gran retrato de la clase alta limeña, a través de una niña, de padres separados y madre ausente.
Familia que vive dándole la espalda a una realidad conflictiva (está situada en los años 1982 y el surgimiento del grupo guerrillero Sendero Luminoso), levantando sus muros (metafórica y fácticamente), intentando volverse invisible, pero aprovechándose económica y políticamente de esta situación.

Y por otro Iceberg (España, 2011) que podríamos tomar como contraejemplo (excepcion que confirma regla) de lo que venimos sosteniendo. Con una narración que se encierra sobre sí misma, vaciada de diálogos, de simbolos. Un vaciamiento que resulta más un uso excesivo de la tipología posmoderna del cine artie, que un recurso expresivo significativo. Cuantro jóvenes, de problemáticas diversas, que efectivamente son icebergs, o sea, el indicio de algo mayor. Y la estructura, incluso es icebergiana, pero al punto de no vislumbrar más que fragmentos. Una estética del iceberg, que termina siendo menos un insumo expresivo de interés, que cliche (pos) modernista. Y curiosamente la pelicula más conservadora (del cliché vanguardista), resulta ser española. Es decir, Europa, no solo parece retrasar en sus políticas económico-sociales, sino también en las estéticas. Claro, a través de algunos de sus representantes, menores por cierto. Ya que otros, como Claire Denis (además de directora del jurado, su obra fue motivo de retrospectiva), los hermanos Dardene (de quienes se proyectó “El niño de la bicicleta” –Bélgica, 2011-), Win Wenders (se programó “Pina” –Alemania, 2011-), nunca perdieron de vista el con-texto, y el magistral arte de narrar.

En una entrevista que pudimos realizar a Luis Ospina (y que publicaremos en el próximo número de Tierra en Trance –www.tierraentrance.miradas.net-), el director colombiano puso en palabras lo que veníamos intuyendo. Ciertos films no hacen más que repetir ciertos tips de “cine moderno”. “Las acacias me decepcionó, dijo, todos parecen querer filmar como Lisandro Alonso, pero mal”. Sin coinicidir fervientemente en esto último (ya que entendemos que la pelicula de Giorgelli encuentra en su gesto minimal las claves precisas para construir no solo relato, sino contexto, y no solo experiencial, sino socio-histórico), la acertada apreciación de Ospina, parece estar hablando de lo que este Festival permite recuperar. Que toda película es necesariamente un núcleo, un conjunto, un sistema, incluso (y en sus mejores propuestas y tradiciones) un sistema de lo abierto. Y que lo abierto en sí mismo puede ser un cliché. He ahí los tiempos morosos, la narrativa fragmentaria, lacunar, los planos estetizados, la escasez de diálogo, los personajes taciturnos, sin ahondar en las causas de ese estado. Así, lo ininteligible como gesto en sí, se vuelve cliché, apología a lo complejo, al gesto minimal. El cine pos-moderno así como género en sí, como sistema, se tornándose conservador, y en absoluto rupturista.

Esta evidenciada recuperación de la tradición narrativa, me convoca a ligarla tal vez caprichosa, asomradamente, por un lado a la filmografía de Claire Denis, de quien se hizo una interesante retrospectiva, y en donde pudo evidenciarse las galas narradoras de la francesa, desde una propuesta fragmentaria, de historias que se interrelacionan, con el multiculturalismo parisino de marco, mostrándose eminentemente conflictivo, discriminatorio y opresivo, lejano de las retóricas armoniosas de la globalización tolerante y abierta (alla Benetton) Y por otro a una experiencia vivida en Bogotá, en su barrio más antiguo, La candelaria. Donde todas las tardes, en las puertas –cerradas- de la capilla de la Plaza del chorro de Quevedo, se agrupan jóvenes, adultos que pasean por allí, a escuchar a narradores orales, que entremezclando la lógica del stand-up, con la del viejo narrador al que hace alusión Benjamin, encantan a sus espectadores, con alusiones que van desde el cine de Tarantino, a jugadores de futbol local, a tradicionales historias de amor, de sexo, referencias políticas, históricas.

Experiencia y narración. Dos conceptos benjaminianos que resulta imprescindible recuperar. Hablando de cine, de arte, de cultura, de política. Son de hecho conceptos que permiten interrelacionar estos campos que tan separados y por tanto tan improductivos resultaron en los ¿ya lejanos? años 90.


