JACQUES TATI REVISITADO : YA NO HAY CABIDA PARA UN VENTRILOCUO Y SU MUÑECA.



Por
Daniel Sarmiento Gómez
Diana Quintero
Estudiantes Medios Audiovisuales
Especial para La Moviola




Los carnavales de circo llegaban a todas partes, emigrantes y portadores de vida para los pueblos explotados, para los mineros y para los niños que no vivían su infancia, solo la adormecían hasta que un mago hacia aparecer de su sombrero un conejo; de un sobre salto el niño preguntara, “la magia existe”, y su madre ¿qué dirá?


la pelìcula El ilusionista es una antología de homenajes, si se puede expresar de esta manera; desde los primeros créditos, con una textura propia del celuloide, en blanco y negro, con una emulsión que vibra cargada de una resonancia histórica, aparece ante todo el nombre de Jacques Tati, su apellido original es Tatischeff, tal cual se llama el ilusionista, esta relación es explicita cuando el personaje comparte una descripción física y psicológica con Jacques Tati, en muchos sentidos de la palabra, el personaje acentúa su proxemia recordándonos al cartero y “al Tío”, el espectador evocara una época cómica, sin chistes contados, con “inside’s”, los gestos poseen una identidad personal, no podemos intuir más este homenaje, el personaje nos recuerda que es un “gag” visual, la representación de un artista anciano lleno de ternura, que lucha admirablemente para que una niña no deje de creer en sus trucos de magia, es una lucha melancólica, hermética y perdida en el silencio de una crisis económica.
En términos metafóricos es una lucha épica, el mundo cambia, la entretención obedece a una estética industrial y mercantil, la generación Beat en Londres y todo lo que ellos representaron atrás del escenario, en la película un grupo de afeminados escandalosos roban la atención de los jóvenes, dejando atrás al mago anciano, hay pocos telones para los artistas, hay más vitrinas que dan la bienvenida a campesinos y niñas ingenuas, la relación de entretención se simplifica al truco barato, los publicistas son ahora los dueños del circo, toda la esperanza queda encapsulada en la ilusión de una niña.
El guion no aborda lugares comunes, ni arquetipos, seguramente films como este obedecen a una línea estilística personalizada, un sello con nombre propio, con una influencia inmensamente icónica y olvidada, una labor como reescribir detalles históricos, llenos de recovecos temáticos, como lo es Escocia, un detalle encantador y digno de contemplar, revela un momento histórico crucial para los artistas y artesanos circenses, quienes encuentran su casa en los vestigios de la civilización, para la vida y obra de Tati, Países Bajos fue siempre su casa, como lo es para el ilusionista, tan escasa, libre e ingenua, por esta misma razón tiene que seguir adelante, donde las personas dejan de sorprenderse por la luz eléctrica, con el conejo debajo del sombrero.
Tatischeff representa una época (finales de la década de los años 50), una forma de expresarse, de adentrarse a la admiración del viejo mundo, y en esa dinámica no es el único que se despide con su “gag” visual, el giro cómico de la evasión, de la huida en un mundo sofisticado donde él sigue sin comprenderlo, cuando Tatischeff es confrontado en una sala de cine con la proyección del “el tio” (Mon Oncle) Tatischeff se ve rápidamente reflejado y en efímeros segundos entendemos que hay una empatía, hay una identidad génesis del mismo micro mundo, un ilusionista que no tiene un lugar en el nuevo mundo, al lado de este personaje un payaso alcohólico y suicida, escucha recurrentemente la música de ferias y circos, con un acetato obsoleto, diminutos acróbatas terminan pintando pendones, el riesgo es tan triste como los colores que rechinan, un ventrílocuo ensimismado, habla con su alter ego, con su lado positivo, con su niño interior, un hombre desesperado que acaba vendiéndolo en una casa de empeño. La historia está llena de fenómenos ignorados, ese mundo circense en el que todos conocen la soledad como un fenómeno colectivo; la labor de Tatischeff no fue en vano, la alegría de una niña con la certeza mágica de ignorar un “mañana”, llena un hotel de cálida esperanza.