La competencia oficial de cine de ficción, estuvo compuesta, por Chocó, de Jhonny Hendrix Hinestroza (Colombia, 2012), El año del tigre, de Sebastián Lelio (Chile, 2011), Heleno, de José Henrique Fonseca (Brasil, 2011), El lenguaje de los machetes, de Kyyza Terrazas (México, 2011), Iceberg, de Gabriel Velázquez (España, 2011) Las malas intenciones, de Rosario García Montero (Perú, 2011) Vaquero, de Juan Minujin (Argentina, 2011) Las acacias, de Pablo Giorgelli (Argentina, 2011), El estudiante, de Santiago Mitre (Argentina, 2011), Las historias que solo existen cuando se recuerdan, de Julia Murat (Brasil, Argentina, Francia, 2011), Un mundo perfecto, de Gabriel Mariño (México, 2011), La voz dormida, de Benito Zambrano (España, 2011), y Porfirio, de Alejandro Landes (Colombia, Argentina, Uruguay, España, 2011)

Y el palmares completo fue el siguiente:
COMPETENCIA OFICIAL FICCIÓN
Mejor Actor: Esteban Lamothe por El estudiante Premio Especial del Jurado: El lenguaje de los machetes de Kyzza Terrazas (México) Mejor Director: Alejandro Landes Echavarría por Porfirio (Colombia/ España/ Argentina/ Uruguay/ Francia) Mejor Película: El estudiante de Santiago Mitre (Argentina)
COMPETENCIA OFICIAL FICCIÓN
PREMIOS ADICIONALES
Premio Organización Católica Latinoamericana y del Caribe de Comunicación -OCLACC-: Historias que sólo existen cuando se recuerdan de Julia Murat (Brasil)
Premio del Público Cinecolor: Chocó de Jhonny Hendrix Hinestroza (Colombia)
PREMIO DE LA CRÍTICA INTERNACIONAL - FIPRESCI
Mejor Película: El estudiante de Santiago Mitre (Argentina)
COMPETENCIA OFICIAL DOCUMENTAL
Premio Especial del Jurado: Cuates de Australia de Everardo González (México) Mejor Director: Tatiana Huezo por El lugar más pequeño (México) Mejor Película Documental: El lugar más pequeño de Tatiana Huezo (México)
COLOMBIA AL 100%
Mejor Actor: Andrés Crespo por Pescador Premio Especial del Jurado: Sofía y el terco de Andrés Burgos Mejor Director: Alejandro Landes Echavarría por Porfirio Mejor Película: Porfirio de Alejandro Landes Echavarría
COMPETENCIA OFICIAL CORTOMETRAJE
Premio Especial del Jurado: Los retratos de Iván D. Gaona (Colombia) Mejor Director: Aly Muritiba por A Fabrica (Brasil) Mejor Cortometraje: A Fabrica de Aly Muritiba (Brasil)
VIDEO ARTE
Mejor Video Arte para la obra: ÉBANO de Giuliano Cavalli
PREMIOS NUEVOS CREADORES
Primera Mención: Ella y la implosión de Sebastián López Borda (Universidad Nacional de Colombia) Segunda Mención: Ojos alas balas de Mauricio Arrieta Fontanilla (Universidad del Magdalena) Tercera Mención: El gallo fino de Tatiana Parodi Molina y Luis Fernando Sanchez (Universidad del Magdalena) Cuarta Mención: Natura de Andrea Carolina Angarita (Universidad Autónoma de Bucaramanga) –
Mejor Cortometraje Nuevos Creadores: Mu Drua (Mi Tierra) de Mileidy Orozco Domicó (Universidad de Antioquia) –

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Sebastian. Me dio una impresión similar a tu aproximación sobre los relatos !posmodernos! a decir verdad hoy ya no estoy seguro que haya pasado, pero que sin duda fue protagonista de una cultura falaz y a veces muy pobre en propuesta de narración. Senti un cambio, un retorno¿ no lo se aún pero fue estimulante ver propuestas como sofía y el terco en medio del CULEBRON seudotarantinesco caleño de 180 segundos, sin nombrar el bodrio de APATIA, una verdadera apatía hacer Cine, a ir a una escuela, hacer las cosas bien. Y si creo que la pelo de Mitre es lejos la mejor película del Festival a pesar de cierta estética ligera vuelve a un contexto autentico, propio. Que buen articulo se lo recomendare a mis compañeros de Critica cinematográfica, con los cuales nunca pudimos dar un balance contundente.

KINO dijo...

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