La labor de Tatischeff murió cuando no pudo sobrevivir en el mundo que cerraba sus ventanas, para abrir puertas a la economía global, es allí donde vemos grafitis en la película tales como “free scothland”, al lado de ellos aparecen vistosos hombres pelirrojos con gaitas y ebrios de Europa, se está desintegrando una cultura, un folklor, una tradición, y solo Tatischeff emprende una labor que queda ahora impresa en el dibujo que Chomet, ha inmortalizado en su premisa una resistencia, una prueba de fe, y es el espacio a la ilusión lo queda desvanecido por la madures de su bella acompañante, para quienes vean esta película entenderán que no es cosa europea la escases de magos, de ilusiones, Chomet imprime su más profunda admiración a Tati, y su vida se vuelve una agridulce reflexión, una más realista, esta nos acerca a la frialdad del mundo hacia las personas con vulnerabilidad económica, y a la ilusión, Tatischeff en su cabina de tren se encuentra con una niña pequeña, ella pinta con un color que ésta gastado, Tatischeff posee uno más nuevo, después de ver su generoso corazón expuesto al silencio más humano, no hace ningún truco para la pequeña, no regala su color, simplemente se agacha y recoge el viejo color, ya no ha trucos no quiere sostener la idea de ilusión los colores se gastan y es un hecho, es la realidad; Chomet deja un gran interrogante.
Siendo la fotografía y el arte dos alicientes imperdibles y trascendentales en la realización de una película; en este caso específico se convierten en dos factores valiosísimos; ya que la imagen, lo que se muestra, lo que se ve, debe apoyar la puesta en escena y respaldar el contenido. En el ilusionista, el gag además de acompañar el gran Tatischeff en su gran actuación, le da un espaldarazo a la teoría, de que las palabras y los diálogos fueron inventados para decir lo que una imagen o un hecho, no pueden.
La fotografía está supedita entonces a esa situación, contando a través de los escenarios, las mismas sensaciones del mago. Por ejemplo, aquella frustración en el paraje oscuro a las afueras de un pub en Escocia, donde la admiración por su arte de años atrás, se ve engrandecida por una niña que sin necesidad de decirlo, le alienta para mantenerse a flote; esta niña es unan “nueva luz” en su vida; un destello dentro de ese mundo marginal en el que se ve envuelto su arte para subsistir. Y aunque esta luz es una constante en su vida, las penumbras y los espacios taciturnos, casi borrosos, naturales de un espectador en un espectáculo; son recurrentes en su propio diario como ser humano; llevado a tirones y obligado por un modernismo acelerado. Un claro ejemplo es la escena en la que el deja de ser un mago de ilusiones; para convertirse en un vendedor de brasieres y lujos para “la mujer de hoy” en la vitrina de una tienda.
Siempre cálida resaltando en si misma lo humano, lo amigable y hasta lo ingenuo de Tatischeff. Planos largos y generales abundan en la película, que aunque sirven de referencia espacial y temporal; refuerzan rayando un poco la sensación del personajes, de estar en un lugar ajeno a su órbita; recalcan a sobremanera su soledad y se desapego al mundo al que lo están obligando a vivir.
Su vocación vulgarizada por su trabajo, se encuentra ahora detrás de un vidrio, adornada de luces y colores típicos del salón o el camerino de una diva; una vitrina más iluminada que el resto de la calle; cómo si fuera más importante que la realidad; mientras su propio contexto está después de ella, fuera de la vitrina en penumbra observando con ojos tiernos y un abrigo blanco de alta costura; creyendo firmemente en él y su magia. La vitrina es pues un invento más dentro de la melosería y la degradación de lo bello, pasteloso y brillante; como insinuando cierta perfección sublime de lo que se muestra y de lo que se vende.
La vitrina es una brecha entre lo que se es y lo que se quiere (o toca) ser. Un ilusionista dentro la vitrina añorando sus días fuera de ella junto a su arte en furor, diferente de lo que vive ahora. Y un grupo de espectadores deseando ser parte de ella o de por lo menos obtener algo de su luz y de lo que vende. Dentro de estos espectadores está la niña que aunque es amante de las vitrinas y lo que exhiben para ella; está aún arraigada al arte de la ilusión y la magia arraigada a esos tiempo sensibles humanos, que más que engañar al ojo, eran puentes para la imaginación.
Al ser la película casi un retrato del mismo Tati, un retrato de su mundo y hasta sus vivencias, resulta también ser un fiel retrato de los espacios, las gentes, los objetos, los colores y las formas de moda. Si bien Tati es y se siente como un hombre común y corriente, pertenece al espectáculo y es evidente en su actuar, incluso en su vestir; sobrepasando el hecho de ser un personaje animado, Tatischeff es pues una caricatura de sí mismo; sus pantalones cortos, contrastando con su postura elegante y erguida de señor, que a su vez contrasta con lo torpe, crédulo e inocente del personaje. Siempre vestido como todo un caballero de colores púrpuras o rojos, que a lo mejor como cliché, son los colores por excelencia de magos y hechiceros, basta con ver las numerosas representaciones del mago Merlín. Además de esto, el púrpura suscita la sabiduría de un viejo de entrañable tradición. Sus pantalones altos, apuntados casi “hasta el cuello” son una más que aportan a su postura de alta finura; que aparte de su gran altura física, obligan a verlo hacia lo alto, admirarlo.
Esta niña enamorada de sus zapaticos rojos y su abrigo blanco; que en otro contexto podría el rojo producir algo de pasión y lujuria, trascendiendo lo fetichista; en este caso son un aviso de sensibilidad, de simpleza frente a la vida de obligaciones de un adulto; y del evidente paso de convertirse de niña a mujer, que ahora sobre unos tacones, conoce el amor.
El escenario ya no es el mismo, es ahora un podio de ídolos, que más que artistas, son íconos y de alguna forma objetos para mirar, idolatrar y no escuchar y sentir, ya el público no desea eso. Busca nuevas modas, nuevos “artistas”, nuevos tipos de conglomeraciones que se vuelven un culto social, como lo son los grupos de rock n’ roll, rockabilly, y demás, géneros que se convierten en detonantes de euforia juvenil y sobretodo femenina, que más que una forma artística de expresión buscan, la representación física de un hombre ideal, entre los salvaje y encantador, un fenómeno groupies que no alcanzó a traspasar las barreras de la moda y lo “cool”. Por esto es evidente la crítica directa a las bandas de chicos nacientes de los 50’s, que aunque para hoy nosotros son íconos del rock, como Bill Halley en ese momento pudieron ser arquetipos directos de antiartistas.
Tatischeff es pues un personaje silencioso, no precisamente por hacer parte de un gag visual; sino que en sí mismo, refleja un estado permanente de pasividad taciturna, en su andar, en su forma de actuar, incluso de pensar. Es un artista vieja escuela que se ve obligado a vivir en mundo ajeno y adaptarse a la fuerza a él; un mundo donde ya no es aceptado, donde sencillamente su forma de vida y de verla no tiene cabida. En el momento en el que llega esta niña, es un encontrón de emociones, no es solo su única admiradora, es su hija, que aunque no la pidió, la vida la puso allí, ya hace parte de su familia y de su haber. Trabaja en cuanta labor vacía encuentra solo para poder darle gusto y hacerla feliz.
La niña alucinada por el nuevo mundo que está conociendo, los atuendos y costumbres, bella y jovial adopta para sí misma estas nuevas formas culturales; dejando atrás a la niña sencilla e ignorante en un Pub de Escocia; pero siempre fiel a sus raíces, creyendo en lo mágico y la belleza que despierta y las mil ideas que aviva en su cabeza en su cabeza; fiel creyente de un viejo que además de ser su héroe personal, se convierte en su figura paterna.
Con toda una vida y un universo por descubrir, esta niña aunque esun apoyo para la creencia del arte moribundo para Tatischeff; es por ella que se da cuenta que su estilo de vida y de habilidad subvaloradas ya no pertenecen a esa época, que ya no hay espacio para su conejo ni sombrero, así como ya no hay cabida para un ventrílocuo y su muñeco.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Genial! y excelente película.